La democracia es como un músculo, que se robustece al usarse y languidece con el desuso. Diversos indicadores a nivel internacional muestran una pérdida continuada de vigor de las democracias alrededor del mundo. Algunas de ellas, de hecho, han dejado de serlo, convirtiéndose en regímenes autocráticos o algo peor.
El juicio de valor de señalar a la autocracia, a la dictadura, a la tiranía o a la anarquía como algo peor a la democracia, se fundamenta en las virtudes de esta última que no ofrecen aquellas otras formas de gobierno. Sin afán de ser exhaustivos en el listado ni profundos en su análisis, la democracia ofrece libertades individuales y colectivas entre las cuales destaca de manera notoria la oposición al gobierno de turno. En regímenes democráticos somos libres de criticar al gobierno.
La democracia también aspira a valores comunes como la justicia pronta y cumplida, la pluralidad de ideas, la defensa o creación de derechos de las minorías, la transparencia en el manejo de fondos públicos, el respeto al estado de derecho, incluyendo todas las normas vigentes de un país. También, la democracia garantiza y defiende la obligación de reemplazar de manera periódica a las personas que ocupan cargos de elección popular. En algunos casos, a la vuelta de unos años podrían volver a aspirar a ese u otros cargos públicos, pero en ningún caso se tolera la perpetuidad en puestos electos.
Otros valores consagrados en el sistema democrático incluyen la igualdad ante la ley de toda persona y la posibilidad de participar a todo nivel en los procesos electorales, de gobernanza y de administración públicas, el principio de legalidad y la responsabilidad de toda persona que ejerce la función pública. De igual forma, contiene ideales aspiracionales como la prosperidad socioeconómica y la paz, este último con un nivel supremo de notoriedad en Costa Rica, la democracia desmilitarizada más poblada y antigua del mundo.
Si este sistema de gobierno está perdiendo vigor a pesar de semejante colección de virtudes, deben considerarse áreas por mejorar a partir del diseño de sistemas en busca de cambios acelerados. Por ejemplo, debe preguntarse si nuevas reglas o límites son necesarios para que se cree una nueva dinámica de interacción que supere la actual. La democracia no se robustece eliminando controles sino creando otros nuevos que enaltezcan las virtudes en las que se basa ella misma.
De igual forma debe pensarse en incentivos que inviten al comportamiento de masas críticas de personas en la dirección de la eficacia en la gobernanza. O sea, que se gobierne de manera efectiva en pro del bien común. Eficacia es hacer bien lo correcto.
Las democracias crecen y se robustecen con el paso de las décadas de manera orgánica. Sin embargo, hay algunas mejoras que, con el uso de herramientas modernas como el blockchain, podrían tener un crecimiento de manera acelerada. Sería cumplir con el ideal democrático siendo más ágiles en la protección de derechos de las minorías, en la mejora en acceso al bien común de las mayorías, en el aumento del bienestar para los individuos, para la colectividad y para otras formas de vida, en el aumento de la confianza, y la introducción de mecanismos de perdón en la sociedad.
Ante todo, es fundamental comprender que todo país en el mundo es un experimento. Como tal, implica que estamos en un proceso continuo de aprendizaje y en una dinámica viva de cambio. A mayor libertad, mayor grado de experimentación y mayor posibilidad de mejora.
Escuche el episodio 218 de Diálogos con Álvaro Cedeño titulado “Post-democracia”.
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Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.