Es muy triste y deplorable que se use el dolor y la tragedia de las familias víctimas del crimen con un fin electorero.
Como familiar de una víctima, siento que reducir las visitas familiares a los presos, por un lado, no me afecta ni cambia mi realidad. No va a mejorar la calidad de vida de mi nieto. Y por el contrario, me entristece ver que los políticos exploten el dolor, el sadismo y la venganza como instrumento politiquero.
Quisiera ver a un Ejecutivo realmente interesado en las familias de las víctimas. Comprometido en ejecutar las leyes que garanticen la reparación de las familias. Sin mentiras, sin doble discurso, sin dividirnos, sin indolencia y cálculo político premeditado y alevoso.
Quisiera saber por qué la ministra Cindy Quesada, a pesar de habernos mentido en repetidas ocasiones, además se negó a llevar a sesiones extraordinarias el proyecto de reforma de la ley, al que ella se comprometió públicamente a apoyar. Al final de casi un año de proceso y trabajo, no solo no lo convocó, sino que presentó la misma reforma retrógrada, condescendiente y alejada del enfoque fundamental de Derechos Humanos de la Ley 10263.
Quisiera saber por qué, aunque repetidamente hemos implorado al señor presidente de la República que, al menos como hijo, como padre y esposo, nos dé el apoyo y la voluntad política para llevar a cabo la reforma, hemos sido invisibilizados.
¿Es que acaso Cindy tiene un plan para hacer uso de los fondos de la Ley de Reparación justo antes de las elecciones?
Las dudas persisten y el manoseo de las familias víctimas y su explotación continúa, sin solucionar ni siquiera lo que al Ejecutivo le corresponde por ley.
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