Polarización, inseguridad, desconfianza hacia la clase política y desigualdad económica y social alentan la aparición de este tipo de movimientos.

La suma de cuatro factores que ya se asoman en el panorama nacional podría detonar la aparición de partidos políticos de extrema izquierda o de derecha.

Aunque en el papel ninguno de los partidos inscritos ante el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) se identifica bajo el alero de un extremismo, algunas de sus ideas podrían ser caballo de batalla para atraer votantes. Esta es una posición que no descarta José Andrés Díaz, coordinador del programa Umbral Político del Instituto de Estudios Sociales en Población (Idespo) de la Universidad Nacional (UNA).

A pesar de ello, considera difícil que ideas o ideologías vinculadas con polos extremos logren adeptos en una nación cuyos habitantes tradicionalmente se identifican con partidos más de centro, con una leve inclinación hacia la derecha.

Factores

Díaz señala que, en alusión a la frase de que “en política cualquier cosa puede pasar”, existen elementos que funcionan como semillas para la aparición de ideas alineadas al extremismo: uno de ellos es la polarización social.

La polarización facilita y abre la puerta hacia cualquiera de los espectros. Esto pasa porque las personas se vuelven más intransigentes, se hace más difícil negociar o llegar a consensos; comenzamos a ver al otro o al que piense distinto a nosotros como el enemigo. Es un fenómeno que estamos viendo en Costa Rica que se ha acrecentado de una década hacia atrás”.

El más reciente informe del Programa Análisis de Coyuntura de la Escuela de Sociología de la Universidad Nacional (UNA) lanza una alerta en el mismo sentido, a propósito del inicio de la contienda electoral.

Los investigadores de dicho programa consideran que la incertidumbre y la confrontación se podrían intensificar, dadas las limitaciones del Gobierno para alimentar la confianza y la estabilidad que requiere el país.

Los grupos que alienten discursos extremistas podrían aprovechar esa polarización.

El segundo factor tiene que ver con las condiciones económicas de una nación. Costa Rica es un país de ingresos altos, “pero muy caro en la región, y las personas no viven en condiciones que reflejen esa realidad”, explicó el académico del Idespo-UNA.

En general, la desigualdad económica que se traduce en una mayor inequidad social genera frustración y enojo en las personas, que pueden sentirse atraídas por discursos radicales en plena época electoral, agregó.

El tercer factor es el propio desencanto que la ciudadanía puede sentir hacia la clase política del país. “Hay un discurso en Costa Rica que ha calado y que me parece terrible: que todo político es malo y que si alguien quiere incorporarse en la política es porque se trata de una persona corrupta o tiene un interés. Eso lleva a otro mensaje: los partidos no son necesarios”, explicó Díaz.

Esto entraña un gran riesgo para la democracia, de acuerdo con el experto, y se trata de la pérdida de la visión de la política como un elemento colectivo, donde un grupo nutrido de personas hace aportes, se establece un estatuto y se elige a un candidato. Ese colectivo tendrá la responsabilidad de dar seguimiento a las acciones que ejecute la persona electa y llamarlo a cuentas en caso necesario.

Eso se pierde con el vaciamiento de los partidos, aquellos llamados ‘taxi’, donde no existe tal cohesión”.

El académico estima que los partidos deben ser estructuras que funcionen los 365 días del año y no solo durante un proceso electoral; deben contar con comisiones establecidas, una revisión constante de lo que ocurre en el país, plantear propuestas acordes con su carta ideológica, redactar proyectos de ley y mantener una cercanía con sus bases.

El cuarto factor representa la principal preocupación de los costarricenses hoy día: la inseguridad. Estudios de opinión del Idespo-UNA y del CIEP-UCR lo confirman. De por medio, pueden surgir figuras e ideas mesiánicas que ofrecen al electorado una solución al problema. Díaz puntualizó:

Pueden surgir mensajes de mano dura, por ejemplo promesas de encarcelamiento masivo. Ese discurso resulta muy atractivo cuando la población está desencantada y vive con miedo”.