Desde hace tres años, Costa Rica ha experimentado un crecimiento continuo de los femicidios. Según los datos del Observatorio de Género del Poder Judicial, los femicidios han aumentado más de un 90% desde el 2022 y los homicidios dolosos de mujeres, un 65%. Es así como, solo en el 2024, ocurrieron 30 femicidios y 85 homicidios dolosos de mujeres.
El inicio del 2025 ha sido realmente alarmante. En enero, en menos de 24 horas se produjeron tres femicidios, y cada día, con la desaparición de mujeres y de niñas, crece la angustia de las familias y de muchos sectores con la inminente posibilidad de que se conviertan en una víctima más.
Estos no son temores infundados; lamentablemente tienen una base muy concreta: el recrudecimiento de la violencia en contra de las mujeres, la ausencia de una real y sostenida política de estado, la violencia y la polarización; la creciente desigualdad social y, en particular, la pobreza que afecta mucho más a las mujeres.
Katia Jara Sancho, se convirtió en la víctima número 13 de femicidio. El femicida; su único hijo. Lo que ahora sabemos de ella es que su vida estaba atravesada por muchos ejes de desigualdad y vulnerabilidad que, como a ella, impactan en una buena parte de las mujeres costarricenses.
Ser mujer fue su primera condición, para convertirse en víctima de un compañero que se creía con derecho a golpearla y maltratarla, así como ser madre en una sociedad que, discursivamente, privilegia la maternidad y con ello los sacrificios de abnegación y amor, pero que está ausente de servicios institucionales de apoyo y orientación, para las mujeres que son violentadas por sus propios hijos.
Hoy vemos hijos e hijas que, ante el flagelo de la drogadicción, caen en una creciente pauperización, no solo de sus condiciones materiales de vida, sino también, de sus condiciones emocionales y mentales.
Katia pedía comida casi todos los días y su entorno escuchaba cuando era agredida. Su familia y la comunidad conocían de su situación, pero este conocimiento fue insuficiente para salvarla. Y es que la pobreza, las carencias materiales y hasta la violencia, se vuelven naturales; como cosa de la vida misma cuando, en realidad, son producto de un sistema económico privilegiador de una minoría que es dueña y acumuladora de grandes cantidades de capital.
Desde la década de los 80, con los Programas de Ajuste Estructural (PAE), Costa Rica asumió un proyecto neoliberal que se caracteriza por ser depredador de la vida misma y de la naturaleza. Esto ha llevado a la pauperización de las condiciones de vida de la gente que vive del trabajo y, año con año, esta situación se empeora cada vez más. Es imposible contar con condiciones dignas de existencia en una sociedad en la que, desde hace 14 años, los ingresos de la población no han aumentado su poder adquisitivo y donde la economía ha perdido su capacidad de generar empleo, en particular, para las mujeres.
Y si a todo esto le agregamos el ascenso de un gobierno populista de derecha, cuyas conferencias de prensa se caracterizan por la violencia y por gestos obscenos; un gobierno incapaz de generar políticas públicas que sean protectoras de los derechos de las mujeres y que, además, reduce la inversión social en: becas, comedores escolares, transporte para estudiantes, bonos de alimentos, de vivienda y licencias para el cuido de personas enfermas graves, el panorama es aún más desalentador, pues el impacto de estas políticas es mayor para las mujeres y, en particular, para quienes viven violencia, son pobres y tienen una prole en condición de drogadicción.
Katia Jara Sancho, es una víctima más de un sistema que perpetúa la violencia contra las mujeres y que además genera desigualdad y pobreza; de la inacción de un gobierno que mira con absoluta indiferencia la inversión social y de la ausencia de redes de apoyo desde el ámbito local y nacional.
Desde la profesión de Trabajo Social, nuestro compromiso ético y político es la construcción de una sociedad más igualitaria y justa. Esto, a pesar de la ejecución de una política social cada vez más debilitada. El camino no ha sido fácil, pero nos acompaña la esperanza de tiempos mejores y de que una vez por todas, se detenga el asesinato de mujeres. Vivas nos queremos.
Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio. Delfino.CR es un medio independiente, abierto a la opinión de sus lectores. Si desea publicar en Teclado Abierto, consulte nuestra guía para averiguar cómo hacerlo.