El lenguaje podría definirse como la capacidad de los seres humanos para comunicarse y pensar. Es una función diaria que aplicamos sin mucho esfuerzo, sin detenernos a analizar cómo funciona el cerebro y lo que sucede cuando algunas áreas funcionales se alteran.
La habilidad de comprender el lenguaje y producir el habla está asociada con diferentes áreas de la corteza cerebral. Los principales componentes del lenguaje generalmente se encuentran en el hemisferio dominante. Alrededor de 95% de las personas diestras tienen localizado el lenguaje en el hemisferio izquierdo y solo un 5% en el hemisferio derecho. 70% de los zurdos tienen localizado el lenguaje en el lado izquierdo del cerebro, un 15% en el lado derecho y un 15% en forma bilateral.
Las áreas de Wernicke y Broca, ubicadas en el lóbulo temporal y frontal, respectivamente, son esenciales para la comprensión y producción del habla. La interacción entre ellas, facilitada por el fascículo arqueado, nos permite no solo entender palabras, sino también darles significado y expresar de manera verbal nuestros pensamientos de forma coherente.
Neuroimagen en el ambiente laboral
Actualmente, las técnicas de neuroimagen permiten mapear las áreas del cerebro que se activan cuando una persona realiza una tarea cognitiva específica. Gracias a estas técnicas, se determinó una tercera área fundamental para la comprensión del lenguaje: el lóbulo parietal inferior. Este lóbulo no solo está conectado con las áreas de Wernicke y Broca, sino también con las cortezas auditiva, visual y somatosensorial. Esta conexión permite realizar una síntesis de información compleja y multimodal y puede procesar y conectar diferentes elementos, como el sonido de la palabra con la apariencia del objeto.
Esta herramienta avanzada no solo proporciona datos acerca del funcionamiento del cerebro, sino también de su reacción ante diferentes estímulos y circunstancias. Al medir la actividad cerebral, el flujo sanguíneo, los niveles de oxígeno y otros factores, se puede obtener valiosa información sobre los procesos cognitivos, emocionales y conductuales involucrados en la toma de decisiones humanas.
Inclusive, su aplicación puede ir más allá del ámbito de la salud. La neuroimagen puede impactar significativamente a las empresas al mejorar su capacidad para tomar decisiones efectivas. Por ejemplo, esta tecnología facilita la identificación de los aspectos de un producto o servicio que generan reacciones más favorables por parte de las personas o de las imágenes que captan más su atención o provocan mayores respuestas emocionales.
Además, esta herramienta puede asistir a los diseñadores en la creación de productos más innovadores y accesibles al estudiar cómo los potenciales usuarios interactúan y reaccionan ante diferentes aspectos del producto, como su funcionalidad, facilidad de uso y diseño estético.
La neuroimagen también puede potenciar el liderazgo al evaluar habilidades cognitivas y emocionales, como la resolución de problemas, la creatividad, la empatía y la gestión del estrés. Esto se logra mediante la identificación de áreas específicas del cerebro que pueden beneficiarse de algún tipo de entrenamiento para fortalecerse.
No obstante, la aplicación de esta técnica en contextos laborales presenta desafíos legales y prácticos. Es crucial considerar qué regulaciones serían necesarias para proteger los datos de neuroimagen de los individuos y regular su uso. También es necesario evaluar la viabilidad de la herramienta, su disponibilidad, la accesibilidad y la capacidad para interpretar los resultados. Y aunque se tuviesen leyes y fuese factible utilizar la neuroimagen en las organizaciones, ¿sería moralmente correcto?
El lenguaje no supone solamente entender cómo hablamos y escuchamos, sino también la forma en la que nuestro cerebro interpreta, procesa y transmite información. Si logramos adentrarnos en lo más profundo de sus surcos y pliegues, lo impalpable podría volverse tangible.
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