Hace algún tiempo fueron ejecutadas las pruebas estandarizadas de las que anteriormente he hablado en otro artículo, cuya lectura puede introducir bien al siguiente. Dichas evaluaciones deben verse con especial atención, puesto que reflejan el estado crítico de la educación actual y cómo se encuentra en una decadencia abismal nunca antes vista, que aún así puede salvarse si se actúa con inmediatez.

Estos exámenes conforman parte de la “Ruta de la Educación” presentada por la ministra Anna Katherina Müller y fueron ejecutados en la semana del 28 de octubre. Cabe resaltar que los medios para su realización fueron confusos y que para quienes hacían la prueba por medio de una computadora lo fue aún más, dado que la misma contenía problemas al ingresar que fueron resueltos sobre la marcha.

Surgen por supuesto dudas, ¿cómo es la prueba? Esta cumple en esencia con tener los temas vistos en los últimos años, pero no por esto necesariamente los evalúa de forma óptima, dado que sus premisas vagas y preguntas frívolas obligan al estudiante a no pensar demasiado y marcar la respuesta menos absurda, forzándole a no razonar demasiado lo que se le está cuestionando o bien recurrir a la memoria, sin embargo, esta metodología no toma en cuenta las distintas formas de aprendizaje, por lo tanto, quienes no se encuentren dentro de esta estructura se ven rezagados.

¿Con qué finalidad son así? Dicha prueba no incentiva al estudio ni evidencia ninguna habilidad en específico, esto porque el sentido real no está en el valor educativo que esta pudiera tener, sino que parte de un plan político de los jerarcas del Ministerio de Educación Pública (MEP) de presentar planes a la ligera dado su ineficiencia en los últimos años de mandato. Además de buscar calificaciones que les permitan decir que la ruta de la educación funciona, sin considerar los aspectos de fondo que llevaron a tales resultados.

Esto solamente dañará al sistema educativo en tanto que no se necesitan más pruebas ni planes homogéneos, sino que se trabaje en una educación diversificada, crítica y contextualizada. En ese sentido primero debe trabajarse en resolver las brechas existentes (como las que viven las zonas rurales en contraste a la Gran Área Metropolitana) para luego pensarse en pruebas de esta índole, de otra forma esta evaluación seguirá aumentando este contraste, dado que no existen (ni tampoco se trabaja) en planes que habiliten recursos a estos lugares para su mejor educación.

Asimismo, estos jerarcas actúan con creciente desinterés, véase en el Estado de la Nación que el recorte para el 2023 fue del 1,6% por persona, lo que evidencia que el foco no se encuentra en mejorar e invertir en la educación, sino en simples intereses elitistas dentro del MEP. Tal parece que el mismo ministerio atrofia al sistema educativo y lo ataca con cortes y planes llenos de indiferencia, lo que es una contribución más al apagón educativo, puesto que impide el desarrollo de habilidades y aprendizajes en los estudiantes.

Es por esto que las pruebas estandarizadas evidencian la falla absoluta de la Ruta de la Educación, porque no son capaces de evaluar pedagógicamente, dado parte desde la estandarización del estudiantado, la improvisación, la memorización elemental y no desde el pensamiento crítico, la libertad y la conciencia. Esto la convierte en un fracaso absoluto y demuestra que las metodologías defendidas por el MEP no son ciertas y al contrario de “renovar el sistema de evaluación” según el documento de “La ruta de la educación”, únicamente afectan el desarrollo de más habilidades y aprendizajes ignoradas por continuar con este modelo.

Asimismo este proceso antipedagógico se logra promoviendo la memorización, acríticidad y la desconexión con la realidad nacional de forma tal que el estudiante no se cuestione ni analice, sino que responda y crea lo que el MEP quiere que piense, véase en preguntas de estudios sociales y cívica matices ideológicos del ministerio a fin de que el estudiante crea lo que dice ahí y de paso no lo ponga en duda.  De seguir de esta forma nos encontraremos en una hondonada educativa en donde la persona estudiante ya no piense ni quiera aprender, sino que únicamente memorice y suelte en los papeles, evitando así cualquier criticidad y cuestionamiento; este sistema busca que a la larga seamos iguales y dóciles.

La continuidad de este modelo trae consigo afectaciones a futuro tales como: Problemas para analizar casos específicos en contextos dados, dificultades en la resolución de problemas lógicos, falta de pensamiento crítico y carencia en el razonamiento, puesto que como se ha mencionado anteriormente, para su realización esto no es importante y por lo tanto se deja de lado. A pesar de que la prueba busca encontrar remedios en la crisis educativa, en realidad lo único que hace es dispararse en el pie, ya que estas capacidades son fundamentales para la vida cotidiana, de no cambiar la forma en la que se evalúa el desarrollo de estas competencias, se irán perdiendo cada vez más.

Estos peligrosos pronósticos no son inexorables del todo, debe nacer desde el movimiento estudiantil una lucha contra este ataque a la educación, no puede permitirse en ninguna circunstancia que los mandatarios dominen en pensamiento y lo encasillen en una prueba de 35 ítems que no prometen resolver en lo absoluto la crisis educativa, sino que simplemente busca apagar el pensar en los niños y jóvenes y su derecho a una educación comprometida y de calidad.

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