Queridos amigos  del departamento de Potencialidad, Proyección y Expansión del Ser (alias Recursos Humanos), compañeros todos:

Cuando era yo chiquillo, salió en las noticias que venía el huracán Juana. Se sabía dónde, a qué hora y la fuerza con la que iba a impactar, a menos que la Negrita decidiera otra cosa. Todo el país se alistó con comida en lata, focos y masking tape en las ventanas.

También, a punta de chisme, se regó la bola que el huracán traería tres días de oscuridad absoluta, porque, ajá, señales en el cielo, desastres en la tierra.  Para alumbrar solo iban a servir las velas de sebo amarillo o de cera de abeja y había que llevarlas a bendecir a la iglesia. La gente las andaba en los bultos y las carteras, porque a diferencia del huracán, no se sabía a qué hora se apagaba el sol.

El Gobierno organizó muy rápido la evacuación de miles de personas, o al menos eso dijo la tele. Y eso que fue antes de internet y Guasap. ¿ustedes me pueden explicar por qué hoy, con toda la tecnología que hay, tenemos semerendo caos con esto de saber cuándo y a qué hora nos vamos a quedar sin luz?

Mi barrio, por ejemplo, sale en al menos a tres franjas diferentes de racionamiento. La información de los periódicos se contradice entre ellos. La página web de la CNFL se cae a cada rato y yo ni sabía qué cosa era el NISE. Los mapas no se entienden. Yo no sé cuál circuito eléctrico me toca ni qué significa “áreas de influencia o alrededores”.

No me da tiempo para comprar un UPS, una cocinita de gas o luces de emergencia, que, encima, todo eso debe estar a precios de riñón. Tocará jugársela con focos y sanguches.

Que me vaya para la oficina porque allá hay planta y puedo trabajar tranquilo. Pero ¿y si me toca racionamiento temprano? ¿Cómo hago para alistarme o desayunar? ¿Para abrir el portón del carro? ¿Si se me desconfigura la alarma y me agarra tarde?

¿Han calculado las presas de toda la gente que está teletrabajando y ahora tiene que ir presencial?  A ver, se supone que son solo dos horas de racionamiento: una que se me va en tratar de llegar a la oficina y la otra en devolverme. ¿Y si el racionamiento me toca cuando estoy dormido? ¿Para qué voy a ir a la oficina?

Me contaron que hay patronos que han dicho que hay que reponer esas dos horas Y ¿por qué? quisiera saber yo. ¿Acaso esto es culpa de los trabajadores? Es más, ni siquiera sabemos de quién es la culpa y al final parece que es por falta de lluvia. Esas horas ¿Las piensan pagar extras o es por amor a la patria?

Me brinca un ojo de pensar en comunicación asincrónica. Dos horas preocupado de que no me entran correos porque el que me los manda está sin luz. O de que me entre algo que era urgente y para cuando yo lo pueda ver ya no haya nada que hacer.

¿Qué va a pasar con la gente que sale de noche?  Sin luz y con tanto muerto, ¿será seguro ir a coger los buses?  ¿Y los accidentes? Si andamos atarantados cuando el sol encandila, ¿ahora a oscuras y sin semáforos?

¿Qué va a pasar con las citas médicas? ¿El juicio en teams donde me citaron de testigo? ¿Los que llevamos lonchera y no funciona el microondas? ¿Trabajar con manga larga y corbata sin aire acondicionado?  No sé si a los chiquitos les cambia el horario en la escuela. La U no me ha avisado si da libre o son clases por zoom. Cómo voy a hacer mi tarea. Cuánta comida se me va a podrir en la refri.

¿Y si los racionamientos son a la tica: impuntuales?

¡Qué angustia! No hay cara en qué persignarse. Termina uno encomendándose a que sea lo que Dios quiera porque solo voy a saber cuándo me toca cuando se me apague el ventilador y la compu.  Y mientras tanto, tocará bañarse con agua fría, como si fuéramos animales.

Gracias por oírme. No espero respuesta porque sé que ustedes tampoco saben nada. De ustedes, su seguro servidor.

Saludes.

Fulanito.

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