Cada día, en algún punto del país, una estructura comienza a levantarse. Puede ser una vivienda que albergará historias, una escuela que abrirá oportunidades o una planta industrial que generará empleo. Pero detrás de cada diseño y cada jornada de trabajo hay algo más que cálculo, varilla y cemento: hay confianza, progreso y una huella ambiental. Cada obra genera impactos, riesgos y oportunidades que influyen directamente en la vida de las personas y en el entorno que compartimos.

Por eso, hoy —no solo en el futuro— estamos obligados a mirar más allá del resultado físico. La gran pregunta es cuál es la huella que quiere dejar el sector construcción en el país y en sus comunidades. La sostenibilidad dejó de ser una aspiración o un requisito adicional; es una nueva forma de entender el valor de construir: planificar con visión de largo plazo, proteger los recursos naturales, reducir impactos y generar beneficios reales para las comunidades y la economía.

La Ruta Sostenible, impulsada por la Cámara Costarricense de la Construcción, nace precisamente de esa convicción. Es una hoja de ruta construida de manera colaborativa con más de 400 personas de 138 grupos de interés del sector: empresas, instituciones públicas, banca, cooperación internacional, academia y organizaciones sociales. La estrategia refleja un sector que reconoce su impacto, su responsabilidad y, sobre todo, su capacidad de transformación.

Costa Rica enfrenta retos urgentes. El crecimiento urbano y la presión sobre los recursos exigen soluciones más eficientes: edificaciones de alto desempeño energético, infraestructura resiliente al clima y materiales de menor impacto ambiental. Esta transición es inaplazable y debe acompañarse de una gestión social responsable y cercana a todos los grupos de interés.

Pero esta transformación no es solo un deber ambiental: es una oportunidad económica. La sostenibilidad fortalece la competitividad. Las empresas que adoptan prácticas eficientes reducen costos, optimizan recursos y generan ahorros durante el ciclo de vida de las obras. Integrar economía circular, innovación tecnológica y buena gobernanza eleva la productividad, reduce costos, abre puertas a nuevos mercados y mejora la posición ante inversionistas y socios estratégicos. En un mundo que exige transparencia y desempeño ambiental, el costo de no actuar es cada vez más alto, y significa perder competitividad.

Cada empresa de la cadena de valor del sector tiene un rol: desde quien diseña y planifica hasta quien construye y opera. La Ruta Sostenible ofrece un marco común de acción que orienta al sector hacia una meta compartida: ser más competitivo, más innovador y resiliente, contribuyendo al bienestar del país.

La Ruta Sostenible requiere compromiso activo. La adhesión no es un trámite: es una señal de liderazgo y una apuesta estratégica por prácticas más responsables, eficientes y resilientes. Es asumir un rol en la transformación del sector y alinearse con una hoja de ruta que fortalece la competitividad y la credibilidad empresarial.

El desarrollo de la construcción en Costa Rica no se medirá únicamente en metros cuadrados, sino en el legado que las obras construyan para las próximas décadas. Construir con propósito no es construir más, sino construir mejor, con visión y responsabilidad, para aportar a una Costa Rica más equilibrada y próspera. La gran obra de nuestra generación no será un edificio, sino la transformación cultural de un sector que decidió construir confianza, bienestar y resiliencia.

El desafío que enfrentamos es demasiado amplio para enfrentarlo solos. La sostenibilidad avanza con alianzas reales. Cada actor que se suma amplifica el impacto colectivo y contribuye a un sector más sólido, transparente y preparado para un entorno económico y climático cada vez más exigente.

La invitación es avanzar juntos hacia un sector más competitivo, más resiliente y comprometido con el progreso del país. No se trata de construir solo infraestructura, sino de construir futuro.

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