Última entrevista de una serie de tres realizada para Lilith Zine.
Lilith Zine es una revista feminista independiente costarricense que presenta una respuesta radical a lo que es considerado “contenido para mujeres”, en especial, la “revista femenina” tradicional, popularizada en los años 50. Se basa en teoría feminista, la interseccionalidad y el desafío de convenciones sociales.
Dentro de la primera edición de Lilith se encuentran tres perfiles de activistas nacionales, dos ilustraciones con mensajes feministas, dos poemas, un spread de fotos por Rose DiMarte y una crónica central. Por tanto, el día de hoy se presenta la entrevista realizada a Laura Astorga Carrera, tanto escrita como en video.
Cuando llega Laura, nos quedamos atónitos. Esto sucede porque al instante queda claro que acaba de entrar en el estudio una gran personalidad capaz de dominar cualquier habitación. Ella es bajita, mide 1'55 o menos, y lleva un vestido abotonado que parece sacado directamente de principios de los 70's. Su pelo gris, que le llega hasta los hombros, está peinado hacia atrás con ondas que evocan el estilo vintage del antiguo Hollywood. Ha venido con su hija Carlota, una estudiante de antropología de 17 años de voz muy suave y ojos tímidos. Entregándole su bastón de madera, Laura se acerca a la silla que le hemos preparado frente a la cámara.
"¿Adónde miro?" pregunta Laura, recogiéndose un rizo en la coronilla.
"Acá, viéndome a mí", le digo. "¿Puede presentarse?"
“Bueno. Soy Laura Astorga Carrera. Tengo casi 50 años. Yo ya tengo como dos años de decir que tengo como 50. Lo más bonito que descubrí como un motivo de investigación y propósito pasó hace 10 años y tuvo mucho que ver con la infancia de mi hija en donde yo tuve que decidir cómo hacer para educarla sin que consumiera todo [lo de] Disney porque hago cine. O pretendía hacerlo.”
Me explica que ni siquiera los cineastas masculinos, que son notoriamente mucho más privilegiados que las féminas, tienen posibilidades reales de hacer cine. Simplemente no hay muchas oportunidades. Por eso muchos artistas tienden a irse de Costa Rica.
Volviendo a Carlota y su crianza, Laura comparte que llegó a un punto en el que se enfrentó a muchas preguntas sobre la representación de la mujer en los medios y cómo eso afectaría a su hija. Eso la llevó a crear una herramienta pedagógica que ayuda a detectar patrones misóginos en el cine y la televisión, más tarde llamada El Sexismógrafo, mientras Carlota aprendía sobre la representación femenina, convirtiéndose finalmente en una fan de Studio Ghibli. Esto parece alegrar mucho a Laura, ya que dicho estudio es conocido por tener protagonistas femeninas de gran fuerza en sus películas.
"¿Usted se considera más una artista, activista o cineasta?".
Se toma un momento para pensarlo.
“Me gustaría posicionarme en un lugar más bien político. Me gustaría [identificarme como] política, pero la gente casi no entiende esta manera de hacer política.”
Laura considera que los artistas, más concretamente los cineastas que trabajan dentro del género de ficción, tienen un podio político bastante poderoso. Cuando dice "político" se refiere a que millones de personas ven lo audiovisual sin juzgarlo demasiado, sino que optan por bajar la guardia y suspender su incredulidad porque son conscientes de que una película tiene una realidad completamente distinta en sí misma. Entran en un estado de disfrute y esto permite que las películas entren en el subconsciente del público y cambien algunas de sus formas de ver el mundo.
“Quienes hacemos ficción te ponemos a sentir como espectador y sobre la emoción hay tal vulnerabilidad que, si te convencimos ahí, no hay vuelta atrás y tiene más poder que una tesis de cómo se va a construir un país o de cómo se va a gobernar.”
Pasando al activismo, Laura comienza a detallar las diferentes barreras que se interponen a que las feministas adquieran conocimientos basados en herramientas como El Sexismógrafo.
“Algunas personas por declararse feministas o por ser mujeres, o no heterosexuales o queer se perciben como que ya tienen ese conocimiento adquirido, como si tuviera una característica biológica u hormonal, que no es [así] para nada”.
Explica que el primer paso hacia una conciencia social es admitirse a una misma que todas hemos interiorizado la misoginia, el racismo y el capacitismo, no desde un lugar de maldad, sino porque así nos condicionaron de niñas. El siguiente paso es encontrar una figura docente, alguien que te guíe en teoría y literatura feminista. Otra clave para comprender mejor el mundo que nos rodea son las ciencias sociales.
Laura tiende a sentir que constantemente lleva en sus manos un tesoro de un millón de dólares en forma de esta sabiduría, esta experiencia que puede beneficiar a las mujeres y activistas de todo el mundo. Sin embargo, lo más frustrante es que, por mucho que ofrezca a otras personas una parte de este tesoro que ha encontrado, nadie parece estar realmente interesado en adquirir una nueva perspectiva. Al menos no en Costa Rica.
Atribuye este fenómeno a la forma en que se nos enseña a las mujeres a ver a nuestras compañeras como mera competencia, algo que da lugar a un odio muy fuera de lugar. Y no es personal, no es voluntario, simplemente se remonta a los ideales que nos han adoctrinado. Desmantelar este odio es esencial para desarmar la misoginia, porque ¿cómo podemos enfrentarnos al patriarcado si ni siquiera podemos mantenernos unidas?
“Hay una sección de mis talleres que es solo para mujeres y es para generar alianza política y esta no es que somos mejores amigas, no es que vamos a ir de viaje juntas, es que vamos por el [mismo] objetivo.”
Otro consejo que ofrece es apoyar el trabajo de las demás en lugar de descalificarlo. Debemos aprender a obedecer a las mujeres que ocupan puestos de poder y que saben lo que están haciendo sin tener que consultar cada una de sus decisiones con otras mujeres o, peor aún, con hombres. Para darnos un ejemplo, Laura dirige su atención a Cris, la directora encargada del acompañamiento audiovisual de esta entrevista.
"Digamos que Cris está dirigiendo un proyecto y me pide una luz azul. Adelante, Cris, pedime una luz azul".
"Quiero una luz azul", ordena Cris desde detrás de la cámara.
"Entonces, lo que pasa es que te voy a preguntar", Laura mira a Joaquín, otro miembro de nuestro equipo. "Joaquín, ¿ella quiere azul? ¿De verdad quiere azul?"
Lo que acaba ocurriendo es que, independientemente del lugar que ocupe una mujer en la jerarquía de una empresa u organización, acaba siendo cuestionada en lugar de seguida. Otro problema suele surgir cuando cuestionamos continuamente a las mujeres en el poder y es que, inconscientemente, esperamos que ellas nos guíen en nuestros propios papeles ("¿Qué tipo de azul, Cris? ¿Y de qué tamaño? ¿Estás segura? ¿Podés escribírmelo?"), por lo que las obligamos a maternarnos.
Me llama la atención esta observación porque es muy cierta. ¿Por qué esperamos que las mujeres en el poder asuman una posición de madre y nos micro gestionen en lugar de respetar su autoridad? ¿Tenemos que suavizar siempre el papel de la mujer hasta convertirlo en algo menos amenazador, como el de una madre? Me viene a la mente Ida Lupino, una de las primeras directoras de Hollywood que, con bastante ingenio, optó por que su equipo, en su mayoría masculino, se refiriera a ella como "madre" para que no se sintieran intimidados. Pero eso fue hace casi setenta años.
Le pregunto a Laura sobre la importancia de luchar contra el capacitismo como comunidad feminista.
“Bueno, yo siendo una persona con una discapacidad que por momentos es invisible y que yo he procurado que sea invisible, voy a explicar por qué. De pronto ahora hay un montón de circunstancias en las cuales te piden que rellenés y digás qué tipo de discapacidad hay, cuáles serían las circunstancias adaptivas que necesitás y todo. Pero también les digo, ojo, cuidado con esto porque es una herramienta de discriminación también. (…) Me molesta la hiper clasificación porque no estoy segura de que socialmente estemos maduros para saber qué hacer con eso. Estamos demasiado habituados a que lo que se hace con eso es rechazar.”
Vincula la experiencia de ser una mujer con una discapacidad a la forma en que como sociedad se nos enseña a ver a las mujeres como madres y cuidadoras.
“Para las mujeres es más pesado el capacitismo porque es como no poder ser. No podés potencialmente ser madre entonces no existís. Es insoportable porque inmediatamente asocian que, si no vas a poder encargarte de siete cosas a la vez por tu discapacidad, sea física o intelectual, no podés maternar. Entonces es, ¿para qué existes, amiga?”
Sobre la representación de las mujeres con discapacidades en los medios de comunicación, señala que sólo hay un programa que lo ha hecho correctamente: Woo, una abogada extraordinaria. Más allá de ese, la mayoría de las historias sobre discapacidades están protagonizadas por hombres.
“¿Cuándo más veo en esto a una mujer? Una vez lo vi en [un show de] Corea de una abogada. Nunca más. O sea, es impresionante. Es como nunca más.”
Y no son sólo los hombres quienes ocupan el centro de la atención cuando se trata de luchar por los derechos de los discapacitados. De hecho, como me informa Laura, a las personas discapacitadas les resulta increíblemente difícil participar en el activismo porque la mayoría de los movimientos de discapacidad nacen de las personas que les cuidan, como sus padres o acompañantes. Es crucial dejar que las personas con discapacidad lideren su propia lucha, así como acomodar otras formas de activismo como el feminismo a sus necesidades.
Debemos preguntarnos cómo puede nuestra comunidad ser más inclusiva con las mujeres discapacitadas a la hora de organizar protestas, marchas y manifestaciones. También debemos preguntarnos cómo podemos visibilizar sus experiencias de una manera respetuosa y feminista. La verdad es que nos guste o no, elijamos reconocerlo o no, las mujeres discapacitadas existen y son tan importantes como las mujeres neurotípicas y sin discapacidad.
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Laura Astorga Carrera aparece en Instagram como @lauraastorgacarrera y @el_sexismografo. Su TikTok es @lauraladelsexismografo y su correo [email protected]