En enero de este año escribí lo que ahora es la primera parte de este artículo, motivada por la lectura del libro Un Paraíso en el Infierno: las extraordinarias comunidades que surgen en el desastre, de la estadounidense Rebecca Solnit.
Este libro, escrito desde el enfoque de la sociología del desastre, analizó grandes eventos catastróficos y cómo las personas reaccionaron; analiza además los mitos que socialmente se han generalizado y los pocos casos reales de deterioro social durante las crisis.
Desde hace un par de días y como si fuera una película de ciencia ficción vemos por los medios el caos que viven algunas ciudades de la comunidad Valenciana, después del paso de la DANA (Depresión Aislada de Niveles Altos), que ha dejado al menos dos centenares de personas fallecidas, destrucción en la infraestructura pública y privada, así como increíbles fotos de cientos de autos panza arriba, apilados y convertidos en escombros. Se calcula que alrededor de 4.500 comercios de la provincia han sufrido daños y unos 1.800 han quedado destrozados.
Según se rumora, muchas de las víctimas encontraron la muerte por tratar de salvar sus coches, además de que las causas de muerte pueden estar más relacionadas con traumatismos por la fuerza del agua que por ahogamiento. Las lluvias alcanzaron niveles récord en municipios como Chiva, donde se registraron hasta 491 litros por metro cuadrado en apenas ocho horas, casi la misma cantidad de agua que suele acumularse durante un año entero en la región.
Otras imágenes impactantes que nos llegan desde España tienen que ver con el río de gente que, después de la tragedia, desea ayudar. Miles de personas voluntarias se han acercado con escobas y herramientas para ir a prestar servicio en labores de limpieza o atención de las víctimas, otros rescatan e identifican mascotas que van apareciendo, o reparten comida caliente.
Así lo dice Solnit en su libro, la gran mayoría de gente está a la altura de las circunstancias; ante el peligro, se genera una respuesta positiva inmediata de improvisación, creatividad, autogestión, altruismo, liderazgos naturales, cuido, empatía, comunidad, colaboración, propósito e incluso alegría.
¿Y qué ha pasado? Miles se han dado cita en la Ciudad de las Artes y las Ciencias, donde según los medios de noticias, algunos cambian las ganas por echar una mano por la frustración después de que no hayan podido participar.
Tras varias horas de espera y un segundo traslado a otro pueblo, donde tampoco han podido acceder, han regresado a Valencia. “Estamos completamente limpios porque no hemos hecho nada”, ha dicho alguno visiblemente enfadado, al tiempo que ha compartido la “frustración” de su grupo que se había organizado “para canalizar la demanda y hacerlo bien, como pedía la Generalitat” y al final “no han hecho nada”.
En compensación, la organización les ha prometido un “ticket prioritario”, que no utilizarán porque mañana se organizarán de otra manera: “esto no es un teatro como parar darnos un ticket de entrada, por supuesto mañana no volveremos”.
Este es un ejemplo, como dice Solnit, de la falta de liderazgo; cuando los esfuerzos de las institucionales terminan por arruinar la organización legítima y orgánica de voluntarios y vecinos en las comunidades, y convierten los sistemas de asistencia en espacios de caridad y pérdida de identidad y dignidad.
Las respuestas oficiales que llegan desde los gobiernos, normalmente lo hacen tarde, cuando ya las comunidades han sobrevivido con sus medios las primeras horas o días de la tragedia. Además, muchas veces llegan reproduciendo errores, tales como conflictos de intereses, trabas burocráticas o liderazgos inadecuados por violentos y paranoicos.
Las élites: las autoridades y las empresas
A medida que bajas las aguas, crecen los reclamos. En un video colgado el 25 de octubre, un hombre que dice ser un agricultor, anuncia que viene la DANA y denuncia que la Agencia Estatal de Meteorología, AEMET, tiene su radar de lluvia descompuesto y pide explicaciones, anticipando la tragedia.
Cuatro días antes del desastre, la Agencia Estatal de Meteorología avisó de la llegada de “chubascos y tormentas fuertes o muy fuertes” para el martes 29 de octubre. El jefe de Climatología de la AEMET en la Comunidad Valenciana, José Ángel Núñez, dijo que su mensaje “no caló en la población”, porque no hay “una cultura del riesgo” o quizá porque los protocolos “son insuficientes o no están hechos para soportar el nuevo escenario climático”.
Sin embargo, los valencianos dicen que las autoridades no les avisaron para que se preparan adecuadamente, y recibieron la alerta de Protección Civil cuando ya llevaba varias horas lloviendo, a las 20:00 horas, lo que hizo que muchos quedaron atrapados en edificios, en sus trabajos o en la carretera.
Científicos con radares descompuestos y sin capacidad de comunicación clara; políticos que han venido haciendo recortes presupuestarios a las instituciones de ciencia y protección, y que no dieron suficiente crédito a las advertencias y hasta dijeron que todo estaba bajo control. Por su parte, las empresas no se podían permitir dejar de producir y vender, por eso hemos visto videos que denuncian como en Mercadona o Ikea, prohibieron a sus empleados salir de sus trabajos para ponerse a salvo con tiempo, y les obligaron a seguir trabajando.
Carlos Mazón, presidente de la Generalidad Valenciana celebra que ¨por fin ¨han llegado 7.000 efectivos del ejército, y ha anunciado la creación de cinco grupos de respuesta inmediata junto con el gobierno nacional: 1. Sanidad, para implementar un “plan urgente de riesgos epidemiológicos”. El segundo, enfocado en Infraestructuras, para coordinar la recuperación de la red de transporte e infraestructuras. Servicios Sociales y Vivienda, para organizar el realojo de afectados y ofrecer asistencia con subvenciones directas, además de pedir a los bancos aplazamientos hipotecarios para los damnificados, y el grupo de Empleo y Empresa para facilitar otras medidas administrativas para los sectores afectados.
Mazón ha pedido a Pedro Sánchez, presidente de España, que acelere al máximo la activación del Fondo de Solidaridad Europeo y que todas sus demandas sean atendidas de manera urgente, y ya le han liberado el presupuesto, para que gaste lo que necesite.
La recuperación de la comunidad Valenciana tomará tiempo y millones de euros; una reconstrucción que deberá prever que podría suceder algo similar en poco tiempo, como lo vienen advirtiendo los científicos desde hace al menos una década. Será un buen negocio para algunas personas y empresas, por ejemplo, imagino a las concesionarias de autos preparando las ofertas para adquirir el nuevo modelo, o a las inmobiliarias calculando las ofertas que harán a los damnificados, como sucedió en Hawái después de los incendios del año pasado: "hay mucha especulación inmobiliaria, inversores y constructoras se están poniendo en contacto con los dueños de las viviendas para comprarles el terreno, y esto es asqueroso..." dijo una de las personas afectadas. También ganan quienes suplen al ejército o venden agua embotellada.
Según reportan los medios "ni en pandemia teníamos estas colas de gente, es una locura. No faltan productos y se están reponiendo constantemente los lineales", comentaba una cajera de Mercadona para tranquilizar a los clientes. Las campañas de ayuda han provocado este aluvión de compras en los centros de Valencia y su área metropolitana. "Muchos clientes son habituales de los sábados, pero también hay otras que están comprando para donar alimentos o agua", añade una trabajadora de la cadena valenciana.
Señoras y señores, esto ya tiene nombre, se llama Capitalismo del Desastre: el enfoque, adoptado principalmente por la clase corporativa y los gobiernos, para beneficiarse directa o indirectamente de los desastres y su riesgo.
¿Qué podemos aprender de la DANA de Valencia?
El que nos lleguen los desastres debido al calentamiento del planeta y sus ciclos de realimentación es solo cuestión de tiempo, y dado que no tenemos los recursos con los que cuentan los países del Norte Global, creo que debemos hacernos entre otros, estas preguntas:
¿Está Costa Rica lista para enfrentar los efectos de la crisis climática? ¿Tenemos un gobierno consciente, organizado y sensible al tipo de tragedias que pueden ocurrir? ¿Contamos con recursos suficientes para atender a una o varias comunidades en caso de que suceda un evento de grandes proporciones? ¿Están actualizados los protocolos para las alertas tempranas, las evacuaciones, la movilización de la población, los cuerpos de bomberos, Cruz Roja, la red de hospitales públicos y privados, el cuido de las mascotas, albergues, ropa, comida, etc.? ¿Está la población educada y organizada en sus cantones, distritos y barrios? ¿Cómo se atenderán las migraciones? ¿Podemos hacer planes de contingencia con países aliados desde antes de las tragedias?
Y termino con la pregunta del artículo anterior: ¿si un desastre así ocurriera hoy en su comunidad, encontraría un terreno fértil para el apoyo mutuo y la resiliencia? ¿Sería un paraíso en el infierno, o un infierno en el paraíso?
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