¿Está Rodrigo Chaves en campaña electoral? Cualquier persona con acceso a Internet, un radio o un televisor puede ser testigo de esto y, si bien la Constitución y la jurisprudencia de la Sala IV son claras en términos de la reelección presidencial, es obvio que el mandatario quiere que quien le siga en el puesto sea alguien de su confianza y con amplia mayoría de apoyo legislativo.

Es evidente que el proyecto de Ley Jaguar es parte de la estrategia para posicionar ese discurso electoral. Presenta una iniciativa de ley con un montón de vicios de forma y de fondo, para luego disparar culpas a la Sala IV, al Tribunal Supremo de Elecciones o a la Asamblea Legislativa. Y en esto, el apoyo de los medios de comunicación alineados es clave, porque son quienes se encargan de replicar estos mensajes.

Estos medios, que evidentemente tienen su bandera lista para las elecciones presidenciales, no son nada tontos y tienen la intención de aplanar el camino para quien sea bendecido o bendecida por el presidente, facilitándole las cosas. Es entonces cuando surgen noticias como la publicada el día de ayer por La República, replicada por El Mundo CR y Trivisión, que buscan poner a pelear a los diferentes actores políticos, en este caso específico partidos, para antes de iniciar conversaciones, quemar puentes.

Es un anzuelo que para algunas de nosotras y nosotros pudo ser muy obvio, pero que al final, siempre algunos terminan mordiendo. Estos roces son innecesarios en el momento en el que nos encontramos y es necesario poner en perspectiva qué es lo que está en juego.

Las personas progresistas de este país estamos viendo cómo nos roban el bosque, ese que por tantos años nos sentimos orgullosas y orgullosos de proteger con legislación moderna. Nos están robando el agua, con comunidades que parte de su rutina se ha vuelto llenar galones porque mínimo dos veces a la semana el acceso a este recurso se limita para priorizar otras zonas y muchas otras en la ruralidad están condenadas a tomar agua con agroquímicos. Nos quitan el acceso a nuestras playas, esas en las que alguna vez jugamos en el Caribe o el Pacífico, se vuelven inaccesibles para quienes no tenemos pasaportes gringos o europeos.

Nos están robando la salud; por medio de intereses privados se retrasan obras clave, como el Hospital de Cartago, con la intención de favorecer a otros, mientras que el ministro de Hacienda y la presidenta de la Caja son incapaces de llegar a un acuerdo para que el Estado le pague a la Caja. Tenemos una importante fuga de profesionales del sector salud, lo que tiene en este momento los hospitales abarrotados, condenando a pacientes a enfrentar situaciones que ponen en riesgo su dignidad. Nos quitan también nuestra seguridad, con cifras altísimas de asesinatos y con cifras de feminicidios y violencia intrafamiliar por las nubes que condenan a las mujeres a no estar seguras ni en sus propios hogares. Buses inmolándose por diputaciones alcahuetes. Y en general, el retroceso en tema de Derechos Humanos.

Estos son algunos de los temas de los que estoy seguro, muchísimas de las personas que podrían pensar similar a mí tienen preocupaciones. Es normal sentir esa ansiedad por un futuro incierto, ya que solo falta un año para que inicie la campaña oficialmente. Pero entonces es momento de accionar. Yo, en definitiva, quiero un mejor país no solo para mí, sino para todas las personas con las que me toca compartir estos 51.100 km².

Recientemente, he estado participando en el programa Agente de Cambio de la Fundación Friedrich Ebert y he tenido el placer de compartir ese espacio con muchísimas personas jóvenes que tienen esa convicción, que desde sus colectivos y grupos pueden realmente generar un cambio. A mí me ha quedado claro que, aunque tengamos diferencias en las formas, es posible sentarnos todes en una mesa y llegar a acuerdos mínimos para trabajar en conjunto.

Para el próximo 2026, es necesario articular alrededor de esas cosas que nos unen, imbricar nuestras problemáticas, para generar un movimiento unido que avance hacia un objetivo común, una mejor Costa Rica. Yo, la verdad, tengo claro que no existen sillas vacías, y estoy cansado de que quienes tomen decisiones se estén paseando en la sangre, sudor y lágrimas que costó construir nuestro estado social de derecho.

Ahora la pregunta es para usted, que me lee. ¿Qué va a hacer?

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