Al vilo de la polémica por el combo fiscal, después de la exoneración de impuestos a las iglesias, las mentiras con respecto a los productos de la canasta básica y la insistencia en no gravar al gran capital, ya cuando pensábamos que ninguna acción del Gobierno nos podía sorprender, y en un despropósito comunicativo, se sacan de la manga “el grupo de choque”: tres tristemente recordados expresidentes: Rafael Ángel Calderón Fournier, Miguel Ángel Rodríguez y Laura Chinchilla, concientizando y advirtiendo del peligro que nos acecha de no aprobarse el “combo fiscal”.
Tres figuras, del más rancio bipartidismo de los últimos 40 años, tejedores no sólo de la encrucijada fiscal, verdadera y alarmante, sino también de la vergonzosa desigualdad social y el letargo en materia de obra pública y movilidad urbana, además de ser protagonistas de los escándalos de corrupción más grandes de la historia nacional.
Estábamos avisados, José Merino decía que la política era un ejercicio de ética, pero también de estética; semanas atrás el señor Presidente ha dejado claro a cuáles grupos se deben escuchar, y con quienes se articula. Hasta el momento en la parafernalia de discurso del bicentenario han estado ausentes los campesinos, los grupos feministas, los sindicatos, los ecologistas, los pequeño y medianos productores, sus agendas y su historial de luchas pareciera no tener ningún peso para el nuevo inquilino de Casa Presidencial.
En su despliegue por ganar adeptos, y tranquilizar a los que llevan décadas viviendo muy tranquilos, el Gobierno ha sido desproporcionado hasta con las banderas de su propio Partido y la de los grupos que históricamente le han votado desde su fundación, no se puede explicar el desarrollo del PAC como movimiento sin la crisis del bipartidismo, los escándalos de corrupción y los movimientos sociales. Hoy, de cara a una crisis fiscal, Alvarado le entrega a ese mismo bipartidismo un enorme capital político y un baño de legitimidad a sectores que han sido derrotados en las urnas de manera consecutiva.
Una crisis del sistema
Aunque no se pronuncie como tal, sabemos que estamos frente a una crisis sistémica; ni las curitas o paliativos a lo que aún se conserva del Estado Benefactor, ni mucho menos la reforma neoliberal, orquestada por el PLUSC a sus anchas, han logrado construir un país con un crecimiento económico que garantizara la distribución de la riqueza; con un Estado fuerte y moderno con mecanismos para garantizar la transparencia y la ética en su funcionamiento. Las desigualdades económicas se incrementan y el paisaje en la mayoría de nuestras comunidades lo denotan.
La olla de presión del tema fiscal es producto de la inoperancia, pero también de favoritismos hacia pequeños grupos económicos, que desde siempre se las han ingeniado por acomodar las fichas del tablero para la obtención de beneficios y privilegios verdaderos, hoy están muy conscientes de que la olla puede estallar, y se despliegan una vez más para el acomodo de fichas con tal de no sufrir los costos de sus actos. A esos grupos representan los expresidentes, hoy con cara de preocupación. Tampoco hay que olvidar que, aún conociendo la agravante situación fiscal, hasta hace poco tiempo estos sectores usaban como moneda de canje y condicionante, el tema del empleo público, pese a que este signifique solamente el 1,3%, en un déficit fiscal que se espera cierre con un 7,1%, haciendo perder valioso tiempo en la discusión.
Sin duda, todos los sectores deben de asumir con responsabilidad la salida de la crisis que se avecina, pero que no nos pidan renunciar a la memoria histórica, tan necesaria para la construcción de la justicia y para no repetir errores.
Hasta el momento, lo que queda en evidencia es la imposibilidad del Gobierno para amarrar votos suficientes, el canje con las diferentes fracciones pareciera haber tocado techo; la movilización ejercida desde diversos grupos seguirá creciendo, la soberbia con que el Ejecutivo los ha tratado sin duda ha dinamitado puentes y voluntades. Las próximas semanas serán de gran tensión social, no dudo que efectivamente sean momentos en que amerite la responsabilidad, pero también debería de ser momento de respeto y escucha hacia los diversos sectores y sus propuestas. Hasta el momento el presidente ha sido sigilosamente selectivo.
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