¿De qué manera reinventaríamos la democracia? Esta pregunta es cada vez más pertinente, conforme somos testigos y partícipes de su pérdida de vigor a nivel mundial. Podríamos verla desvanecerse o podríamos, de manera proactiva, transformarla en un sistema mejorado en su eficacia.
La democracia es un proceso experimental. Quiere decir que es un sistema vivo que se debilita o fortalece en todo momento con cada acción y omisión de cada persona que reside en una determinada jurisdicción. Si se mide en años, quizás quede la sensación de que está en franco colapso. Si se mide en décadas, tal vez se perciban áreas por mejorar. Quienes tienen el privilegio de dimensionarla en siglos, pueden ver cuánto bienestar colectivo ha sido creado por generaciones.
Imaginemos la metamorfosis de un gusano de oruga que, cuando llega su momento, evoluciona en capullo. La mariposa que de ahí saldrá es muy diferente a la oruga, pero es el mismo ser. La nación que adopta la democracia y la tonifica por cien años se transforma en una muy diferente, aunque sigue siendo la misma en su esencia cultural e idiosincrática.
Es pertinente comprender que, en el flujo continuo del tiempo, no existen causas originales ni consecuencias últimas. Las causas de un evento son consecuencias de otro anterior, y las consecuencias del evento se convertirán en causas para otros eventos. Así es el pensamiento sistémico, donde todo está concatenado con todo, como ilustra el “efecto mariposa”: un pequeño movimiento en el Amazonas produce un enorme cambio en Asia.
La reinvención de la democracia podría explorar la creación de instituciones novedosas que le ayuden al sistema a preservarse de manera sostenida y a adaptarse a las circunstancias de la realidad cambiante por más siglos. Por ejemplo, pensemos en un Ministerio del Bienestar, que se encargue de todo lo que enriquece de manera proactiva la vida humana y la de otros seres vivos en esa jurisdicción, distanciándose del paradigma de atención de la enfermedad. O un Ministerio del Futuro, como ya existe en múltiples países, para realizar prospectiva estratégica de forma sistemática respecto a escenarios deseables e indeseables para los años venideros de la nación.
El libro Reinventando organizaciones, de Frédéric Laloux, sugiere crear organizaciones que cesen de existir cuando cumplan su propósito. Mientras lo logran, se podrían concebir para que fueran menos jerárquicas y más orientadas hacia la autogestión. Esto es, que las personas que laboran para ella estén capacitadas y empoderadas para tomar decisiones que aproximen la eficacia institucional. Además, que estén más enfocadas en cumplir con el propósito para el que fueron creadas lo antes posible, y menos preocupadas por la pesada estructura burocrática que tiende a formarse en torno a zonas de confort de las personas colaboradoras cuando asumen que son indispensables y que estarán en sus cargos a perpetuidad.
Por último, que el entorno organizacional promueva la autenticidad, el bienestar y el propósito personal de cada individuo que colabore en el equipo de gestión. De esta manera, será más probable que la organización misma cuente con un propósito adaptable y evolutivo mientras la entidad continúa aprendiendo y creciendo.
Vea el episodio 224 de Diálogos con Álvaro Cedeño titulado “Democracia experimental”:
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Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.