Doña Marina Lázaro Morales, falleció a los 70 años el pasado 21 de agosto en la comunidad indígena de Boruca, dejando un legado cultural lleno de colores, formas y sabiduría ancestral. Su trabajo se centró en los tejidos en algodón, propios de la cultura brunca, por medio del cual se narran historias, mitos y leyendas que han construido su cosmogonía.
Junto a un importante grupo de mujeres fundó la Asociación de Artesanas La Flor, que en los años 90 dio forma a un nuevo mecanismo de comercialización del arte de los tejidos, mejorando los precios en compras directas con mercados hoteleros, galerías y otros. A principios de los años 2000, participó activamente en el diseño del Museo Comunitario de Boruca, que se concretó en abril del 2006, como un espacio bidireccional, poniendo énfasis en la memoria histórica comunitaria, pero con una visión amplia de interculturalidad para que los visitantes tuviesen un aprendizaje vivencial. Era la autodeterminación como mujeres indígenas bruncas; la unidad en la acción.
En la inauguración del Museo, doña Marina dijo: "Este museo es un esfuerzo de la comunidad por mostrar nuestra cultura y tradiciones. Poco a poco, creamos este museo y queremos atender aquí a los turistas y a los estudiantes para contarles nuestras vivencias".
También participó activamente en la inserción a la Red de Museos Comunitarios de las Américas, que ha sido fundamental para que el centro cultural fortalezca su concepción como un instrumento de defensa y reivindicación de la memoria y el patrimonio brunca, teniendo como base diversos encuentros y talleres organizados por la Red, compartiendo sus experiencias y contribuyendo a su desarrollo. Incluso, Boruca ha sido anfitrión de dos encuentros con la participación de 15 países del continente en el 2010 y 2024.
Ella forma parte de la Memoria Histórica de Boruca, porque tejió parte de la historia con hilos de algodón; preservando y fortaleciendo la identidad a través de los siglos. En cada tejido plasmó un atlas de conocimientos sobre plantas, raíces, barro, cortezas y múrice.
Doña Marina tomó el hilo de las manos de sus abuelas y la transfirió a las nuevas generaciones, para que sea un hilo que nunca se rompa.
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