Cada mañana, Mayela se levanta antes del amanecer en su casa en Heredia. Deja a su hija Ana vestida para el kínder y la encarga a la abuela antes de subir al bus que la empresa le asigna. Le espera al menos hora y media de viaje hasta llegar a su trabajo en una planta de dispositivos médicos en el Coyol de Alajuela.

Julián no tiene esa suerte. Es cocinero en una soda dentro de una zona franca también en el Coyol, pero para llegar debe tomar dos buses del transporte público. Sale todavía más temprano que Mayela y va cruzando los dedos para que el puente no esté muy “pegado” ese día.

Mayela y Julián son parte de los aproximadamente 45 mil costarricenses que encontraron trabajo en el Coyol en alguna de las decenas de parques industriales y compañías multinacionales que están en la zona, o bien, en las centenas de empresas de mediana y pequeña dimensión que son proveedoras de insumos y servicios de las compañías extranjeras.

A ambos la versión “recortada” del tren eléctrico los afecta, sin importar que ellos y sus empleadores tienen un rol clave en la economía y la producción del país.

Quienes hemos escuchado directamente a los trabajadores y a las empresas, hemos comprendido los retos del clima de negocios, sabemos que las decisiones de infraestructura y movilidad deben responder a las necesidades de las personas como Mayela y Julián, y también a las exigencias del aparato productivo. Y son además uno de los elementos de mayor peso en la valoración que hacen los inversionistas para nuevos proyectos.

La ruta original del tren eléctrico lo tenía claro. En Coyol y alrededores, hoy se concentra uno de los principales polos industriales del país, es el corazón del clúster de ciencias de la vida. Basta con dimensionar que 50 de las 92 compañías multinacionales instaladas, se encuentran ubicadas en Alajuela, la gran mayoría de ellas precisamente en El Coyol.

La mayor parte de los colaboradores de estas empresas son operarias y operarios, a quienes se suman administrativos, técnicos y ejecutivos. Todos ellos comparten un mismo deseo: tener un trabajo digno y de calidad, pero que les permita balancear el tiempo con sus familias. El perder horas valiosas de sus jornadas en el tránsito de la Bernardo Soto se los limita.

Actualmente, para dar solución a la inexistencia de opciones de transporte público interconectado con los cantones de donde provienen los trabajadores, las empresas han tenido que organizar decenas de rutas privadas para trasladar a su personal, lo que incrementa la congestión, eleva los costos logísticos y reduce la competitividad.

A esta realidad ya existente se suma el crecimiento industrial de Grecia, donde ya se desarrollan tres nuevas zonas francas y se prevé en los próximos 18 meses, la apertura de siete proyectos vinculados al sector de ciencias de la vida, que generarán cerca de 3.700 nuevos empleos.

Sin duda alguna, es una noticia que debe celebrarse, pero también planificarse pues, incrementará en buena medida, el flujo de personas que deberán desplazarse por la misma ruta que hoy conecta con Coyol.

El ilógico recorte: el trazado en su propuesta original, llegaba hasta la zona de Coyol, lo que habría permitido conectar de forma directa con uno de los principales corredores industriales del país convirtiéndose el tren en un colaborador clave de su crecimiento.

El proyecto además planteaba estaciones intermodales que facilitarían la conexión con otros medios de transporte público, mejora de los servicios de autobuses, permitiendo a las personas combinar el tren con rutas de bus o traslados locales hacia sus lugares de trabajo.

Esto no es nuevo, ocurre en países como Alemania, Corea del Sur o Francia, donde los sistemas de transporte integrados mejoran la calidad de vida de las personas. Ese modelo es perfectamente replicable en Costa Rica y la ruta hacia Coyol era el punto lógico para comenzar.

Ese tipo de soluciones, integrales y planificadas, nos mostraban como un país que piensa en grande, reconociendo que nuestra competitividad depende tanto de la infraestructura como del bienestar de las personas.

Por el contrario, la versión recortada del tren no solo achicó la ruta, está achicando nuestra visión país.

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