La última vez que escribí por acá, hacía referencia al hecho de que todos somos responsables de lo que pasa en nuestro país. Por eso, es que sostengo que la política importa. Porque todas las cosas que nos impactan, de forma positiva o negativa, pasan por la política.

Un buen amigo de nuestro país vecino del sur me contaba con cierta frustración, de una conversación que había tenido con otro amigo suyo, a quien preguntaba: “¿qué puedo hacer yo para ayudar a mi país?”. La respuesta obtenida fue: “pues tienes que hacerte diputado, sólo así”. Y me contaba, desanimado y resignado, que esa persona tenía razón. Que, si uno quiere tener un impacto en el país, tiene que hacerlo así pero que ese no es su camino. Por lo tanto, entendía que no tenía forma de ayudar a su país. Estuve en desacuerdo y palabras más, palabras menos, le vendí la idea de que había que involucrarse en política, y eso no significaba hacerse diputado o cosa por el estilo. Hay muchas formas, y aunque no podemos hacer todas las que se nos ocurran, por tiempo o por capacidad, basta con escoger una; sólo una y ponerla en práctica. “Vale, esa te la compro. Hay que involucrarse, es cierto”.

En momentos donde tenemos un gobierno que maneja la narrativa muy bien, pero para mal, y explota cualquier detalle para magnificar y asentar sus falsedades, no podemos darnos el lujo de darle insumos. Nuestra democracia, nuestro país, lo hacemos evolucionar y seguir caminando hacia el futuro con cada pequeño paso y cada pequeña decisión que tomemos en el día a día.

Maduremos como sociedad. El momento de entender que se trata de debatir ideas o hechos, no personas, es ya.

Es necesario que despertemos como sociedad, y entendamos el momento en el que estamos. Mientras nos dejamos maravillar por el humo y los flashes de un referéndum gatito, se nos pasan desapercibidos temas de relevancia estructural para el futuro de nuestro país. No es que un referéndum no sea importante, ni que buscar mejorar la eficiencia y fiscalización del estado tampoco lo sean. Lo son, pero no son de recibo cuando se plantean cómo un intento de distracción, manipulación de la opinión pública y berrinche presidencial. En fin meros caprichos de la “administración pública activa”, dignos del nivel de madurez de un niño que no acepta que un adulto le dijo “eso no se hace así”.

Mientras que el tiempo se nos va mirando esas cortinas de humo:

Nuestras carreteras son un peligro tanto por falta de infraestructura adecuada como de educación vial. Aun así, dejamos que se empiecen a comercializar las motos taxis, que ofrecen un servicio no regulado pero que el mismo oferente dice que está dentro de la ley, así que igual les cobramos impuestos a esos viajes y que los “socios colaboradores” paguen sus seguros y responsabilidades sociales porque jamás pensar en entrarle a la regulación. Aunque claro, ya se comprobó que existe una relación laboral, pero de nuevo, la empresa dice que eso no aplica para todos los “socios colaboradores” así que, dejemos que sigan siendo juez y parte. Solo por tocar uno de los muchos temas en el universo laboral.

Nuestro sistema educativo, a la deriva y con grandes rezagos no solo en temas duros y puros como las matemáticas, sino también a nivel emocional y psicológico. Recordemos, educación es un ámbito enorme. No son simplemente español, sociales, ciencias y mate.

¿Hemos pensado en artes y cultura? ¿Cuántos espacios de nuestras comunidades y ciudades se están desperdiciando como “parqueos públicos”? Que de públicos solo tienen el nombre. ¿Estamos conscientes de que, en el arte y la cultura, la sociedad encuentra esa válvula de alivio que tanto nos hace falta en momentos de tanto estrés y de ebullición social como este?

Y así como estos, hay muchos, muchos otros temas más.

Es importante involucrarse en política porque al hacerlo, nos damos cuenta de que el país nunca es un “producto terminado”. Ver al país desde esa óptica ha sido un error garrafal que hemos cometido como sociedad y que seguimos cometiendo. Un país nunca es un producto terminado, siempre es un producto incompleto, en constante cambio y evolución. Es la única forma de avanzar. Y para eso, se necesita que la sociedad civil participe y se involucre. De lo contrario, la siguiente etapa de un producto terminado es su consumo o expiración y de eso, soy optimista en que estamos lejos.

Viéndolo desde otro ángulo: si no hacemos política, nos la van a hacer. Si no hacemos país, nos lo van a (des)hacer.

Inténtenlo, involúcrense. Conversen, discutan, escriban, piensen, organicen, propongan. Lo que se les dé a bien. Al hacerlo, cerremos filas y no demos insumos a quienes quieran socavar y debilitar nuestro estado social y de derecho. Al hacerlo, dediquemos nuestras energías y formas en hacer evolucionar este país. Al hacerlo, de pronto logremos encontrar sentido en un país en el que parece ya no hay comunidad.

Ahora, si alguien tiene el gusanito político, y también algunas de las cualidades descritas por Álvaro Cedeño Molinari, pues… en hora buena!. El país les necesita.

Para cerrar, quisiera recordar las palabras del expresidente Oscar Arias Sánchez:

“Todos los que tenemos un interés en el bienestar social tenemos también la obligación de promover ese bienestar social, compartiendo nuestros ideales y nuestros sueños…Uno puede hacer mucho bien al margen de la política, pero un país en donde todos están al margen es un país a la deriva.”

Lean el artículo con detenimiento. No se trata del mensajero. El país necesita la energía y la valentía de las nuevas generaciones. El momento es ahora.

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