Escribir este artículo me llena de justificado orgullo por Costa Rica y su gente, por nuestra historia —también la reciente— y por mi familia.
Es una historia que nos debe inspirar y debe contarse porque —así como por décadas injustificadamente hemos olvidado las glorias del siglo XIX y de las primeras décadas del siglo XX— también ya desde hace más de 25 años algunos se han empeñado en ocultar y denigrar los grandes logros desde la segunda mitad del siglo XX.
Además, la III Conferencia sobre los Océanos de Naciones Unidas (UNOC 3) que la semana pasada nuestro país se honró en presidir junto con Francia invita a contarla. La primera se dio en Nueva York en 2017 para promover el Objetivo 14 de los Propósitos de Desarrollo Sostenible 2030, conservar y utilizar de manera sostenible los océanos, los mares y los recursos marinos. La segunda en Portugal copatrocinada por el país anfitrión y por Kenia. La relación de Costa Rica con Francia en este tema vale la pena contarla.
Cuando se reunió en Egipto en 2018 la Convención sobre la Diversidad Biológica de Naciones Unidas (COP14), se había dado a conocer un estudio científico que señaló que para lograr un balance entre la naturaleza y los efectos que recibe por la acción humana era necesario proteger como mínimo un 30% de nuestro planeta, tanto mar como tierra.
Con este antecedente, en esta COP14 se debatió sobre las metas globales de biodiversidad para el periodo 2020-2030. En esos debates muchos países indicaron que proteger el 30% de sus países era “casi imposible o innecesario”. La idea de proteger ese 30% estaba cuesta arriba y se iban a requerir esfuerzos diplomáticos y habilidades negociadoras a través de países con alta ambición, como era el caso de Costa Rica.
Para la Asamblea General de Naciones Unidas en setiembre de 2019 el presidente Carlos Alvarado fue acompañado entre otros por su ministro de Ambiente, mi querido y muy apreciado sobrino Carlos Manuel Rodríguez.
Como es usual en esas Asambleas Generales el presidente Alvarado planeó reunirse con otros jefes de estado, y escogió hacerlo con el presidente de Francia Emmanuel Macron y con el primer ministro de Canadá Justin Trudeau. Me dice Carlos Manuel que lo hizo, además de por la importancia de esos países y de nuestras relaciones con ellos, porque eran como él mandatarios menores de 40 años. También porque los tres jefes de Estado compartían su aprecio sobre la importancia de las acciones para revertir el cambio climático y para proteger la biodiversidad.
El presidente Alvarado —como también es usual— estudió con su comitiva que temas podrían ser de interés para esos encuentros, y su ministro de Ambiente le propuso la declaratoria de la protección del 30% de la naturaleza del mar y de la tierra como objetivo para alcanzar en 2030 por las partes del Convenio para la Diversidad Biológica, un objetivo similar a la meta de no más de 1,5 grados centígrados de aumento de la temperatura del planeta acordado en París en 2015, en la COP21 sobre Cambio Climático.
Con ese objetivo el presidente Alvarado propuso a su homólogo francés hacer una Comisión de Alta Ambición para propulsar esa idea en la siguiente reunión del Convenio de Diversidad Biológica, la COP15 que iba a ser en China en 2020, y que por la pandemia se pasó a Canadá en 2022. El primer mandatario francés acogió entusiasmado la propuesta de su colega costarricense.
Ya con ese apoyo Carlos Manuel propuso el tema al recién nombrado ministro de Ambiente y Desarrollo Internacional del Reino Unido, Zacharias Goldsmith, quien obtuvo la aprobación del entonces primer ministro, Boris Johnson, para promover esa causa.
Un mes después de esa Asamblea General de la ONU de 2019 se realizó en Costa Rica en octubre la conferencia preparatoria de la COP25 de Cambio Climático que se efectuaría en diciembre en Chile, y que por los disturbios en Santiago tuvo realización en Madrid. En esa PRECOP25 Costa Rica, Francia y el Reino Unido lanzaron la Comisión de Alta Ambición para la Naturaleza y las Personas para promover la meta de proteger el 30 % de la Tierra y de los Mares para el año 2030. Andrea Meza, hoy subsecretaria de la Convención de Desertificación de Naciones Unidas, como entonces directora de Cambio Climático del Minae fue responsable de la organización de ese Pre-COP y del inicio de la Coalición de Alta Ambición, y poco después fue la ministra de Ambiente que dio seguimiento a esta iniciativa.
Con esa iniciativa 30x30 sobre biodiversidad originada en Costa Rica en esa Pre-Cop sobre Cambio Climático, se originó aquí la visión de unir los esfuerzos frente al cambio climático con los de la preservación de la naturaleza, pues son instrumentos que se complementan. De esa manera surgió un movimiento para trabajar más integradamente los tres convenios originados en la Conferencia de Naciones Unidas de Río Janeiro Sobre Medio Ambiente y Desarrollo: de Cambio Climático, de Biodiversidad Biológica y de Desertificación. Todo un hito.
En la COP15 de Diversidad Biológica en Canadá en 2022 se obtuvo el acuerdo de fijar la protección del 30% de la tierra y de los mares como una de las 23 metas que se aprobaron en el marco global para la biodiversidad 2030
La Coalición de Alta Ambición para la Naturaleza y las Personas para cumplir esa meta cuenta hoy con 120 países y es dirigida por la compatriota Rita El Zaghloul, que cuando se lanzó esa iniciativa era una muy distinguida funcionaria del Ministerio de Relaciones Exteriores de Costa Rica. Opera desde el GEF dirigido por Carlos Manuel en el Banco Mundial que es el principal instrumento para financiar las acciones de los países en cumplimiento de esos convenios de Río de Janeiro.
Rita con la ayuda de un pequeño equipo dirige los esfuerzos de esta Coalición Presidida por Costa Rica y Francia para que los países ejecuten en sus territorio y océano la meta 30x30. La Coalición y Rita recibieron el premio Earthshot Prize, otorgado por la Royal Foundation del príncipe William del Reino Unido por sus esfuerzos para incentivar el cambio y ayudar a reparar el planeta.
Los esfuerzos de Costa Rica para proteger los Océanos habían empezado muy limitadamente. Fuimos poco a poco. El Parque Nacional la Isla del Coco se había establecido en 1978 por el gobierno del presidente Rodrigo Carazo, pero solo abarcaba la zona territorial. Durante el gobierno del presidente José María Figueres se adicionó al parque una zona de 2 km alrededor de la isla. En mi gobierno después de que tuve el privilegio de visitar la Isla del Coco junto con el presidente de México Ernesto Zedillo y con la compañía de Carlos Manuel, se amplió la zona marítima del parque para incluir 10 kilómetros alrededor de sus costas. Con Elizabeth Odio, originaria de Puntarenas, en el Minae se planteó la necesidad de una agenda azul y para estimular investigación sobre los océanos y posteriores acciones se creó el Parque Marino del Pacífico.
Pero fue después de lanzar la Coalición de Alta Ambición para la Naturaleza y las Personas que las cosas se aceleraron. Citando esa Coalición, en 2021 se amplió el Parque Nacional Isla del Coco para cubrir —en lugar de 1997 kilómetros cuadrados que entonces tenía— 54.844 kilómetros cuadrados absorbiendo 9.649 kilómetros cuadrados del Área Marina de Manejo Montes Submarinos adyacente al Parque de la Isla del Coco que se había creado en 2011. Con esto no solo los mares costarricenses son casi 10 veces mayores de nuestro territorio, sino que el mismo Parque Nacional Isla del Coco con solo su área oceánica es mayor a nuestra extensión de tierra.
No terminó ahí el esfuerzo costarricense, ni se contentó el país con cumplir con la protección del 30% de sus mares, lo que significa casi 3 veces el territorio nacional.
En la COP26 de Cambio Climático en Glasgow en 2021 Costa Rica, Panamá, Colombia y Ecuador se pusieron de acuerdo en ser los primeros países en proteger el 30% de sus mares, y lo lograron poco después. Hoy día protegen 640.000 kilómetros cuadrados de mares, más de doce veces y media el tamaño de Costa Rica. Esa protección incluye una región especialmente rica del Océano Pacífico con la Isla del Coco y las islas Galápagos.
Estas brillantes historias y sus gestores nos deben servir de estímulo para no desmayar en la protección de nuestra naturaleza, en la descarbonización, en adaptarnos al cambio climático y en continuar con nuestros esfuerzos para lograr avances internacionales en estos campos. A pesar de nuestra pequeñez en población, poderío y riqueza, y tal vez gracias a nuestro desarme y cultura pura vida, hemos sido capaces de ser muy exitosos promoviendo el cuido de la casa común.
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