Me gustó la portada del Informe Estado de la Nación.
Cada quien la interpretará como quiera. Tal vez a mí me habló de inmediato porque tengo años hablando de la necesidad de vernos en el espejo. Hoy día poner siempre responsabilidad en “el otro” pareciera un acto reflejo pero cuando se trata de hacer el más elemental ejercicio de autocrítica... reprobamos.
Una y otra vez.
Camino a las elecciones 2026 me gustaría compartir en el Repaso Dominical una serie de reflexiones. Primero, hablaré de las elecciones en Estados Unidos, después, de la visita de Bukele, de Chaves y de la Asamblea Legislativa y por último, de cómo me gustaría ayudar a Costa Rica desde Delfino.CR.
Primera parte: una referencia obvia e inmediata
Las elecciones de Estados Unidos son una sólida oportunidad de aprendizaje. La división ideológica de los gringos no es tan distinta de la nuestra. Si me permiten un brutal reduccionismo estamos hablando básicamente de conservadores, no conservadores y un grueso intermedio que se inclina para un lado o el otro dependiendo de las circunstancias.
Las necesidades y preocupaciones de ese nutrido grupo de personas distan de los temas que suelen polarizar y escandalizar en medios y en redes; son mucho más aterrizadas y reales: costo de la vida, empleo... una institucionalidad funcional (salud, educación, seguridad, justicia...).
Entonces... si este grupo de personas (que son las que deciden las elecciones) percibe que la economía le está asfixiando muy poco importa cuántos gráficos y cuántas estadísticas muestre el Partido Demócrata sosteniendo lo contrario. Dato mata relato... excepto cuando el relato es la vida real que no se alimenta de números.
Las tendencias macroeconómicas positivas no se reflejan necesariamente en el día a día de ese grupo de personas. Permítanme aquí, por favor, citar un artículo de Fortune:
“Cualquier avance macroeconómico quedó completamente eclipsado por las preocupaciones de los votantes sobre los dólares y centavos en sus propios presupuestos personales. En las encuestas a pie de urna, los votantes expresaron inquietud por el costo de prácticamente todos los productos básicos del hogar, desde los alimentos en sus despensas hasta la gasolina en sus vehículos y el precio de sus medicamentos. Una encuesta de AP a 120,000 votantes reveló que aproximadamente nueve de cada diez estaban "muy" o "algo" preocupados por los precios de los comestibles, y ocho de cada diez estaban inquietos por el costo de la atención médica y la gasolina”.
En semejante contexto, ya de por sí complicado, los demócratas asumieron además una posición elitista y condescendiente que veo también retratada en Costa Rica. Resulta irónico que la gente que tuvo el privilegio de una educación superior recurra con tanta facilidad a menospreciar al prójimo y a considerarlo “estúpido” por no compartir su punto de vista.
Tengo mucho tiempo poniendo énfasis en esto: menospreciar a quienes tienen una historia de vida diametralmente distinta y juzgarles desde un lente desprovisto de contexto es un error capital.
Creo que previamente hablé del ejemplo del camión de Coca Cola que se volcó en Turrialba meses atrás. En San José, cuando se difundió el video de los vecinos llevándose las cajas de Coca, sobraron los comentarios peyorativos, por decir lo menos: chatas, polos, delincuentes, maleducados, etc.
Entiendo, de verdad, que esas imágenes puedan despertar valoraciones de esa naturaleza, si bien yo no las comparto. Claro que sí, en un escenario ideal seríamos Japón y la gente estaría ayudando a recoger las cajas. Pero esa no es nuestra realidad. Si queremos que llegue a serlo, primero tenemos que aceptar lo mucho que nos falta para llegar ahí... y después ponernos a trabajar para lograrlo. Protip: el camino no se pone más sencillo a punta de insultos, odios y prejuicio.
Vuelvo a mi punto...
¿Ganó Trump en 2024 porque la mayoría de los estadounidenses son racistas y machistas? No. Sin ir muy lejos: Obama ganó en 2008 y Hillary Clinton ganó el voto popular en 2016... quizá necesitamos plantearnos lecturas menos forzadas y más cercanas a la realidad de la gente promedio. Por algo se ha recordado tanto estos días la famosa frase de James Carville en la campaña del 92 para Bill Clinton: “It's the economy, stupid”.
Prácticamente 2 de cada 3 estadounidenses consultados por AP en las encuestas de boca de urna dijeron que en su criterio la economía de Estados Unidos va “mal” o “no muy bien”. Ese dato sí que mata relato.
Lo demás es lo demás: las campañas políticas son en realidad espectáculo mediático y un concurso de popularidad. Quien diga lo que más gente quiere escuchar, gana. Trump tiene eso clarísimo y supo, una vez más, explotarlo.
Los demócratas, por su lado, entraron en negación y no dejaron de repetir en campaña que la economía de Biden iba muy bien y actuaban como si no entendieran por qué si los números sostenían esa narrativa la ciudadanía lo percibía de otra manera. Una vez más fue Bernie Sanders quien tuvo que explicarles por qué están completamente desconectados de la realidad de la clase trabajadora... ¡que es la que decide las elecciones!
Repito: si el estadounidense promedio lo está pasando mal poco importa lo que digan la macroeconomía. Ben Shapiro podrá ser polarizante y polémico pero cuando dijo “Feelings don't care about your facts” la puso en el ángulo.
Trump supo hablarle a ese descontento. Por supuesto, puso buena carga de la “culpa” de la situación descrita en los inmigrantes y tenemos claro que esa no es la razón por la cual la familia promedio estadounidense pasa por tantas angustias económicas pero le bastó con “vender” esa narrativa para consolidar su discurso de “yo sí te veo, yo sí te escucho, yo sí te represento, yo sí voy a trabajar por vos”.
En resumen: Trump ofreció una historia y ofreció una solución. La historia puede ser falsa y la solución ficticia, pero la fórmula, en términos electorales, es efectiva.
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Ojo, tengo claro que para muchas de las personas que hoy leen este texto puede resultar alucinante que un individuo con el perfil de Trump (vamos, sin ir muy lejos, es un criminal convicto) reciba un apoyo tan decidido y marcado de la mayoría de la población. Sí, no deja de ser impresionante. Pero en vez de reaccionar desde el enojo o la desesperanza yo sugeriría hacerlo desde la más profunda reflexión e, idealmente, desde la empatía.
Si alguien está dispuesto a dejar pasar todo lo que se sabe de Trump y decide confiar en su capacidad de ayudarle a salir adelante esa decisión dice más de la sociedad que hemos construido que de la persona que la tomó. Y por ahí habría que empezar a trabajar. ¿No les parece?
Tras las elecciones dio muchas vueltas un grafiquito que compara los resultados electorales de Oklahoma con los de Massachusetts, subrayando que todos los condados del primero votaron rojo y todos los condados del segundo votaron azul. Lo adjunto:
La imagen, como podrán notar, procura ilustrar (entre otras cosas) que el estado #1 en educación votó por Harris mientras que el #44 votó por Trump.
Estamos claros en que algunos de esos números no están actualizados y en que un análisis serio del tema requiere un abordaje mucho más meticuloso pero dejemos eso de lado por un segundo a fin de aceptar que hoy en día (nos guste o no) el formato “meme” es el que se impone en las discusiones digitales.
Bien. ¿Qué es lo que se pretende plantear con esto entonces? ¿Cuál idea es la que se pretende promover? ¿Que la gente educada por votó por Kamala y la gente sin estudios votó por Trump? Ese abordaje elitista de la realidad lo he visto también en Costa Rica y lo considero arrogante, preocupante... ¡y contraproducente!
La conclusión frente a esta imagen debería de ser más bien: aquellos a los que hemos dejado atrás están pidiendo un cambio porque están comprensiblemente molestos.
¿Les suena conocido? Por supuesto que sí. Porque Costa Rica no empieza en Santa Ana ni termina en Escazú. ¿Será que lo terminamos de entender en el 2026? Ojalá...