La historia de la humanidad es una narrativa de supervivencia, pero también, y quizás más profundamente, de las conexiones humanas. Existe una anécdota ampliamente difundida, atribuida a la antropóloga Margaret Mead, que sostiene que el primer signo de civilización no fue una herramienta compleja o una obra de arte, sino el hallazgo de un fémur humano antiguo que había sanado después de una fractura severa. En la naturaleza salvaje, una criatura con un hueso roto enfrenta una sentencia de muerte; su incapacidad de moverse o cazar la condena. Por contraste, la supervivencia de un individuo con una fractura sanada implica que otros miembros del grupo proporcionaron cuidado, alimento y protección. Este acto de cuidado desinteresado y apoyo mutuo no solo evitó una tragedia individual, sino que marcó el verdadero nacimiento de una sociedad basada en la cooperación.

Hoy, aunque nuestros "huesos rotos" no sean siempre físicos, la esencia de esta metáfora antropológica sigue siendo increíblemente relevante en  el Costa Rica de hoy. Casos recientes, como la valientes denuncias por abusos que se exponen hoy en tiquicia, nos recuerdan que cuando una persona denuncia situaciones de abuso, acoso o violencia, está experimentando una fractura emocional profunda. Es un momento de extrema vulnerabilidad donde el alma se siente expuesta y desgarrada, un eco doloroso de las muchas experiencias que, lamentablemente, aún enfrentan individuos en nuestra sociedad.

Denunciar a quien nos ha dañado es un acto de valor sobrehumano. Es como si, después de una caída brutal, uno se atreviera a levantar la voz y mostrar la herida más profunda, sabiendo que la exposición trae consigo dolor, pero también la posibilidad de sanación. La valentía de hablar a menudo viene acompañada de una sensación de sentirse "quebrada", fragmentada por el peso de lo vivido y el miedo a la incredulidad o el juicio social. En esa fragilidad, el aislamiento puede ser abrumador, un eco oscuro de la vulnerabilidad física de nuestros ancestros, pero con cicatrices invisibles que, de no atenderse, pueden minar nuestra salud física y mental.

Aquí es donde la empatía y la solidaridad se hacen imprescindibles. Así como ese antiguo humano necesitó de su tribu para sobrevivir y sanar su fémur, una persona que ha denunciado necesita de su "tribu moderna" —su entorno, la sociedad y las instituciones— para sanar. Necesita caminar en una sociedad que la acompañe sin juicio y que entienda el rol fundamental que el apoyo juega en la reconstrucción social y personal.

El apoyo incondicional de quienes nos rodean –amigos, familiares, profesionales de la salud, grupos de apoyo– es el equivalente contemporáneo de aquel cuidado ancestral. Escuchar sin juzgar, ofrecer un hombro en el que llorar, validar la experiencia y creer en la verdad de su palabra son actos de compasión que reconstruyen el tejido social y emocional. Cada gesto de empatía es como una "férula" que ayuda a inmovilizar el dolor, permitiendo que la sanación comience y que el individuo pueda reintegrarse plenamente a la vida.

En estos momentos de introspección, es fundamental agradecer profundamente a quienes se convierten en nuestros cuidadores. A esas personas que, sin importar la dificultad, ofrecen su tiempo, paciencia y amor; que no se alejan ante la incomodidad, sino que se acercan con valentía y ternura. A quienes nos tienden la mano cuando nos sentimos perdidas, a quienes nos dan un espacio seguro para llorar, gritar o simplemente existir. A quienes nos recuerdan nuestra fortaleza cuando solo vemos nuestras heridas. Ellos son la manifestación viviente de una sociedad que valora la capacidad de cuidar al que necesita.

La experiencia de denunciar y el proceso subsiguiente de sanación, aunque dolorosos, nos enseñan una verdad fundamental: la resiliencia no es un camino solitario. Es un viaje que se transita en compañía, sostenidas por la red de amor y apoyo que construimos a nuestro alrededor, y que como sociedad debemos comprometernos a fortalecer cada día.

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio. Delfino.CR es un medio independiente, abierto a la opinión de sus lectores. Si desea publicar en Teclado Abierto, consulte nuestra guía para averiguar cómo hacerlo.