Tenía años, digo mal, décadas sin visitar el maravilloso litoral caribe de nuestro país. La espera se rompió hace solo unos días y visitamos el sur de la provincia: Cahuita, Puerto Viejo, Cocles, Manzanillo.  La verdad es que mi memoria no le hacía justicia a la belleza natural y a la nueva oferta turística de la zona. Es un paraíso, una fortaleza con murallas de palma y árboles centenarios. Los monos saltan entre las ramas, se escuchan los cantos de las aves y los perezosos sonríen cual simpáticas Mona Lisas. La oferta cultural es deliciosa: música reggae, cocina afrocaribeña, peinados, artesanías. El lugar simplemente es cautivador, y aunque no lo conozco, he escuchado cosas similares de la zona de Tortuguero y el norte de la provincia.

Sin embargo, hay un enorme escollo, un obstáculo, una trampa que impide una visitación más frecuente y abundante para esta tan olvidada provincia. Me refiero a la Ruta 32. Por mucho, esta debe ser la carretera más peligrosa por la que jamás haya conducido. La ruta 32 es hoy por hoy una contradicción —y no me refiero al ya de por sí peligroso tramo por el parque Braulio Carrillo— estoy hablando del tramo ampliado de la carretera.

Este proyecto tiene el diseño de una autopista, con sus amplios carriles, curvas suaves y apropiadamente peraltadas además de largas rectas. Todo ello invita a conducir a alta velocidad, hasta que súbitamente el conductor se encuentra con un obstáculo tras otro. No hay rotulación, no hay advertencias, no hay iluminación, no hay nada. La ruta en su totalidad está completamente saturada de trampas mortales.

¡Repentinamente el carril izquierdo se cierra con postes improvisados, sin una señal! Los pasos a desnivel nunca se hicieron y se improvisaron rotondas con forma de píldora. La separación con barrera central “New Jersey” está frecuente e improvisadamente demolida para permitir giros en “U” en los poblados. Los cuatro carriles se convierten en dos, lo que implica conducir con la sensación de ir en contravía, sin demarcación y sin advertencias. Conducir es peligroso, difícil y de noche, francamente temerario.

Limón merece más: esta hermosa provincia le brinda al país, entre tantas cosas, cultura, naturaleza, potencial deportivo y una ruta comercial invaluable con salida al Atlántico. La gran pregunta es: ¿Recibirá este gobierno esa carretera en tan deplorables condiciones? ¿Está dispuesto el gobierno a consentir accidentes intercambiando tragedias por un politiquero acto de inauguración? ¿O van a hacer lo correcto y exigir para Limón una carretera de primer mundo que, todo caso, ya tiene bastante trabajo adelantado? La palabra la tiene el gobierno. Veremos.

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