En el jardín de mi suegra había una enorme guaria morada que, cuando florecía, parecía abrazar todo el espacio que la rodeada dando a la vez, un toque de calidez al jardín. Al contemplarla en su máximo esplendor, uno no solo veía una flor: sentía algo especial, una mezcla de calma y orgullo. Esa orquídea, nuestra flor nacional, florece en marzo. Y no es casualidad. Florece justo en el mes de mayor luz solar del año, cuando la naturaleza nos recuerda que incluso en medio de la sequía es posible desplegar belleza.
Hoy, más que nunca, necesitamos aprender de esa lección. Porque la salud mental en Costa Rica no es un tema abstracto: es la base de la productividad, de la educación de calidad, de la convivencia y hasta de la seguridad nacional. Y por eso planteo una propuesta clara: declarar la primera semana de marzo como la Semana del Entorno Sano y la Corresponsabilidad en el Bienestar Integral (expediente 25.138).
La elección de marzo no es simbólica únicamente: está respaldada por la neurociencia y la psicología ambiental. En nuestro país, este mes ofrece la mayor exposición a la luz solar, y la luz es mucho más que claridad. Regula el ciclo circadiano, influye en la producción de serotonina y mejora nuestras capacidades cognitivas. Más horas de sol equivalen a más energía, mejor ánimo y mayor disposición para aprender, innovar y transformar.
Marzo, sin embargo, también es un mes duro. El calor agota, las sequías presionan y el cansancio se acumula. Esa ambivalencia no debería verse como un obstáculo, sino como un recordatorio: igual que el campo necesita agua para florecer, nuestras comunidades, empresas y familias necesitan cuidados emocionales y corresponsabilidad para no marchitarse. En el contraste de marzo se revela la resiliencia que necesitamos cultivar como país.
La guaria morada nos ofrece un símbolo adicional. Florece en marzo, en medio de la sequía, y al hacerlo despierta un sentimiento compartido de identidad y pertenencia. Nadie la mira sin reconocer algo profundamente costarricense en ella. Y esa es precisamente la esencia de los entornos sanos: no florecemos aislados, florecemos cuando nos sabemos parte de algo que nos sostiene.
Una visión país
Declarar oficialmente la primera semana de marzo como la Semana del Entorno Sano no sería un simple gesto simbólico. Traería consigo varios aportes de fondo: visibilizaría la importancia de la salud mental en la agenda nacional, aprovecharía el momento del año en que la población está más receptiva, impulsaría políticas y prácticas sostenibles en empresas, instituciones y comunidades, y reforzaría nuestra identidad cultural al unir ciencia, tradición y sentido de pertenencia. Además, posicionaría a Costa Rica en el escenario internacional no solo como un país verde, sino también como líder en bienestar emocional y social. En síntesis, sería una estrategia país que nos recordaría cada año que el entorno sí importa y que la salud mental es una responsabilidad compartida, tan esencial como la sostenibilidad ambiental o la paz que tanto defendemos.
Costa Rica ya celebra fechas internacionales relacionadas con la salud mental y el bienestar. Pero esas efemérides —octubre, septiembre, junio— coinciden con épocas de baja receptividad biológica: cielos nublados, lluvia, fatiga. En cambio, marzo nos brinda claridad, símbolos culturales y condiciones ambientales que facilitan sembrar conciencia colectiva.
La pregunta no es si el entorno influye en nuestra vida, sino si estamos dispuestos a corresponsabilizarnos para hacerlo verdaderamente sano. Marzo, con su luz y su guaria morada, no solo nos invita a responder: nos inspira a actuar.
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