Cuando al adulto le invade el impulso de jugar, no estamos ante una mera regresión a la infancia. Sin duda, el juego siempre libera. Rodeados de un mundo de gigantes, los niños al jugar crean uno propio, más pequeño, el adulto, acorralado por el mundo real del que no puede escapar, desdibuja la amenaza jugando con una imagen reducida de ese mundo". Walter Benjamin

El juego es una parte intrínseca de la actividad humana: es fundamental en el desarrollo cognitivo, en el descanso, en las artes, en lo sagrado, en la política, en los ritos de vida y muerte, así como en muchas otras situaciones. Hay evidencia arqueológica y documental de espacios y arquitectura destinada al juego, de actividades lúdicas y de juguetes en gran diversidad de culturas de todo el mundo desde la prehistoria y hasta la actualidad. En ellas, el juego ha sido practicado por personas de todas las edades, solo por diversión y también con fines bien definidos: para aprender, para predecir el futuro, para tomar decisiones, para disfrutar, para alivianar el trabajo…

En el mundo contemporáneo occidental, aunque en algunas culturas minoritarias el juego conserva estas funciones, se ve amenazado por puntos de vista utilitaristas que tienden a catalogar el juego como una actividad prescindible, relegada a la niñez, al comercio y en ocasiones circunscrita al deporte. También existen ciertas visiones que asocian el juego al azar, a la vagancia y al vicio, las cuales alejan a las personas jóvenes y adultas de la mayoría de las actividades lúdicas, pues tienen connotaciones negativas.

Sin embargo, existe numerosa evidencia de que el juego es indispensable para el desarrollo desde la primera infancia y también en las demás etapas de la vida. El juego en la niñez permite desarrollar la psicomotricidad, ejercitar la imaginación, desarrollar el lenguaje, entablar relaciones socioafectivas, competir, y construir y expresar la propia identidad. A medida que las personas crecen, algunas de estas funciones disminuyen y otras se hacen más fuertes. Por ejemplo, en la primera infancia son de interés los juegos que implican correr, saltar o superar obstáculos, en la adolescencia el interés podría dirigirse hacia los juegos de destreza o a los deportes, mientras que en las personas adultas suelen ser más interesantes los juegos de mesa o de rol. En cada una de estas etapas los juegos cumplen un papel distinto, porque responden a las necesidades y preferencias de ese momento particular de la vida.

El juego, además de estas funciones puede ser un instrumento utilizable en contextos de aprendizaje, entrenamiento y terapéuticos. En este sentido, cabe mencionar la gamificación (o ludificación), la cual es, según Yu-kai Chou, una técnica por medio de la cual se da a determinadas actividades “la forma de juego”; el mismo autor prefiere referirse a ella como “diseño enfocado en los humanos”, que consistiría en el proceso de “derivar los elementos de diversión y compromiso típicos del juego para aplicarlos cuidadosamente a actividades productivas o de la vida real”. Esta perspectiva tiene muchas aplicaciones en los negocios, en el coaching, y naturalmente, en la industria del entretenimiento.

El juego ha sido utilizado también en diversas pedagogías, tanto convencionales como alternativas, por su utilidad para facilitar el aprendizaje de conceptos en la educación temprana y en la primaria. Este uso, sin embargo, no se ha extendido tan profusamente a la secundaria ni a la educación superior, pero sí se emplea cada vez más en procesos terapéuticos en la edad adulta.

El juego y todo lo asociado a este forman parte de la cultura como fenómeno amplio y abarcador. Tomaría muchos libros desarrollar con detalle esta afirmación, pero deberían ser suficientes dos ejemplos. Las canciones que forman parte de juegos infantiles suelen ser fuentes para estudios de diversa índole porque se las considera un reflejo de las costumbres y de la evolución de la lengua en diversos momentos de la historia; también suelen ser inspiración para la creación de obras musicales: Mozart y Schumann las utilizaron para crear algunas de sus obras. El otro ejemplo que deseo citar son las muñecas: han existido en muchos pueblos a lo largo de la historia y son un reflejo de los usos, costumbres, oficios y actitudes presentes en estas culturas, con diversas funciones, desde lo mágico-religioso hasta el coleccionismo o lo puramente lúdico.

Podríamos detallar muchos más ejemplos, como los soldaditos de plomo, el pilla pilla, las canicas/bolinchas, los rompecabezas/puzzles, los caballitos de palo, los juegos de cartas, e infinidad de juegos y juguetes que son fiel reflejo de las culturas que los producen, interpretan o adaptan a sus propias circunstancias, costumbres e idiomas: en una cultura las muñecas se hacen de madera, en otra de textiles y en otras de arcilla. En un país un juego con esferas toma forma de petanca, en otro de boliche, en otro de canicas y en otro de bolinchas. En una región, el mismo objeto que se llama peonza, en otra se llama trompo y en otra spinning top.

En suma, el juego y los juguetes son expresiones tan características de las culturas como lo son los idiomas, la literatura o las artes. Entonces, ¿por qué no se le da la misma importancia al juego y a los juguetes?

La Declaración Universal de Derechos Humanos (1948) reconoce el derecho de toda persona “a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten” y a la satisfacción de “los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad”. El derecho a participar libremente en la vida cultural está reconocido y protegido por varios instrumentos del derecho internacional.

El juego está reconocido principalmente en los derechos de la niñez. La Convención sobre los Derechos del Niño reconoce el derecho “al descanso y el esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas propias de su edad y a participar libremente en la vida cultural y en las artes”.

En el año 2013, el Comité de los Derechos del Niño aprobó la “Observación general No 17” en torno a este artículo, en donde se profundiza en la interpretación del texto y en las obligaciones y responsabilidades de los estados, del sector privado y de las personas que trabajan con la niñez. Al respecto, el Comité señala que:

Aunque el juego se considera con frecuencia un elemento no esencial, el Comité reafirma que es una dimensión fundamental y vital del placer de la infancia, así como un componente indispensable del desarrollo físico, social, cognitivo, emocional y espiritual

Especifica también las dificultades para el cumplimiento de este derecho, entre estas cita la falta de reconocimiento de la importancia del juego y la recreación, los entornos insalubres y peligrosos, la violencia imperante en muchas sociedades, la resistencia y la exclusión del uso de los espacios públicos a las personas menores de edad, la falta de acceso a la naturaleza, las altas exigencias de éxito académico, la exclusión de este derecho en la planificación del desarrollo de los países, la falta de inversión pública y la comercialización de juegos y juguetes que no respetan el desarrollo saludables de las personas menores de edad.

En el año 2014, el Consejo de Derechos Humanos aprobó la resolución titulada “El derecho del niño al juego y a las actividades recreativas”. En esta se alienta a los Estados para que respeten, protejan, promuevan y hagan efectivo este derecho.

El pasado 25 de marzo de 2024 la Asamblea General de las Naciones Unidas ha declarado el 11 de junio como “Día Internacional del Juego”. Esta declaratoria reafirma la importancia del juego para el desarrollo integral y el bienestar de las personas de las personas menores de edad.

Este énfasis en la niñez es importante, pero en mi opinión debería avanzar hacia el reconocimiento expreso del juego como una actividad importante para las personas de todas las edades. Todas las personas tenemos derecho a jugar, no importa cual sea nuestra edad o condición.

Si el juego es parte de la cultura, y si el disfrute y la participación en la vida cultural están garantizados como derechos humanos, es necesario que cuenten con una consideración especial del estado y de la sociedad en general, para proteger y promover el ejercicio del derecho a jugar.

Necesitamos jugar más, sin que nos avergüence, con o sin propósito. Promovamos el disfrute del juego libre para todas las personas en espacios seguros, diversos y respetuosos.

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