Los griegos, padres de la Democracia, tenían dos palabras para denominar el tiempo. Kronos se refería al pasar de las horas, días, estaciones y años. Kayros, por el contrario, denominaba los momentos especiales que determinan el futuro. La Historia es el matrimonio del Kronos incesante y el Kayros determinante.
En 1873, en la fundación de la Primera República Española, el diputado Emilio Castelar subió al estrado y pronunció este discurso:
“Señores, con Fernando VII murió la monarquía tradicional; con la fuga de Isabel II, la monarquía parlamentaria; con la renuncia de don Amadeo de Saboya, la monarquía democrática; nadie ha acabado con ella, ha muerto por sí misma; nadie trae la República, la traen todas las circunstancias, la trae una conjuración de la sociedad, de la naturaleza y de la Historia. Señores, saludémosla como el sol que se levanta por su propia fuerza en el cielo de nuestra Patria”.
Primera República
Antes de la independencia éramos la provincia más pobre de la Capitanía de Guatemala: cinco escuelas, pocas ermitas, y un puñado de campesinos aislados en medio de una economía de subsistencia. El primer piano nos llegó después de la independencia...
Después de 1821, un apretado racimo de padres fundadores que establecieron las bases republicanas y progresistas de la nación: Gregorio José Ramírez, Carrillo, Castro Madriz, Mora y Cañas, el hermano Juan, don Jesús Jiménez, don Mauro y los liberales, don Alfredo, don Julio, don Omar Dengo, don Cleto y don Ricardo, García Monge y Brenes Mesén, hasta llegar al Dr. Calderón Guardia, Manuel Mora y Monseñor Sanabria. Ellos nos condujeron hasta 1948, cuando llegó la guerra civil por la fractura brutal del principio del sufragio, piedra angular del edificio nacional.
Segunda República
La Constituyente del 49, con don Pepe, don Alberto Martén y don Rodrigo Facio a la cabeza, sentó las bases de la Segunda República. Nosotros somos sus hijos.
La Constituyente del 49 protegió y amplió las garantías sociales de la Primera República, modernizó el Estado, e inició una larga época de crecimiento económico y mejoramiento social. Se consolidó la pureza del sufragio como estandarte de la nación. En medio de un subcontinente plagado de fraudes electorales, golpes de estado, dictaduras y constituciones de pulpería, fuimos capaces de reducir el analfabetismo, la pobreza y la mortalidad infantil, y alcanzamos los niveles de vida más altos del Tercer Mundo. Simultáneamente nos convertimos en refugio de centenares de miles de inmigrantes que huían y todavía huyen de la guerra y miseria de sus naciones. Pero ocurrió lo que siempre ocurre: el poder corrompe, aun en las democracias. Como en la Atenas clásica, la prosperidad de la élite debilitó el civismo, y caímos presa de la impunidad y corrupción.
Tercera República
Dos formidables eventos históricos marcan el inicio de esta nueva etapa republicana:
- El nombramiento unánime, por una Corte altamente cuestionada, de una Fiscal General con amplísimo respaldo ciudadano en su lucha contra la impunidad reinante.
- El presidente electo en abril del 2018 nombra un gabinete multipartidista por primera vez en la historia.
Estos eventos en realidad no son más que la evidencia cívica y política de un cambio progresivo y creciente más importante y fundacional: hoy somos una ciudadanía más informada, educada, vigilante y exigente. Nosotros los de ahora ya no somos los de antes. Ya no somos adolescentes que firman cheques en blanco cada cuatro años; por el contrario, ahora tenemos claro que los autores principales de nuestro destino cívico somos los ciudadanos, no los partidos ni las ideologías.
La Tercera República es, si se quiere, un nombre retórico, una licencia literaria. Llámenla como quieran. El nombre que le demos al tiempo presente no va a cambiar las cosas. La realidad es que estamos en el nacimiento de una nueva Costa Rica que reclama niveles superiores de democracia para hacer una nación más justa y moderna.
La Tercera República es la cuna limpia que dejaremos a nuestros hijos y nietos para que crezcan y prosperen como lo hicimos nosotros en la Segunda República. A ellos les tocará en algún momento fundar la Cuarta República, porque los retos de las generaciones suelen repetir.
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