Recientemente, un conocido intentaba convencerme de que el uso de la palabra feminazi era correcto porque se pueden ubicar referencias en páginas web como Urban Dictionary y Wikipedia. A pesar de los enlaces que me envió, no logró hacerme cambiar de opinión. El hecho de que una expresión sexista aparezca en sitios de referencia, en lo personal, solo me muestra que hay una cultura machista que valida y utiliza estas palabras. A la luz de las denuncias asociadas con los feminicidios y las luchas a favor del aborto, este insulto es recurrente en la sección de comentarios de cualquier página de Facebook. A pesar de la aversión que pueda generar ser encasillada bajo esta etiqueta, este es el momento para no tenerle miedo a la palabra feminismo.
El poder de las palabras es impresionante. No necesito un título universitario para saberlo. Hay palabras que sanan como un bálsamo, hay palabras que lastiman y hay otras que causan temor. El término peyorativo de feminazi lastima y humilla a las personas que creen que hay otra manera de convivir, una forma más justa, más igualitaria. Sin embargo, la palabra feminazi surgió porque hay otra palabra más temida: feminista.
“No es que sea feminista, pero si defiendo la igualdad”. Si estamos a favor de la igualdad de género, ¿por qué nos da miedo identificarnos como feministas? Los grupos hegemónicos han hecho un gran trabajo en construir la imagen de la mujer feminista como una persona extremista, irracional y androfóbica. Realmente, no son muchas las personas que en primera instancia quieran ser asociadas con esta imagen de rebeldía absurda. Sin embargo, lo que podemos recordar es que el feminismo es un espectro: cada persona puede alinearse a las diferentes luchas feministas en diversos niveles, lo cual es totalmente válido porque cada quien tiene sus propias causas que le apasionan.
¿Qué es ser feminista? Es la indignación de saber que las mujeres en Costa Rica deben caminar con muchísimo cuidado porque las siguen, las violan y las matan. Es unirse al dolor colectivo al ver como la oleada de femicidios se lleva a otra de nuestras amigas, a otra de nuestras hermanas. Es entender la frustración de que te pregunten si estás casada y planeas tener hijos durante una entrevista laboral. Ser feminista también es sentir la esperanza de que este país puede disfrutar de una paz verdadera, no la simple ausencia de guerra. Es sentir solidaridad y empatía por las personas que luchan por causas diferentes a las nuestras porque enfrentan otro tipo de retos. No hay que tenerle miedo a una palabra que representa una inconformidad por lo que está mal y una perseverancia por lograr una mejor calidad de vida incluyente.
Este es el momento de llevar este título con orgullo. Personalmente, el feminismo me cambió la vida, me empoderó y me unió a otras chicas y chicos que pensaban y se sentían como yo. Antes caminaba sola, ahora camino en conexión con miles de personas alrededor del mundo que creen que existe otra manera de convivir. Una forma que a veces se siente utópica, en la cual todos los seres humanos son iguales, independientemente de su género. Decidirnos a ser orgullosamente feministas es un camino largo, pero no solitario. No le tengás miedo.
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