Anteriormente señalé la idea de modificar nuestro sistema político constitucional de tipo presidencialista a uno parlamentario, como “sanación” a nuestra doliente democracia. El planteamiento no es novedoso, ya hubo proyectos en tal sentido. No obstante, es necesario replantearse esta idea sobre todo porque la sociedad costarricense se ha modificado de tal forma que es improbable que se encuentra verdadera y efectivamente representada en la actual composición del congreso.
La actual realidad político-social se muestra muy distinta a la del siglo pasado y, sin embargo, permanece aun enmarcada en un sistema político que funcionó para la realidad de ese siglo, pero tal vez no para la de este.
Para comprender cualquier institución, es necesario conocer su origen histórico; en este caso el del parlamentarismo. Vislumbramos su idea en las asambleas populares de Grecia o los comicios por centurias en Roma. En la Edad Media los parlamentos no tenían funciones legislativas sino de tribunales de justicia. Su origen moderno se encuentra en Inglaterra, fue una creación del rey surgida por sus necesidades de obtener información y consejo de sus súbditos para recabar apoyo a cuestiones importantes.
La palabra “parlamento” se registra por vez primera en 1236, de suerte que a mediados del siglo XIII se podía definir como “el coloquio ocasional de los grandes asuntos del reino”. En él se reunían hacendados, laicos y el clero. Como institución amplia, de carácter nacional y representativa se dio cuando el rey necesitó dinero para hacer la guerra. Los grandes asuntos de Estado lo decidían el rey y los hacendados; sin embargo, para imponer un impuesto se requería el consenso general, de ahí que el rey convocara a los representantes de condados y burgos.
El Parlamento fue haciéndose con el control de los impuestos y en el siglo XIV se le otorgó el derecho de aprobar todos los impuestos adquiriendo gran influencia política. Así se convirtió poco a poco en un importante cuerpo legislativo; la Cámara de los Comunes salió fortalecida y por primera vez se eligió un portavoz que presidió un auténtico debate. A partir, entonces, del llamado “Parlamento modelo” en 1295, se convirtió en el órgano de relación entre el rey y sus súbditos, ya que en él se encontraban representados los diversos estamentos de la sociedad. Luego de la “Gloriosa Revolución” de 1688, los poderes y prerrogativas del rey fueron eliminados y los principios del gobierno parlamentario iniciaron su desarrollo progresivo.
Los principales elementos de este tipo de gobierno son los siguientes:
- Los miembros del gobierno son, al mismo tiempo, miembros del congreso, permitiendo un mejor control mutuo.
- El gobierno se constituye por los jefes del partido mayoritario o partidos en coalición que forman mayoría en el congreso, aunque separados, gobierno y congreso, funcionalmente.
- El presidente del gobierno es reconocido como el líder y presidente del país.
- El gobierno permanece en el poder siempre que cuente con el apoyo de la mayoría del congreso, de ahí su legitimidad.
- Las decisiones políticas se distribuyen entre el gobierno y el congreso, ambos colaboran en la decisión y ejecución de ellas a través de la legislación, pero es el gobierno el que ejecuta.
- De mucha importancia es que el gobierno y el congreso deben tener facultades de control político recíproco, es decir, la posibilidad del congreso de exigir responsabilidad política al Gobierno a través del voto de no confianza y hacerlo caer; y la facultad del gobierno de disolver el congreso, llamar a elecciones y que el electorado decida en última instancia.
Lo anterior implica, necesariamente, modificar el sistema de elección de diputados frente a una modalidad de partidos políticos que ya no son los intérpretes naturales de la “voluntad general”. Esto debería de llevarnos a grupos directivos bien formados, competentes, cultos, experimentados y no abandonarnos a los aventureros profesionales de la rapiña.
En el origen del parlamento encontramos esa lucha entre el rey, pretendiendo satisfacer sus necesidades de dominio absoluto frente a los otros estamentos de la sociedad procurando controlar y limitar dichas necesidades. Su evolución en los siguientes siglos, lo llevó a convertirse en uno de los tres poderes del Estado, con importancia singular y fundamental para las libertades de la ciudadanía frente a los abusos del monarca.
Frente a esa importancia, la sociedad costarricense no escapa a la necesidad de repensar su sistema político y plantearse seriamente modificar nuestro sistema presidencialista hacia uno parlamentario, permitiendo, estimo, una mejor y mayor representación de la sociedad, mayor gobernabilidad por parte del Ejecutivo frente al multipartidismo y evitar la polarización y los extremismos.
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