Uno de los artículos más controversiales y polémicos que he escrito fue el que titulé ‘’La ideología de género no existe’’, para un medio nacional. Al día de hoy, mantengo firme mi postura, y reivindico todo lo que señalé en ese artículo. No me arrepiento de haber expresado mi punto; más bien, estoy orgullosa de que pudo invitar a la reflexión para promover conciencia sobre la importancia del respeto a los derechos humanos. En efecto, no existe la ideología de género. En contraparte, a mi parecer sí existe una ideología de la que nadie comenta al respecto, pero hoy se encuentra surgiendo con fuerza en Costa Rica, siendo esta la que me gusta llamar como ‘’ideología del odio’’.
En breves términos, la ideología del odio es una forma de pensar ultraconservadora en la que se cree o argumenta que todo lo que se salga de los esquemas tradicionales es una amenaza para la estabilidad social. En este sentido, la ideología del odio tiene una naturaleza reaccionaria, que rechaza el progreso y el avance para la garantía de los derechos humanos más básicos, con el fin de mantener el status quo en el que vivimos.
Como he dicho en uno de mis artículos anteriores, la forma en la que muchos ultraconservadores hacen para conseguir el apoyo al mantenimiento de estos esquemas, es mediante la satanización del cambio y el uso del miedo a él como herramienta para eliminar libertades sociopolíticas e individuales. Aunque, esto último mientras hacen hincapié en el sistema económico ya existente para decir que defienden la libertad, cuando esto claramente no es así.
Argumentan que la libertad ‘’está en riesgo’’ (hablando de un riesgo de que ese sistema vertical que promueven ya no sea de su beneficio y se vuelva mucho más justo, horizontal y equitativo). No obstante, saben que no tienen solidez en sus ideales más que reaccionar o rechazar lo que perciban como una amenaza, de manera que apelan al odio para crear falsos conceptos y realidades que logren convencer a las masas. En breve resumen, utilizan el odio para manipular y lograr su objetivo: mantener lo tradicional.
Esta táctica de la ideología del odio no es nueva. Durante la historia hemos visto el uso del odio para obtener fines. Pero, ¿por qué apelar a ello? Porque su enemigo es el amor. Es la felicidad individual y colectiva y ver el disfrute de los derechos humanos por parte de todas las personas en condición de igualdad, mientras se alcanza la justicia y un sistema equitativo. En otras palabras, el odio se emplea cuando un pequeño grupo de individuos no desea perder sus privilegios sociales, económicos o políticos.
Es precisamente esta pérdida de privilegios que les impulsa a hacer creer a los demás que si ellos los pierden, toda la sociedad colapsará, para ocultar y reprimir la posibilidad de que surja algún pensamiento crítico en el que las personas se den cuenta que, en realidad, entre menos privilegios y más derechos universales hayan, habrá una emancipación colectiva. A raíz de esta necesidad de llenar de odio para evitar la pérdida de sus privilegios, es donde impulsan falsas nociones como sucede con la inexistente ‘’ideología de género’’, como única estrategia para hacer frente a un fuerte movimiento de amor, paz y justicia.
Así, podemos señalar que la ideología del odio, más allá de reaccionaria, va de la mano con el egoísmo, la demagogia y la megalomanía. Existe un movimiento peligroso, autoritario y lleno de odio que busca erradicar y eliminar todo elemento que contradiga las creencias retrógradas que rechazan temas como la igualdad de género y el movimiento feminista, la comunidad LGBTQIA+, la comunidad migrante y la diversidad étnica, la igualdad y recuperación de tierras de los pueblos indígenas, la inclusión de las personas con discapacidad, el desarrollo sostenible, la redistribución de la riqueza y una política económica justa y equitativa etc.
Sin embargo, la ideología del odio no es algo que sucede solo en la teoría. En realidad, hay un fuerte surgimiento de ella en Costa Rica. Muchas personas reciben a diario comentarios cargados de odio y violencia política que intentan deslegitimar argumentos a base de la promoción del rencor y la aberración contra grupos discriminados. Además, estas personas que fomentan los discursos de odio, son las mismas que pretenden alegar que sufren “censura” cuando se les hace responsables y afrontan consecuencias por sus actos.
Bajo las disposiciones del artículo 29 de nuestra Constitución Política, las personas serán responsables de los efectos que el abuso de su ejercicio de la expresión generen, y por lo tanto, ¿se puede considerar “censura” el hecho de que le hagan tomar - aunque sea un mínimo grado de responsabilidad - por los crímenes de odio, el aumento de las narrativas violentas y discriminatorias y las violaciones a los derechos humanos que se generen en el marco de su promoción de discursos de este tipo? A esto se le llama hacerse responsable de los actos.
¿En qué mundo se considera “censura” no permitirle a alguien discriminar? Esto no es solo una burla hacia las personas que son realmente censuradas bajo regímenes autoritarios y que mueren bajo persecución política por defender sus derechos, libertades y garantías, sino que además es una manifestación de una tergiversada, ahistórica e irresponsable noción sobre lo que significa e implica el concepto.
Un caso de censura que sí se está viviendo en el país, por ejemplo, es esa promovida por sectores impulsores de la ideología del odio que se fundamenta en la persecución, desmantelamiento y deslegitimación de las universidades públicas como estrategia para evitar los cuestionamientos y críticas a los sistemas desiguales, discriminatorios o represivos. Esta persecución violenta por estos grupos ha llegado a tal punto que una de estas casas del saber ya ha sufrido una amenaza de bomba. Esto es verdaderamente preocupante.
Debemos saber que la ideología del odio va muchísimo más allá de comentarios en redes sociales; se vive en la práctica y en la vida real en escalas mucho mayores y peligrosas de lo que se piensa. La pregunta es, ¿cómo? Pues, desde las acciones individuales de discriminación, hasta el ascenso o fortalecimiento de regímenes autoritarios populistas cómo los de Javier Milei, Nayib Bukele, Nicolás Maduro y Daniel Ortega que atentan contra los derechos humanos.
No deseo culminar este artículo sin que antes pueda invitarle a una introspección. Es muy importante que desde la democracia y los valores cívicos, reflexionemos y analizemos hasta qué punto hemos dejado que la ideología del odio se establezca en nuestra sociedad, o bien si conocemos a alguien que la esté promoviendo, y hacerle saber que se encuentra haciendo algo peligroso. A su vez, les invito a que nos llenemos de un sentimiento de paz y justicia, para hacer frente a este movimiento ultraconservador, homofóbico, transfóbico, machista, racista, xenofóbico, clasista, entre otras denominaciones posibles. Y más importante, que no dé más miedo señalar actitudes discriminatorias que normalizarlas. Es hora de romper con esos esquemas retrógrados y poner fin a la ideología del odio, para que así triunfe el amor. El odio se combate con amor, siempre.
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