La economía costarricense ha gozado en los últimos años de una notable estabilidad macroeconómica, finanzas públicas fortalecidas, y un régimen especial de comercio que ha sostenido nuestro crecimiento. Pero señales recientes, tanto externas como internas, obligan a encender las alertas. Las nuevas previsiones del Banco Central, el endurecimiento comercial en Estados Unidos, caídas en la inversión directa extranjera y cierre de algunas operaciones son hechos que debemos tomar muy en serio.

En su más reciente Informe de Política Monetaria (IPM julio 2025), el Banco Central revisó al alza su proyección (la proyección previa era de abril 2025) de crecimiento económico para este año (de 3,6 % a 3,8 %), pero redujo la estimación para 2026 (de 3,8 a 3,5). Confirma así una realidad que ya veníamos advirtiendo: nuestra economía enfrenta un entorno incierto, con riesgos crecientes para el dinamismo que han estado proveyendo las zonas francas. El régimen de comercio especial aporta alrededor de un 14% del producto interno bruto (PIB), pero se estima que en 2025 contribuirá a un 29% del crecimiento esperado. Para el año siguiente la contribución al crecimiento del PIB estimado por el BCCR disminuirá a la mitad (14,1%).

Por más de dos años, la inflación interanual se ha mantenido por debajo del rango meta e incluso negativa (-0,22 % en junio y negativa en 18 de los últimos 24 meses). A pesar de ello, el Banco Central mantuvo por ocho meses sin cambios la Tasa de Política Monetaria (TPM), lo que ha mantenido elevado el tipo de cambio real y ha presionado sectores como agricultura, construcción y turismo. En estos últimos años el tipo de cambio ha descendido a los niveles de hace más de 10 años con grave perjuicio para el turismo y los sectores exportadores y que compiten con importaciones en el mercado local. En su sesión del 17 de Julio recién pasado la Junta Directiva del BCCR redujo en 0,25 puntos porcentuales la TPM.

Con relación al empleo el IPM de julio 2025 señala buenos resultados en la caída de desempleo y aumento generalizado del ingreso de los trabajadores. Me extraña que no se comente que según los datos a mayo la caída en la tasa de participación hace que se cuente con 36.833 puestos de trabajo menos que hace 5 años (antes de la pandemia), mientras la población de 15 años y más ha crecido en 274.407 personas.

Un dato muy inquietante es la reciente caída de la inversión extranjera directo (IED), especialmente en el régimen de comercio especial. Según el BCCR, en el primer trimestre de 2025, la IED total cayó 25,4 % y la dirigida a zonas francas lo hizo en un preocupante 47 %.

Claro que se trata de un trimestre y las cifras de IED pueden ser muy variables a lo largo del año.

Pero esta disminución de la IED sería muy impactante incluso si solo se mantuviera parcialmente durante el año.

A esto se suman los anuncios del cierre de operaciones de prueba y ensamblaje de INTEL y el abandono que Qorvo hace del país, dos actores claves en la industria de semiconductores. Esto representa no solo la pérdida de empleos de calidad, sino una amenaza directa al ecosistema tecnológico que tanto ha costado consolidar.

El panorama se complica aún más con la política comercial del presidente Trump.

Mientras continuaban las negociaciones de Costa Rica con Estados Unidos, el presidente Trump anunció que nos corresponde un 15%, mientras algunas otras naciones tienen un 10%. Estos aranceles se aplican a todas las importaciones hacia Estados Unidos, incluidas las provenientes de países con tratados de libre comercio vigentes como Costa Rica, excepto el de América del Norte. Esto significaría, en los hechos, una ruptura unilateral del CAFTA-DR por parte de Estados Unidos, si se aplican esos aranceles sin respetar sus disposiciones. Además, representa un cambio drástico en las reglas del comercio internacional, cuyas repercusiones podrían ser graves para nuestro país.

Se afectarán nuestras exportaciones tradicionales como café, banano, piña que tendrían que competir con naciones con un menor arancel por tener una balanza comercial favorable a Estados Unidos, lo que determina una taza arancelaria de 10%, una tercera parte inferior a la nuestra. También nos vemos afectados por la competencia en condiciones muy inferiores con México, al que no aumentarían los aranceles a los bienes incluidos en el tratado comercial con Estados Unidos y Canadá y que incluso no tiene ningún arancel adicional mientras negocian por 90 días más.

Este efecto negativo a las exportaciones tradicionales se da en el sector que crea más oportunidades laborales para trabajadores con pocas calificaciones, cuando como he señalado- no se ha siquiera recuperado el nivel de empleo previo a la pandemia.

Es una situación similar a la desventaja que vivimos cuando el Tratado de Comercio entre Estados Unidos, México y Canadá en los noventa creó una situación de acceso al mercado estadounidense muy ventajosa para México, en comparación con la nuestra bajo la Iniciativa de la Cuenca del Caribe (ICC). Me tocó entonces liderar la acción de Centro América y el Caribe hasta que logramos que Estados Unidos aprobara las modificaciones a la ICC que emparejaron la cancha.

También se afectarían las exportaciones del régimen especial que han venido aportando el dinamismo a nuestra economía. Especial consideración merece el peligro para nuestro principal rubro de exportaciones, los implementos médicos´, que México también exporta a Estados Unidos.

Por lo anterior es muy importante la determinación del gobierno de Costa Rica de continuar con las negociaciones con Estados Unidos que están en curso.

Por otra parte, el presidente Trump ha anunciado su deseo de poner fin a la Ley Chips de 2022. El plan fiscal y presupuestario aprobado en julio de 2025 a propuesta del presidente Trump incluye un crédito tributario del 35% para proyectos de construcción de fábricas de semiconductores que inicien antes de 2026 en Estados Unidos y no propone incentivos fuera de su territorio. Se presiona para la relocalización de inversiones dentro de Estados Unidos.

Si la Ley Chips desaparece los proyectos y fondos asociados podrían también desaparecer, reduciendo el financiamiento que se anunció el año pasado para fortalecer la fuerza laboral especializada costarricense por medio de un esfuerzo cooperativo con Arizona State University, financiado por esa Ley Chips.

La eliminación de la Ley Chips significaría pérdida de apoyo estratégico y debilitamiento de nuestro atractivo como destino de inversión en la nueva cadena global de chips.

Este conjunto de medidas aumenta la incertidumbre de los mercados internacionales que, además, cada día están menos protegidos por normas que amparen a los participantes.

Ya no basta con celebrar lo logrado. Debemos actuar en favor de la producción tanto en el sector de comercio especial como en el de comercio definitivo. El régimen especial que ha sido el motor del crecimiento reciente muestra vulnerabilidades. La producción de los regímenes especiales presentó tasas de dos dígitos (en mayo 12,3%) mientras que la del régimen definitivo ha tendido a estabilizarse en torno a 1,9%. En el régimen definitivo es donde se genera la mayor parte del empleo para las personas con menor formación laboral y en este régimen se enfrentan en mayor medida los problemas de innovación y productividad, bajos niveles de inversión, inseguridad y carencias de infraestructura.

Este nuevo entorno global, más proteccionista y no sujeto a una competencia con reglas de juego prestablecidas e iguales para todos los jugadores, exige una respuesta nacional decidida.

Es urgente avanzar en reformas como la jornada 4-3, que sigue empantanada más de dos décadas después de propuesta. Necesitamos facilitar el crecimiento del régimen definitivo con mejoras en infraestructura, seguridad, formación técnica, dominio de idiomas, habilidades blandas y acceso a energía asequible a precios más competitivos internacionalmente. La negociación para facilitar el acceso a otros mercados debe acelerarse.

Solo así podremos generar más y mejores empleos, diversificar el crecimiento y reducir nuestra dependencia de un régimen que hoy, aunque aún muy vigoroso, ya muestra signos de fragilidad.

La economía costarricense ha demostrado resiliencia. Pero los tiempos exigen más que aguante: exigen visión, unidad en la acción y un liderazgo capaz de crear acuerdos. Depende de nosotros.

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