Los símbolos patrios son la voz del alma de una nación, ecos de su historia y faros que iluminan su porvenir. En Costa Rica, nuestro actual himno resuena con la gesta independentista y los valores de una época fundacional. Al proyectarnos hacia el futuro, surge una pregunta crucial: ¿sigue esta melodía abrazando plenamente las aspiraciones y la identidad de la Costa Rica que anhelamos construir para las próximas décadas?

Un ejercicio de imaginación prospectiva nos invita a visualizar la Costa Rica del 2050, del 2075, incluso del lejano 2100. ¿Qué melodía acompañaría a una nación que ha consolidado la aspiración de abundancia sostenible para todos sus ciudadanos, que irradia bienestar multidimensional, y que se erige como un faro de refugio y paz en un mundo convulso? Este ejercicio no implica desechar el pasado, sino construir sobre sus cimientos.

Nuestra historia nos lega hitos de profundo significado: la abolición de la esclavitud, un acto pionero de justicia y humanidad; la inversión en una educación pública que ha nutrido generaciones de ciudadanos; y la creación de un sistema de seguridad social que ha protegido a los más vulnerables. Estos logros son pilares sobre los que debemos erigir el futuro. Un nuevo himno hipotético podría resonar con estos ecos históricos, celebrando la valentía de nuestros antepasados y reafirmando nuestro compromiso con estos valores perpetuos.

El futuro demanda nuevas notas. El pacifismo, arraigado en nuestra decisión de abolir el ejército, debe trascender la mera ausencia de conflicto armado para convertirse en una cultura de diálogo y resolución pacífica a nivel global. La abundancia no puede ser solo material, sino también espiritual, intelectual y ambiental, construida sobre principios de sostenibilidad y equidad. El bienestar debe abarcar la salud física y mental, el acceso a la cultura y el disfrute de un entorno natural exuberante. La vocación de refugio debe extenderse más allá de nuestras fronteras, reflejando una solidaridad activa con quienes buscan un puerto seguro para congregarse o asentarse, como alguna vez lo fue, siglos atrás, con culturas indígenas que visitaban el territorio para intercambiar experiencias, sabiduría y artefactos.

Un nuevo himno para Costa Rica podría ser un canto que celebre estos valores futuros, sin olvidar las gestas del pasado. Una melodía que inspire la acción presente, recordando que el país que soñamos para nuestros nietos se construye hoy. No se trata de desechar nuestra historia, sino de componer un nuevo movimiento en la sinfonía nacional, una melodía que refleje la Costa Rica resiliente, pacífica, abundante y solidaria que aspiramos a ser. Este ejercicio hipotético nos invita a reflexionar sobre el rol de nuestros símbolos y a asegurar que sigan siendo un reflejo vivo y vibrante de nuestra identidad en constante evolución.

Escuche el episodio 263 de Diálogos con Álvaro Cedeño titulado “Redactar un nuevo himno”.

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