Costa Rica ha construido buena parte de su reputación internacional sobre la calidad de su educación. Pero hoy esa fortaleza enfrenta una paradoja: el sistema que alguna vez impulsó nuestro desarrollo ya no responde con la misma agilidad a los desafíos de la era digital. La revolución de la inteligencia artificial, la automatización y la economía del conocimiento exige mucho más que títulos y diplomas; demanda creatividad, pensamiento crítico, flexibilidad y, sobre todo, capacidad de emprender.

El país sigue formando profesionales listos para insertarse en el mercado laboral, cuando lo que realmente necesita son personas capaces de crearlo. Ya no se trata únicamente de preparar empleados competentes, sino de formar creadores de oportunidades. En este contexto, el Instituto Nacional de Aprendizaje (INA) y el Ministerio de Educación Pública (MEP) tienen en sus manos una oportunidad histórica: impulsar la creación de un HUB nacional de innovación técnica y emprendimiento, un ecosistema donde la formación profesional, la tecnología y la creatividad converjan para reinventar la economía costarricense.

La idea es sencilla, pero transformadora: que el INA deje de ser solo un centro de enseñanza técnica y se convierta en un laboratorio vivo de innovación, donde los estudiantes aprendan resolviendo problemas reales junto con empresas, universidades y comunidades. Un HUB así permitiría incubar proyectos, acelerar ideas y fomentar la transferencia tecnológica desde las aulas hasta el mercado. La formación técnica pasaría de ser una ruta alternativa a convertirse en un motor de desarrollo regional y en un puente directo hacia la economía digital.

Otros países ya recorrieron este camino. En el País Vasco, el centro Tknika revolucionó la formación profesional convirtiéndola en un espacio de investigación aplicada y co-creación con el sector productivo. En Colombia, el SENA construyó una red de TecnoParques donde miles de jóvenes desarrollan prototipos y emprendimientos tecnológicos. En Singapur, el modelo SkillsFuture convirtió la educación técnica en una ruta de prestigio con créditos y subsidios para el aprendizaje continuo. En el Reino Unido, los Institutes of Technology diseñan programas alineados con la industria 4.0, y en Estonia, el programa AI Leap integró la inteligencia artificial en todo el sistema educativo, formando estudiantes y docentes con una mentalidad digital desde la escuela.

Estos casos demuestran que la innovación educativa no es un lujo, sino una estrategia de competitividad nacional. Los países que apuestan por la educación técnica como núcleo de su transformación son los que hoy lideran en productividad, desarrollo regional y empleo de calidad. Costa Rica tiene el talento, la institucionalidad y la estabilidad necesarias para hacerlo, pero le falta un paso decisivo: articular sus esfuerzos en torno a una visión país.

El HUB INA podría convertirse en esa plataforma donde la educación se conecte con las necesidades reales del sector productivo, donde la inteligencia artificial se enseñe no solo como una herramienta, sino como una forma de pensar, y donde los jóvenes encuentren un entorno que los impulse a emprender, no a esperar. Las regiones podrían especializarse en distintos ejes —energías limpias, agroindustria inteligente, manufactura avanzada, turismo sostenible, software y robótica— convirtiendo cada sede del INA en un nodo de innovación regional.

Este salto no depende solo de infraestructura o tecnología. Requiere un cambio cultural profundo: formar docentes como mentores de innovación, fomentar la colaboración con empresas, incentivar la investigación aplicada y promover políticas públicas que premien la creatividad y el aprendizaje continuo. La educación técnica debe dejar de verse como una alternativa de segunda y posicionarse como una opción estratégica, de prestigio y de futuro.

Transformar al INA en un HUB nacional no es una utopía, es una oportunidad concreta. Costa Rica podría dar ese paso con tres acciones inmediatas: impulsar un programa conjunto entre el INA y el Sistema de Banca para el Desarrollo para financiar ideas de innovación y emprendimiento nacidas en los centros técnicos; crear una red nacional de innovación que conecte al INA con universidades, municipalidades y empresas; y lanzar un plan de formación en inteligencia artificial y emprendimiento para docentes y estudiantes, orientado a desarrollar pensamiento digital, creatividad y ética tecnológica. Son pasos realistas, posibles y transformadores. Lo que falta no es capacidad, sino decisión. El INA tiene la red, el país tiene el talento y el momento es ahora.

La inteligencia artificial no esperará a que nos pongamos al día. Si Costa Rica quiere seguir siendo un país competitivo, inclusivo y sostenible, debe transformar su modelo educativo con la misma valentía con la que en el siglo XX apostó por la paz y el conocimiento. Un HUB INA no solo modernizaría la enseñanza técnica, sino que daría al país una nueva narrativa: la de una nación que no teme reinventarse, que lidera con talento y que convierte la educación en la fuerza más poderosa de su desarrollo. Porque el futuro no se espera. Se diseña, se programa y se construye. Y ese futuro —si tenemos la visión y el coraje— puede comenzar hoy, desde las aulas de nuestro país tierra de gente pulseadora.

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