El mundo amanece con el asombro por la muerte de Francisco, y sí, cuando digo el mundo, es porque Francisco trascendió las fronteras del mundo católico, su carisma y liderazgo, fue diciente para la humanidad, un hombre de reconciliación y sencillez que impactó por su dulce y alegre cercanía.

Hace 12 años vimos con asombro al primer papa latinoamericano, un hombre valiente al lado de los más empobrecidos de las Villas de Buenos Aires, un jesuita que había luchado por las víctimas de la dictadura argentina y que eso marcó un pontificado alejado de la pompa y de la visión monárquica de un Papa rey.

Su vida fue consecuente no quiso palacios, ropajes finos, sino mostrar a un Dios cercano a las víctimas del poder y de la injusticia, preocupado por las periferias del mundo (los lugares más alejados y pobres), por los migrantes, por el fin de los conflictos armados, por denunciar los abusos dentro de la Iglesia y atacar el clericalismo, como olvidar a ese hombre caminando solo en la Plaza de San Pedro, sosteniendo la esperanza del mundo en la cruel pandemia del 2020, sí, Francisco fue un respiro para el mundo, sumido en el miedo a la muerte.

Francisco cuanto bien hiciste al mundo, al hablar por primera vez desde una encíclica sobre la ecología y las consecuencias del cambio climático en Laudato sí´ (encíclica más leída de la historia, fuera de ámbitos eclesiásticos). El papa que se atrevió a decir que en la Iglesia caben “todos, todos, todos” hablando de los colectivos marginados: lgtbq+, migrantes, encarcelados… Apelando siempre a una fe que se entiende buscando la compasión, la justicia y la aceptación respetuosa del otro, a pesar de las diferencias.

Un papa que apostó por la educación como motor de cambio para el mundo, fomentado el pacto educativo global y el movimiento Scholas occurrentes para ejercer esfuerzos para entregarse, arriesgarse, encontrarse para construir una nueva sociedad, transformando el sistema educativo actual, adaptándolo a las necesidades y desafíos del siglo XXI.

El papa de los gestos, como olvidar su sonrisa, su poco interés por los protocolos, su mirada a los niños, su presencia en barrios pobres de Roma, en tiendas o en donde el dolor ya no daba más como en África o Gaza. Su sonrisa era un grito revolucionario para el mundo, al cual, pudo hablar sin tapujos denunciando el egoísmo, incluso ayer, en su mensaje de Pascua, sentíamos su dolor por la guerra que no cesa:

“Que nunca se debilite el principio de humanidad como eje de nuestro actuar cotidiano. Ante la crueldad de los conflictos que afectan a civiles desarmados, atacando escuelas, hospitales y operadores humanitarios, no podemos permitirnos olvidar que lo que está en la mira no es un mero objetivo, sino personas con un alma y una dignidad” (Mensaje «Urbi et Orbi», 20 de abril de 2025).

A pesar de la tristeza que nos embarga a muchos, tenemos la certeza de que Francisco continuará a nuestro lado, por la esperanza de la vida que renace, agradecer su testimonio de serenidad y su enorme coraje que ha marcado tantas vidas. Vivirás eternamente en la huella que has dejado en la Iglesia, en el mundo, en los más vulnerables, un legado que abre y abrirá siempre nuevos caminos, para construir una nueva realidad.

¡Gracias Francisco!

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio. Delfino.CR es un medio independiente, abierto a la opinión de sus lectores. Si desea publicar en Teclado Abierto, consulte nuestra guía para averiguar cómo hacerlo.