Entre el 5 y el 14 de agosto, más de 170 países y 600 organizaciones se reunirán en Ginebra, Suiza, para tomar acciones ante una de las crisis globales más urgentes: la contaminación por plásticos. Frente a los daños cada vez más evidentes que genera este material en la biodiversidad y la salud humana, la Asamblea General de las Naciones Unidas acordó, en 2022, iniciar la negociación de un instrumento jurídico internacional, ambicioso y vinculante, para contener esta amenaza.
La negociación aborda temas clave: medidas sobre todo el ciclo de vida del plástico (desde su diseño y producción, hasta su consumo y gestión), restricciones a productos plásticos problemáticos o innecesarios, fomento de la Responsabilidad Extendida del Productor (REP), impulso a la innovación en ecodiseño y transición justa para las personas trabajadoras del sector informal del reciclaje. También, busca promover incentivos económicos que viabilicen una economía circular efectiva.
Esta reunión promete ser la última del proceso de negociación. El momento es decisivo. Se pondrá a prueba la capacidad del multilateralismo para alcanzar consensos que verdaderamente protejan la vida humana. Porque esto no es solo una agenda ambiental: es un tema de salud pública, de justicia climática y de derechos humanos.
Para reducir la contaminación por plásticos, hay que reducir su producción
Pese al respaldo general al enfoque de ciclo de vida, persisten resistencias al establecimiento de compromisos para reducir la producción global de plásticos vírgenes. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ha sido clara: sin una reducción sustancial, no será posible evitar la crisis ambiental, sanitaria y climática que se avecina.
El plástico es un derivado del petróleo. Si no se adoptan medidas ambiciosas, su producción podría casi triplicarse al año 2060. Este rumbo compromete los objetivos del futuro tratado y pone en jaque las metas climáticas globales. No podemos ignorar una premisa clave del Acuerdo de París: el desarrollo económico debe avanzar sin aumentar las emisiones contaminantes. Un acuerdo sin compromisos de reducción sería incompatible, también, con el derecho a un clima sano, ya reconocido por instancias como la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Los desechos plásticos sí existen: urge una economía circular real
La promesa del reciclaje ha sido sobreestimada. Solo el 9% de todo el plástico generado en la historia ha sido efectivamente reciclado. Que un producto sea “reciclable” no garantiza que lo será. Es momento de romper con la falsa ilusión de que el reciclaje, por sí solo, nos sacará de esta crisis. En ese sentido, el primer paso consiste en reconocer que la responsabilidad no puede recaer únicamente en los consumidores. Se requiere una corresponsabilidad clara: los productores deben asumir el costo de recuperar y gestionar sus productos, y apoyar el financiamiento de la infraestructura necesaria para ello. Los esquemas de REP son esenciales, y este acuerdo es una oportunidad única para acelerar su implementación efectiva en nuestros países.
Respiramos, bebemos y comemos plásticos: el riesgo a la salud es innegable
Parece ciencia ficción, pero lo cierto es que tenemos plástico en nuestros cuerpos. Llegó a nuestra sangre, pulmones, intestinos, placenta y leche materna. Esto ocurre, precisamente, porque el plástico no se degrada naturalmente en el ambiente, sino que se fragmenta en microplásticos. La exposición a esta sustancia química debe ser una preocupación que llame a la acción en la negociación, considerando, por ejemplo, que algunos aditivos presentes en plásticos son disruptores endocrinos que alteran los sistemas hormonales del cuerpo y están vinculados a problemas de infertilidad y ciertos tipos de cáncer.
Nos ahogamos en plástico innecesario. Nuestro océano, también
Cada año, más de 14 millones de toneladas de plástico llegan al océano. Incluso en las profundidades más remotas del mar, hay rastros de esta contaminación. Muchas especies, como tortugas y aves marinas, mueren por ingerir o enredarse con plásticos. La comunidad científica y las organizaciones presentes en Ginebra han sido enfáticas: el plástico no se integra al entorno, persiste, inclusive durante siglos, y afecta gravemente la salud de los ecosistemas.
Por un tratado ambicioso y transformador
La meta no debe ser alcanzar todo o nada. El desafío es negociar: lograr un tratado integral, que combine políticas efectivas como la reducción de plásticos innecesarios, esquemas reales de circularidad, impulso al diseño sostenible y transición justa. La OCDE lo ha demostrado: con una combinación adecuada de acciones, es posible marcar una diferencia significativa en el corto plazo.
Si queremos océanos vivos, comunidades sanas y un planeta habitable, no hay opción: debemos transformar nuestra relación con el plástico. La ambición no es un lujo. Es una obligación moral y política.
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