Lo menos polémico del 1 de julio fue la entrada en vigencia del IVA ya que la atención estuvo centrada en las múltiples protestas sociales, renuncia de tres jerarcas del Gobierno, bloqueos y manifestaciones en casi todas las vías nacionales que mermaron la madrugada del día siguiente con el uso de la fuerza pública.
Sin embargo, su renuncia, don Edgar Mora, como Ministro de Educación fue lo más difícil de digerir. No solo porque grupos disímiles como estudiantes, transportistas y, por supuesto, las fuerzas sindicales representadas por don Albino Vargas, forjaron un frente común solicitando su cabeza sino porque el resto de la población quedó sin saber realmente por qué fue inevitable su partida: ¿qué tiene que ver un ministro de Educación con el IVA? ¿Acaso fueron los baños neutros? ¿Su evaluación docente? O simplemente, ¿su denodada sed de cambio?
Posiblemente haya algo de causalidad en todas las anteriores pero quisiera centrar esta carta en la última interrogante. Pareciera que en Costa Rica todo se puede perdonar excepto el cambio. Y menos si nos viene impuesto por un jerarca como usted, con reconocido éxito como dirigente comunal, con una capacidad innata de llamar la atención y con un discurso bastante adelantado a su tiempo. Nos enseñaron en la escuela que esto se debe a nuestra maña de esperar a que se aclaren los nublados del día, a que nos gusta nuestro “nadadito de perro”, porque bien que mal tenemos un cierto grado de bienestar socioeconómico y en ciertas encuestas puntuamos como los más felices del planeta. Pero también porque hemos perdido la habilidad de cambiar, sobretodo de forjar el cambio cuando así lo exigen las circunstancias.
Y de todas formas cambiamos, porque el paso del tiempo es inexorable. Y cuando eso ocurre solamente estiramos la cobija de las grandes reformas sociales o económicas de la primera y segunda mitad del siglo pasado para que pueda seguir cubriéndonos a toditicos para seguir siendo igualiticos.
A pesar de este autoengaño, sabemos que en las protestas de estos días se desenmascaran las muchas Costa Ricas que tenemos, especialmente la realidad de la “costa”, menos “rica” que el valle central. Estas protestas manifiestan demandas por cambios estructurales que no pudieron ser escuchados por la población con el debido cuidado en las pasadas elecciones nacionales del 2018, producto del enorme ruido que generaron temas polarizantes como el matrimonio igualitario y la Virgen de los Ángeles en la primera y segunda vuelta, respectivamente.
Por la necesidad de distinguir las señales del ruido, sobresale su carta de renuncia, don Edgar. Porque evita dejarse llevar por la conmoción de las últimas horas o asustarse por el filo de la guillotina política, para aprovechar sus últimos segundos de exposición mediática para invitarnos a salir de nuestro “grupo de referencia” y ver la realidad socioeconómica de sus verdugos, las desigualdades de oportunidades y libertad en que viven y seguirán viviendo esta gran mayoría de costarricenses que, en promedio, albergan en sus hogares dos adultos que no terminaron sus estudios formales.
Acepto su invitación de salirnos de nuestro grupo de referencia, don Edgar, para hablarle de un tema que como exitoso ex alcalde de Curridabat usted conoce a profundidad. En palabras de su colega de Bogotá, Enrique Peñalosa, el ser humano necesita de la libertad de caminar, hablar con otras personas y vivir en ambientes seguros y limpios. Por eso, diseñar ciudades para la felicidad humana es lo más cercano que conocemos a felicidad colectiva ilimitada en la tierra, una felicidad que las recurrentes protestas sociales nos hacen cada vez más prioritario conseguir.
En el desarrollo de las ciudades Costa Rica se equivocó como se equivocaron la mayoría de las ciudades occidentales (con notables excepciones), al tragarse la píldora envenenada de cambiar ciudades completas por suburbios amigables con el carro, pero que terminaron siendo enemigas del humano. Y no me refiero acá simplemente a la tragedia de los atascamientos diarios y los más de 4 millones de dólares que combustionamos diariamente. Sí denuncio lo alejados que estamos física y emocionalmente de nuestras necesidades y afectos diarios cuando pudieron estar a distancia de tránsito peatonal. Un niño en la calle es una imagen de terror por la alta probabilidad de morir atropellado. Las risas y pelotazos de nuestra infancia los cambiamos por bocinazos y materia particulada de diésel.
También quisiera hacer un llamado a la modestia, don Édgar, a la hora de ufanarnos de nuestra democracia como si fuera nuestro trapito de dominguear. Sí, en Costa Rica la pureza del sufragio es inescrutable, tanto por la pureza “técnica” con que se procesan los votos como por diseño, ya que los fallos del Tribunal Supremo de Elecciones son inapelables.
Pero también, esta fuerte institucionalidad podría jugarnos en contra si la democracia requiere cambios urgentes para que siga cumpliendo su cometido de ser fiel instrumento para manifestar las diversas preferencias y demandas sociales de manera ordenada y sin que la mayoría logre cercenar los derechos de la minoría así como de sus promotores, como fue su caso al frente del MEP.
Y aquí es donde el principio “de un voto por persona por tema” está haciendo aguas en todas las democracias del mundo, tanto por elegir líderes populistas o empoderar movimientos oscurantistas (anti-vacunas, negadores del cambio climático) como por propiciar narrativas fratricidas, de suma cero, en que las señales son opacadas por el ruido de un bando, y este a su vez por el ruido del bando opositor. Esto lleva a que el famoso voto “estratégico” para minimizar la pérdida termine por sepultar cualquier intento de que el voto sea un mecanismo efectivo de revelar las verdaderas preferencias y demandas sociales. ¿Repetiremos en el 2022 la elección del 2018 y así una y otra vez como si estuviéramos condenados al eterno retorno de Nietzsche?
Quisiera también manifestar la preocupación, don Edgar, por el enorme tiempo y talento invertido por nuestros “millennials”, sus ex estudiantes, en Youtube y Facebook con pocas posibilidades de generar provecho para ellos y el resto. ¿Cómo se mantendrán los youtubers cuando sus padres no estén? ¿Quién pagará nuestras pensiones?
Por último, pensemos en los hermanos nicaragüenses que cuidan nuestros barrios cerrados, limpian nuestras casas, botan nuestra basura y nos mandan almuerzo a las oficinas. Si tanto bien nos proporcionan, ¿por qué el destino del migrante que tanto nos beneficia debe estar en las manos de algún burócrata?
Para nuestro consuelo, don Edgar estos problemas no son únicos de Costa Rica y ya muchas mentes brillantes como las de Eric Posner y Glen Weyl en “Radical Markets” han planteado una base para discutir posibles soluciones en los próximos años:
- Los autores nos sugerirían ser más autocríticos con nuestro “voto por tema por persona” para permitir que las personas puedan acumular poder de decisión (o “credits”) en el tema que más le apasione así como votar en contra de una persona, y no solo a favor, y que estas decisiones tengan un costo creciente (exponencial), de forma que resulte más conveniente diversificarlas entre diferentes opciones o candidatos antes que acumularlas estratégicamente en una sola decisión. Todo lo anterior reduciría la posibilidad de que personajes populistas o temas controversiales polaricen la mayoría en contra de minorías y permitiría que los resultados reflejen de mejor forma las preferencias de los votantes.
- Para que Costa Rica pueda abrir sus fronteras a la migración alcanzaría con dejar que los flujos migratorios los dicten directamente los hogares costarricenses según los autores.
Para ello, basta que a cada hogar costarricense se le permita ser patrocinador de un migrante, dando cobijo y ejerciendo cierta responsabilidad civil por el migrante, a cambio de alguna compensación económica. Dado que esta compensación económica será demanda por los hogares de menores recursos, esto implicaría llevar los beneficios de la migración directamente a la población que de otra forma estaría más afectada por esta.
- Y si bien esto es un problema mundial, los autores invitarían a que Costa Rica se una al clamor internacional por transparentar el mercado de datos (data as labor) que realizan Youtube, Google y Facebook al amasar enormes fortunas con base en la información gratuita que recolectan de sus usuarios. La idea es que dependiendo de la calidad de la información que generen así debería ser la compensación económica, logrando tanto que estos emporios tecnológicos como sus usuarios sofistiquen sus productos.
- Por último, dedicaré más espacio a desarrollar la propuesta quizá más original de los autores y que podría ayudarnos a cambiar el paradigma de suburbios motorizados por ciudades humanizadas, al mismo tiempo que dinamizaría nuestra economía de forma permanente.
Se trata de sustituir o eliminar los altamente costosos y distorsionadores impuestos a la propiedad privada (por ejemplo, el marchamo, bienes inmuebles, solidario, traspaso) por un impuesto auto-liquidable para la propiedad común (common ownership self-assessed tax – COST).
Este impuesto, como su nombre lo indica, funcionaría de manera descentralizada, donde los dueños publicitan el precio que le asignan a su propiedad privada. El incentivo a revelar su valor verdadero es que dicho precio será vinculante en caso de que un tercero someta una oferta por el bien en cuestión.
De esta forma, los precios registrados del bien servirán tanto como la base imponible sobre la que se calcula el COST como de precio mínimo de aceptación de una subasta implícita y permanente sobre el bien en cuestión. Los impuestos incentivarán a que el bien circule hacia la persona que más lo valore mientras que la subasta implícita incentivará a que nadie sub-valore su bien con el propósito de evadir impuestos, porque de lo contrario correría el riesgo de que sea adjudicado por un precio inferior al de mercado.
Los autores hacen una calibración de su propuesta, encontrando que un impuesto del 7% puede ser lo suficientemente alto para incentivar la eficiencia en la asignación de los bienes, lo que equivaldría a un incremento de 5% en el PIB de los Estados Unidos y que el endeudamiento de los hogares se reduzca a la mitad; pero al mismo tiempo ser lo suficientemente bajo para no desincentivar el adecuado mantenimiento de los bienes por parte de sus propietarios.
Para dimensionar su posible impacto en San José se puede considerar de manera conservadora que una medida de esta naturaliza acabaría con un 8% de la desocupación física (el efecto sería todavía más fuerte en la mejor utilización económica de los terrenos). Esta mayor ocupación física, como escenario conservador, generaría otros efectos como lo migración voluntaria de la población de los suburbios o de fuera del país a la ciudad. Al tener más terrenos, capital y población ocupada, el nivel del PIB necesariamente dará un salto de una magnitud similar. Utilizando referencias internacionales para determinar el peso que tiene San José dentro del PIB, esto podría llevar a un incremento en el nivel del producto de 3,5%.
Esta medida es acompañada por los autores con otros detalles para hacerla operativa, como por ejemplo que: los bienes se pueden agrupar (clusters) para facilitar la ejecución de obras de gran envergadura (como carreteras) a través de la facilidad de un app (lo que eliminaría de raíz una fuente importante de atraso en la ejecución de obra pública en Costa Rica); permitir que en las propiedades que requieren inspección antes de formalizar su venta (como las viviendas) el comprador pueda congelar el precio con el pago de un bajo porcentaje antes de ejecutar su totalidad; y, para evitar doble imposición, deducir de la base imponible las hipotecas y mejoras verificables que se realicen a la propiedad, de forma que no se desaliente su mantenimiento.
Todas estas propuestas, don Edgar, poseen el rasgo común de ser amigables con las personas más excluidas del bienestar económico, que como bien apunta usted se encuentran detrás de las protestas sociales que solicitaron su renuncia. Además, son neutrales o favorables al fisco, en momentos que las restricciones financieras del Gobierno Central inhiben una estimulación directa de la demanda agregada por parte del sector público.
Esperemos que la sociedad costarricense sepa apreciar en las protestas sociales una oportunidad de cambio y que no sigan rodando cabezas como las suyas, don Edgar, por el mero hecho de ser mensajeros de esta realidad que se nos viene encima.
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