No necesito vivirlo para entenderlo. Me basta con escuchar, observar y pensar con empatía… porque siempre he creído que uno debe pensar con la cabeza, pero sentir con el corazón y con los zapatos del pueblo.

Por eso me dolió que al proyecto de jornadas 4x3 no se le diera vía rápida. No lo vi solo como una decisión legislativa, sino como una oportunidad perdida para muchas personas que trabajan jornadas extensas en zonas francas y apenas tienen tiempo para descansar, estudiar o compartir con su familia. El rechazo de esa moción no afectó a quienes están cómodos, sino a quienes más lo necesitan.

Las personas que trabajan en zonas francas ganan, en promedio, un 53% más que las que trabajan fuera de ese régimen. Esto no lo digo yo, lo dice el Banco Central de Costa Rica.

¿Por qué esa diferencia? Porque estas empresas, muchas de ellas multinacionales, no solo pagan mejor, sino que también exigen mayor preparación, operan en jornadas más flexibles o rotativas, y buscan productividad con beneficios reales para el colaborador, como esos famosos tres días libres.

Y aquí es donde me pregunto: ¿de verdad fue buena idea rechazar la vía rápida al proyecto de jornadas 4x3?

El régimen de zonas francas es uno de los motores más fuertes que tiene Costa Rica. Solo en el último año generó más de 180 mil empleos directos, y representa casi el 14% del producto interno bruto (PIB) nacional. Según datos oficiales, por cada dólar que estas empresas no pagan en renta gracias a los beneficios fiscales, el país recibe $2,80 a cambio.

Pero además del impacto económico, hay un tema de estilo de vida: muchas personas, sobre todo jóvenes, prefieren jornadas comprimidas si eso les permite tener más tiempo para su familia, estudiar, descansar o emprender.

Entonces, no se trata de imponer un nuevo modelo, se trata de dar opciones. Que quien quiera el horario tradicional lo mantenga. Pero que también exista espacio para quienes valoran una estructura distinta.

Decirle no al 4x3 fue, para muchos, decirle no a la libertad de elegir, a la posibilidad de trabajar en algo mejor pagado, más competitivo, y con un estilo de vida distinto. A veces, el miedo al cambio puede salir más caro que el intento por modernizarnos.

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