¿Qué elementos son indispensables a toda democracia? ¿Qué tienen en común las democracias egeas, ciertos conventos medievales y algunas democracias contemporáneas? Considero que la democracia descansa en una sencilla razón: toda persona, sin distinción alguna, tiene una vida que vivir, para realizarla honradamente y salvarla. Sin embargo, debe ser realizada en la convivencia política, respetando, enteramente, la dignidad de cada persona. Debemos comprender la dignidad humana para entender la democracia, todo lo que maltrata la dignidad del ser humano vulnera la democracia. Esta se presenta como una forma de gobierno que puede adoptar varios contenidos. La interpretación cristiana de la democracia implica plena igualdad en la protección legal e igualdad de oportunidades, toda vez que, las personas tenemos una igualdad esencial de naturaleza, de origen y de destino, sin perjuicio de desigualdades accidentales.
El cristianismo tendrá, en esto, papel trascendental. Durante los primeros tiempos estará movido por un espíritu nuevo y una cosmovisión diferente. La carta a los romanos se constituye en la Carta Magna del iusnaturalismo cristiano. Por obra de Agustín de Hipona y Tomás de Aquino, se asimila y cristianiza el pensamiento greco-romano, con nociones de ley Eterna, ley Natural y ley Positiva. Al establecer valoraciones humanas nuevas, el cristianismo, abrió enormes posibilidades al derecho. Los juristas cristianos, con su filosofía moral refinan el valor de instituciones jurídicas existentes, las aplican como guía para las nuevas que creará. Prueba de ello es la doctrina cristiana de la relación Hombre-Dios; el hombre como hijo de Dios, está investido de una nueva dignidad que hace que todos sean iguales en esencia. Al subrayar el carácter sobrenatural de la dignidad de persona humana, el cristianismo hace nacer los derechos individuales frente al Estado, que nunca existieron en la antigüedad, pues el Estado había absorbido al hombre; ahora, el Estado, se transforma en un medio para alcanzar la superación moral de la persona humana.
De lo anterior podemos afirmar que, no puede ser un auténtico demócrata quien no comprenda los preceptos del Evangelio: “Y como quieran que hagan con ustedes los hombres, también ustedes hagan con ellos de igual manera” (Luc.6, 31) y “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mc.12,31). ¿Cómo vivir en democracia sin estas normas de tolerancia caritativa? La democracia no funciona sin virtudes. Los soberbios, que rebajan a las personas y deforman la convivencia caritativa, no pueden ser demócratas. Una ley común se impone a todos; esa ley somete a los gobernantes, porque ellos, como clase dirigente, no gobiernan en pro de privilegios sino para el bienestar económico y social de la sociedad. Deben estar comprometidos por la justicia y crear así las condiciones básicas para la paz (Benedicto XVI).
En la interpretación cristiana de la democracia toda persona merece una efectiva protección de sus derechos naturales. Es en la naturaleza y la razón donde encontramos las verdaderas fuentes del derecho (lo justo). Esta idea, que viene de griegos y romanos constituye uno de los fundamentos de la civilización occidental y fue asumida por el cristianismo. En esta interpretación de la democracia “la autoridad -como dice Benedicto XVI- no es soberana, sino que tiene unos límites que debe respetar y que van más allá de las mayorías. Y como estamos en el ámbito de la razón, estamos ante un elemento común a todos, creyentes y no creyentes y, por tanto, válido para cimentar la convivencia común”.
Finalmente, una fuerte voluntad moral de vivir unidos y utilizar exclusivamente los medios legales para la reforma política y social, caracteriza al espíritu democrático, siempre leal a las ideas morales comunes al pueblo. En esta interpretación cristiana de la democracia, tenemos el derecho de desarrollar nuestro pensamiento y de expresar opiniones sin insultar a nuestro prójimo; tomar parte en la determinación de las leyes; criticar actuaciones políticas sin temor a represalias, características esenciales que no pueden darse en regímenes autócratas. Estos principios están fundados en ideas cristianas. Es innegable que tener nociones objetivas de moralidad, representadas por la creencia en Dios, es fundamental para todo nuestro sistema. La única posibilidad de levantar una democracia es mediante el rearme moral y esto requiere volver a los principios cristianos. Los políticos europeos de 1945, luego de la Segunda Guerra Mundial entendieron esto y volvieron su mirada a esos principios. Una sociedad sin Dios no puede esperar otro futuro que el de la degeneración de sus miembros e instituciones.
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