Anhelar una visión realizable es activar lo más primitivo de la biología humana: la producción de dopamina, que es la hormona del deseo. Esa molécula producida en el cerebro ha impulsado a nuestra especie a hacer todo lo que se ha hecho a lo largo de la historia. Explica, también, cómo funciona el populismo: no importa que la gobernanza sea ineficaz e ineficiente, siempre que se elaboren narrativas que le permitan a los seguidores de un movimiento político imaginarse un escenario deseable, aunque sea imposible de alcanzar.

Si bien se sabe poco sobre esta molécula, sí se sabe que ha sido determinante en la toma de decisiones que ha realizado la humanidad por miles de años. Por ejemplo, induce a nuestro cerebro a realizar actividades que generan algún tipo de gratificación. Es muy pertinente en tiempos de la denominada gratificación instantánea a la que ha sido expuesta nuestra especie por medio del uso de dispositivos electrónicos digitales y las aplicaciones que se han desarrollado para aquellos. Hoy en día, esperamos respuesta inmediata en la mensajería de texto al igual que anhelamos retroalimentación y reacciones positivas de nuestras comunidades virtuales cuando compartimos contenidos en las redes sociales electrónicas.

Nuestro cerebro no fue diseñado para atender tantos estímulos por hora o por día que disparan la producción de dopamina. Ello aumenta la ansiedad con la que vivimos pues queremos que las consecuencias de nuestros actos intencionales sucedan ya mismo o a la mayor brevedad. El efecto que esto tiene en la política electoral es notorio y degradante.

Las campañas políticas serias en entornos democráticos maduros implican un proceso estratégico de varios años de gestación. Preguntémosles a los aspirantes presidenciales, que empezarán a emerger muy pronto en nuestro medio, qué querrían haber logrado al terminar su eventual administración en el año 2030 y cómo les gustaría sentirse en aquel momento. Es muy probable que ninguno lo hubiera pensado, en parte porque pocos líderes políticos han desarrollado destrezas en prospectiva estratégica para visualizar y gestar escenarios futuros, y en parte porque la aspiración que los moviliza es la de sentirse ganadores, no la de sentirse consagrados tras la presidencia de la República.

Una manera de discernir sobre el carácter de dichas personas aspirantes sería preguntarles qué estarían dispuestas a hacer para visualizarse cumpliendo con esos logros y sentimientos de la hipotética escena de culminación de sus cuatro años de gobierno. Otra, sería preguntarles qué estarían dispuestas a hacer con tal resultar electas en la contienda política. Quizás sería muy revelador de cuánto deseo tienen de ostentar el poder, y también cuánto deseo tienen de trabajar por un próspero porvenir para toda la nación costarricense más allá de una eventual elección presidencial o período de gobierno.

Intuyo que la inmensa mayoría estarían más interesados en el poder que en la prosperidad.

Escuche el episodio 223 de Diálogos con Álvaro Cedeño titulado “Dopamina”.

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