El presidente actual, de visita en Guanacaste para las celebraciones del 25 de julio, se acerca a una chiquita y le pide a un familiar que se la regale, que él se la devuelve después de que termine la universidad.
No hace gracia, ni en broma. Y la propuesta es indefendible.
El 7 de mayo de 2025, The Lancet, revista de salud desde 1823, publicó un análisis global longitudinal sobre violencia sexual. En Costa Rica pasó desapercibido, y no debió ser así, porque quedamos entre los cinco primeros lugares —de 204 países analizados— en abusos sexuales a menores, tanto a chiquitas como a chiquitos.
Eso no lo publica el ICT, pero deberían hacerlo el Inamu, el Ministerio de Salud, el Ministerio Público, el OIJ y el PANI, entre otros.
Ya en reiteradas ocasiones ha advertido el Hospital Nacional de Niños que recibe a miles de chiquitos por abusos sexuales cada ano. La diputada independiente Johana Obando ha sido una de las pocas personas en pegar el grito al cielo. Gracias a Obando, la Asamblea Legislativa aprobó de manera unánime la apertura del expediente de investigación 24.889 sobre el aumento de crímenes de abuso sexual contra personas menores de edad en Costa Rica.
“¿Me la regala?” forma parte del léxico tico que también incluye el “¿y tiene novia?”, que se escucha en el kínder, de un adulto a un chiquito. O el “yo me espero a que crezca”. Es la normalización de la sexualización de la niñez. ¿Para qué quiere un adulto a una chiquita y devolverla después de la U? “Es un decir”, me dicen. Naaaa.
En una entrevista, Kennly Garza, directora del PANI, dijo que el aumento de denuncias por abuso sexual se debe a que todo tipo de violencia está creciendo, y eso se ve tanto en los datos como en las noticias de cada día.
¿Pero qué tipo de violencia? Identifico tres tipos: física (sexual), psicológica (por razón de género) y estructural (aquello que el Estado y la sociedad le permiten —o no— al victimario y a la víctima). Por ejemplo, el hecho de que la mayoría de los crímenes queden impunes inmuniza a los criminales para seguir delinquiendo y se vuelve un círculo vicioso.
Entonces, si tenemos estadísticas tan trágicas, ¿por qué no lo hacemos una prioridad? El problema, dicen, es que es estructural. El estudio de las cuestiones estructurales ha sido descartado por considerarse “impráctico”, pero en realidad esto no es más que un problema de enfoque.
No ayuda en absoluto tener a un presidente al que se le ríen las “gracias”. Es parte del problema, y del machismo exasperante que tanto hombres como mujeres siguen alimentando.
Las estadísticas están publicadas. Nadie puede alegar ignorancia.
Pareciera, tristemente, que fuéramos un país lleno de pedófilos. Suena feo, ¿verdad?
Más feo es ser cómplice de una realidad donde miles de chiquitos y chiquitas son usados sexualmente por adultos. En un país donde los abusadores tienen permiso, la impunidad se vuelve política de Estado, y la infancia, rehén de la risa fácil. A menos que lo hagamos, de una vez por todas, prioridad nacional.
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