En este momento estamos bombardeado por los medios de comunicación nacionales o extranjeros por el año electoral o por las disposiciones de las potencias del mundo, escapemos un momento de ello, y con un sano egoísmo, pensemos en nosotros.
La vida es como un transporte, nos subimos, el rumbo es incierto y de pronto tenemos que bajarnos… ¿Podemos anticipar la muerte? No, no sabemos cuando o cómo, pero si la certeza, que acabará, desde ahí, el sentido de la vida va cobrando en cada uno cierta construcción.
Ahora, resulta interesante como vamos posponiendo la pregunta de nuestra hora final, cuando la vida nos va imponiendo situaciones liminares es cuando nos toca pensar ¿qué haré con mi vida? los tipos de actividades a elegir para darle consistencia a mis días, y tantas expectativas (que siempre serán ideas sobre…), en ese bus de la vida, vendrán personas, paisajes, amores, pero también baches y accidentes del camino.
¿Y porqué nos tenemos que morir? Vivimos un mes o muchos años, ahora esa capacidad de asombro y de pregunta, en una sociedad acelerada, nos hace olvidarnos del sentido de la vida y sobre la reflexión sobre el tiempo, el cual no poseemos, aunque queramos, no se compra…El tiempo es inmaterial, ¿cuánto tiempo tendremos? 30, 40, 100 años. De ahí lo fundamental de aprovecharlo y darle significado, no es reversible. Aunque hagamos propuestas al tiempo (por ejemplo, la elección de una carrera profesional) no hay garantías de cumplimiento.
¿Se nos va el presente? Por vivir en el pasado anclados o por vivir ilusamente solo en el futuro, Søren Kierkegaard, hará hincapié en esta idea. Me quiero detener en imaginar futuros, algo fácil y proyectarnos sin atender el ahora, si disipa el instante. Vivamos y estemos atentos a esta realidad, quienes nos rodean, qué me apasiona, que paisajes me hacen vibrar la piel. Vivir plenamente el presente, debe de inquietarnos, ante la crisis, pero una pregunta con paz, no cuando venga la prueba solamente.
¿Somos espectadores de la vida o protagonistas? Los dos son convenientes, cuando tomamos distancia y nos evaluamos, nos damos cuenta de nuestra capacidad de mejora, de todo lo que hay dentro de nosotros que puede brotar y brillar, de manera de que cuando las luces del escenario de la vida nos coloquen como protagonistas, nuestra esencia brote con verdad. Y lo más fundamental será que podamos renunciar a actitudes que muestren poca pasión al actuar de manera mecánica, los cambios requieren astucia, ¿qué quiero hacer en este momento?
La música, contemplar la naturaleza y el apartarnos del consumo extremo, son canales rebeldes (ya que la sociedad pragmática, dirá que es una pérdida de tiempo) en este mundo acelerado para ejercitar el sentido de la vida y no solo la muerte, pueden activar nuestro sentido de existencia. Lo más fácil es evadir la realidad, ¿me llena mi trabajo? En un atardecer, podríamos entrar en nosotros y tomar decisiones… En la música podríamos tener un viaje sensorial a una danza que nos inquiete, ojo que active músculos y sensaciones, pero también neuronas. Una danza que se comparte, hay otros también, que pueden darle sentido a mi vida, la vida como fiesta, la vida como un acto sincero espontáneo y que hace salir movimientos desconocidos de nosotros.
Nos invito a ser conscientes de nuestras existencias, de dotarle sentido a lo que vamos decidiendo hacer, he vivido 30, 40 años, quizás la mitad de mi vida, no lo sabemos, ¿Qué significado de plenitud le daré, a partir de ahora a mis actos? Hace faltan mucho coraje, para enfrentar el miedo al cambio, para salir del confort, de que dependo solo de un salario (el poder económico es útil, ¿pero me llena?). Y pensamos solo en el viernes, para evadir la semana, eso es una equivocación.
Seamos ostentosos para elegir el rol ante la vida, con riesgos, vendrán incertidumbres, claro, pero también nos lanzarán a resignificar lo que hacemos, dancemos con las preguntas aunque nos cause temor, ese no saber nos podrá dar paz, por el hecho del movimiento y gozaremos el presente.
Hagamos el ejercicio, de pensar que será el último día, aunque suene trillado y organicemos este día actividades, comidas, a quién se lo contaríamos, no perderíamos el tiempo, con toda certeza. Cada momento sería agendado desde la pasión, agradecimiento, compartir. Y las tonterías se alejarían.
¡Baila y déjate de historias! Como escuché hace poco en una canción.
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