Recientemente se ha desatado una polémica alrededor de los resultados de las pruebas de “excelencia académica” que realiza el Colegio de Abogados y Abogadas. Se ha cuestionado la forma en que se diseñan y elaboran las pruebas, se ha dicho que se requiere de un análisis pedagógico, pero, hasta ahora, no he visto nada al respecto. Como pedagogo me atrevo a dar algunas pautas necesarias para analizar lo que sucede desde el punto de vista de la evaluación.
Internacionalmente se ha reconocido la importancia de los sistemas de evaluación, no solo para garantizar la excelencia de los aprendizajes, sino también para brindar información a las instituciones educativas, a las personas interesadas y a la población en general. Asimismo, los sistemas de evaluación deben convertirse en un instrumento que oriente las decisiones sobre la forma de mejorar los resultados obtenidos. Esto involucra no solo a la institución que diseña y ejecuta la evaluación, sino, además, a las instituciones educativas y a las personas que llevan a cabo las evaluaciones. La excelencia académica y sus mejoras es una tarea conjunta. La OCDE desde el 2013 en su informe, “Sinergias en aras de un mejor aprendizaje: una perspectiva internacional sobre la evaluación”, insiste en la urgencia de abordar la evaluación de una forma integral.
En este trabajo, la OCDE señala que un sistema de evaluación, como las pruebas que realiza el Colegio de Abogados, debe estar integrado por cuatro componentes:
- El marco teórico y normativo.
- La institucionalidad responsable de la evaluación.
- Los instrumentos de medición.
- La difusión y usos que se da a los resultados.
En este sentido, se logran observar varios vacíos que deben tomarse en cuenta para realizar un análisis más pausado del tema. Desde la poca información que hay, quizá el principal problema que se observa radica en que no se conocen cuáles son las orientaciones teóricas sobre las cuales se construye el sistema de evaluación que aplica el Colegio de Abogados en sus pruebas de excelencia. Como resultado de ello, si no se conocen o no se consideran las bases epistemológicas sobre las cuales se construye en instrumento de evaluación cualquier cambio en las pruebas o, en el peor de los casos, cualquier prueba con preguntas es la mejor opción. Además, advierte este organismo internacional, el instrumento siempre estará sujeto al criterio (serio o no, responsable o no) de quienes lo diseñan. Esto quiere decir, que la construcción de ítems no puede ser antojadiza, sino obedecer a una serie de criterios que hasta ahora no se conocen.
En segundo lugar, el informe de la OCDE señala como un factor de vital importancia a la institucionalidad (gobernanza) que, de acuerdo, con sus análisis juega un papel fundamental, pues, puede afectar el diseño, los resultados y los mecanismos de mejora. Si no existe un conjunto de arreglos que garanticen transparencia, eficiencia y eficacia en la gestión y desempeño de quienes están a cargo del diseño, la implementación, el procesamiento, el análisis y la difusión de resultados, el sistema de evaluación siempre presentará problemas o generará otros.
En el ámbito de los instrumentos de evaluación, el Colegio posee una herramienta única de evaluación que, de acuerdo con lo que aparece en redes sociales y, en relación con los resultados que se han publicado, presenta algunos detalles que generan dudas, interrogantes y descontento general. Pero, además, desde la institucionalidad no se ha querido reconocer que este sistema de evaluación debe ser puesto a revisión.
Desde un punto de vista integral, esta prueba ha ido perdiendo sentido. El instrumento de evaluación para medir la “excelencia” no ofrece la capacidad para realizar una efectiva valoración de su objetivo. No hay claridad sobre la eficacia de esta prueba para comprobar la excelencia académica de las personas que la realizan. La excelencia pareciera que no logran vincular con el contenido de la prueba debido a varias inconsistencias o en su manejo (gobernanza) o su diseño. Es más, nunca se ha presentado, al finalizar cada prueba, un conjunto de medidas de parte de la institucionalidad del Colegio para mejorar o el diseño o el rendimiento de las personas. La prueba se convirtió en un fin en sí mismo y, además, con serios cuestionamientos.
Finalmente, el punitivismo evaluativo es un grave defecto que se remarca a lo largo de los años. Los resultados o, mejor aún, los informes que se elaboran a partir de los resultados no ofrecen orientaciones para mejorar y tomar decisiones con el fin de reorientar la excelencia; sino, al contrario, solo son un medio para castigar, maltratar a las universidades y, principalmente, para hacer sentir mal a las personas que pierden el exámen. Prueba tras prueba se profundizan las brechas, los rezagos, las frustraciones y los recursos de apelación.
La solución de este recurrente problema no se alcanzará apagando incendios cada vez que se realiza la prueba o por medio de una ola enorme de recursos de apelación que, muchas veces, son rechazados porque pedagógicamente no se reconocen serios errores en toda la cadena integral que significa una evaluación para mejorar y no para sancionar y castigar.
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