Gozamos de mucha información para analizar nuestra situación económica. Con ella mi conclusión es el título de este artículo.
Veamos por qué.
Bien
En su Informe de Política Monetaria de julio el BCCR aumentó a 4% el crecimiento del producto interno bruto (PIB) esperado para este año.
Como lo señala ese informe ese es un crecimiento mayor al promedio de 3,8% que se dio entre 2010 y 2019 antes de la pandemia.
También es un buen crecimiento si se compara con el crecimiento para 2024 esperado en el mundo de 3,4% y en América Latina de solo 1,9% —según las estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) a mediados de este año— y entre los países del Sistema de la Integración Centroamericana (SICA) solo República Dominicana crecería más que Costa Rica.
También ese crecimiento de 4% es mayor al crecimiento esperado para la mayoría de las naciones de ingreso medio alto como el nuestro, según la clasificación del Banco Mundial.
Las exportaciones de bienes siguen creciendo. En el primer semestre de este año, aunque disminuyeron su velocidad aumentaron un 7%.
La formación bruta de capital tuvo un crecimiento interanual de un 6,3% y un 7,3% en el primero y el segundo trimestre de 2024 respectivamente, causado principalmente por aumentos de inversión del sector privado.
El consumo privado aumentó un 3,6%.
El nivel de desempleo se mantuvo entre 7,9 y 8,5% en los seis meses del primer semestre, lo que es bajo comparado con los datos históricos desde 2010 cuando se estableció la Encuesta Continua de Empleo.
El nivel de ingreso real de las personas en los meses recientes ya alcanzó el nivel existente antes de la pandemia. Para los trabajadores del sector privado que en promedio tienen menores capacitaciones y menores ingresos se ha dado un aumento del orden de un 7%. Pero para los del sector público se ha dado una disminución del 14%. Los trabajadores de altas calificaciones han tenido una disminución de su ingreso de un 9,4% mientras los de capacitaciones baja y media han aumentado su ingreso en un 3,5%.
Estas variaciones en los ingresos de distintos grupos de trabajadores explican en buena medida la disminución en la desigualdad que el Informe de Política Monetaria julio 2024 analiza en una interesante nota.
Se estudia el consumo de los diferentes deciles de la población, y se construye para esa variable el índice de Gini que mide la desigualdad. Se concluye que ha disminuido de 0,44 en el índice de Gini en 2018 a 0,34 en 2023. Este dato indica un nivel de desigualdad menor al que se mide con base al ingreso, pero es consistente con la variación de la desigualdad por ingreso que también disminuyó en ese período de 0,514 a 0,502.
Los datos de la hacienda pública nos indican que a junio el superávit primario fue de 0,9% del PIB y el déficit financiero fue de 1,5% del PIB. Ambos números son buenos comparados con los datos que condujeron a la reforma fiscal de 2018.
Los resultados no son excelentes y la realidad es amenazante
El crecimiento del PIB, aunque relativamente bueno dada la tendencia anterior al coronavirus y los datos de la economía mundial y de nuestros vecinos, es insuficiente para generar el empleo formal y el crecimiento de los ingresos de las personas necesario para disminuir la pobreza y fortalecer a la clase media. Para ello necesitaríamos un período largo de crecimiento al 5% o más.
El crecimiento de las exportaciones se da fundamentalmente en el sector de comercio preferente o régimen especial, zonas francas y perfeccionamiento activo. En este sector las exportaciones crecieron un 8,1%, mientras en el régimen definitivo el crecimiento fue de solo un 1,8%.
Esto determina un crecimiento mucho más acelerado de la producción en el régimen especial que representa solo un 15% de la producción y en el cual la demanda para personal con menores calificaciones es proporcionalmente menor. Trabajadores menos calificados tienen una mayor oferta laboral insatisfecha que requiere un crecimiento mucho mayor del régimen definitivo.
Esto se refleja en el empleo.
Aunque la proporción de desempleo es menor a la prevaleciente en la década anterior a la pandemia, la verdad es que no se debe a un aumento en la creación de puestos de trabajo sino más bien a la disminución en el deseo de trabajar de la población mayor de 15 años. Si comparamos con las cifras de personas ocupadas antes de la pandemia en febrero de 2020, las ultimas cifras de la ECE señalan que en el trimestre terminado en junio 2024 hay 69764 personas menos ocupadas, lo que representa una disminución de un 3,1% en el nivel de ocupación. De esa cifra 27895 son hombres y 41869 son mujeres.
Si para evitar efectos de estacionalidad en los niveles de empleo comparamos con junio de 2019, el último mes igual antes de la pandemia, también encontramos una disminución en el número de personas ocupadas. En este caso la mayor disminución de puestos de trabajo también se da con relación a las mujeres.
Los resultados fiscales a junio de 2024 a los que he hecho referencia implican una disminución respecto a lo alcanzado en el primer semestre de 2023. El superávit primario disminuyó de 1,4% a 0,9% del PIB y el déficit financiero aumentó de 0,9% a 1,5% del PIB. Esto en parte resulta de las altas tasas de interés que para combatir la inflación se dieron en los mercados internacionales cuando se colocaron $3000 millones de bonos del gobierno.
Esto se debe en parte a una disminución en el crecimiento de los ingresos que fue de solo 1,9%. El impuesto de la renta creció solo un 0,7% influido por la revaluación del colón.
Los gastos totales del primer semestre respecto al mismo semestre del año anterior tuvieron un crecimiento del 9,2% muy influidos por el crecimiento de los intereses de 10,4% (por el aumento de las tasas y de la cantidad de la deuda del gobierno) y de remuneraciones de 7,6%. Y a pesar de esto la inversión pública en el semestre disminuyó un 15,9% y el gasto en educación, salud y asistencia social —aunque no tengo acceso a datos para el primer semestre de este año— es muy aparente que debe haber seguido la tendencia decreciente de los dos años anteriores.
Es evidente que ha faltado una restructuración del gobierno para priorizar el gasto en los rubros más importantes y urgentes como educación, asistencia social, inversión, salud y seguridad ciudadana.
Ahora el gobierno pide cambiar los requisitos para colocar bonos en el mercado internacional bajando los objetivos de superávit primario y déficit fiscal para los años siguientes y afirma que “al menos para el 2024 y el 2025, la deuda seguirá por encima del 60% del PIB”. Ese es el escenario más restrictivo para aplicación de la regla fiscal e implica las más severas medidas de contención del gasto público.
Esto haría cada vez más difícil sostener la regla fiscal por la presión política en favor de ajuste de salarios en el sector público, de mayor inversión en infraestructura y de gasto en los rubros prioritarios que han sido descuidados.
¡Sería muy perjudicial descarrilar el ajuste fiscal antes de terminar de alcanzar su objetivo de estabilidad y seguridad fiscal!
Vamos bien pero no excelente y debemos tomar medidas ya para evitar que el futuro se nos deteriore.
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