Todos conocemos la manzana envenenada de Blanca Nieves y habitualmente interpretamos ese cuento como una historia para niños. Sin embargo, la vida adulta contemporánea no está demasiado lejos de episodios como este. Y no, este texto no se refiere al azúcar ni a las grasas saturadas, sino a los microplásticos, que han protagonizado sorpresivamente los debates sobre alimentación y salud, durante las últimas décadas.
En febrero del 2024 se publicó un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Catania, que analizaron una serie de alimentos con alto contenido proteico, como camarones, carne de res, nuggets de pollo, tofu y otros. Los resultados mostraron que los camarones empanizados contenían la mayor cantidad de microplásticos, con 300 por porción, mientras que la pechuga de pollo, las chuletas de cerdo y el tofu estaban menos contaminados, aunque contenían una cantidad alarmante de estas partículas.
Nadie se salva
Es común pensar que los productos animales y las proteínas en general están más expuestos a contener plásticos, pero se han encontrado también en las frutas, verduras y vegetales. En el 2020, otro estudio de la Universidad de Catania, en Italia, investigó que la presencia de microplásticos en manzanas y zanahorias alcanza los 100.000 microplásticos por gramo. Es decir, ni los veganos están exentos a esta exposición.
Para algunos comensales el contenido “sano” es irrelevante, mientras para otros es una prioridad. Sin embargo, ¿será que estamos castigando al alimento inocente y coronando al equivocado? En la actualidad, mencionar el uso de la sal de mesa en las comidas es prácticamente un pecado, dejando de lado que nos protege ante una deficiencia de yodo, mientras que en muchas cocinas la preferida es la rosada y preciosa sal del Himalaya, que además es mucho más costosa. ¿Será porque es la más enriquecida con microplásticos? Esto según un estudio publicado en el 2022 en Springer.
No existen estudios contundentes sobre los efectos adversos que produce la ingesta de estos polímeros. Sin embargo, es difícil pensar que consumir partículas sintéticas llenas de químicos de laboratorio, provenientes de empresas manufactureras, sea la fuente de la vida eterna. No se trata de satanizar los alimentos, al fin y al cabo, no se puede vivir sin ellos, pero vale la pena detenerse un momento en el supermercado a pensar sobre si realmente ese producto busca una mejor salud para mí. Podría tratarse de una manzana perfectamente plastificada, que de forma silenciosa me roba años de vida.
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