La actual crisis energética tomó a muchos por sorpresa. En menos de 15 días el presidente del ICE pasó de heraldo de luz a ave de mal agüero.

La situación es crítica, hay una amenaza constante de racionamientos a la vista y una dependencia creciente de fuentes térmicas debido a la baja producción hidroeléctrica​. Como se observa en el gráfico siguiente, en algunos días de mayo se ha tenido que recurrir a los combustibles fósiles para producir hasta un 22.5% del consumo total. Pero… muchos todavía recordarán los titulares de hace unos años, en los cuales se hacía alarde de que nuestra electricidad venía casi en un 100% de fuentes renovables. Entonces, ¿qué pasó?

Figura 1. Gráficos sobre el estado de la generación del Sistema Eléctrico Nacional al 11 de mayo de 2024. Fuente: Grupo ICE.

Al parecer, por nuestra dependencia excesiva en las plantas hidroeléctricas, somos más vulnerables de lo que creíamos ante la variabilidad climática. En 2024, el país ha experimentado una caída histórica en la producción de energía renovable, principalmente debido a la sequía provocada por el fenómeno de El Niño, cuyos efectos se agravan de manera importante por el cambio climático. Sin embargo, nada de esto es nuevo.  Los científicos vienen anunciando los posibles efectos del cambio climático en los patrones de lluvias de Centroamérica desde hace años, y del Niño todos sabemos que es cíclico y hemos oído de él por décadas. Entonces, ¿qué pasó?

Bueno, yo no sé nada de geotermia, ni soy un experto en energías renovables, pero me pregunto por qué Costa Rica no está explotando plenamente esta fuente de energía. Según expertos, nuestro país tiene un enorme potencial en este campo, suficiente para suplir todas nuestras necesidades energéticas sin tener que recurrir al petróleo y, sobre todo, sin las fluctuaciones estacionales que afectan a otras fuentes como la hidroeléctrica, solar y eólica. Me pregunto entonces por qué el ICE se ha embarcado en megaproyectos hidroeléctricos como Diquís (cancelado luego de gastar 146 millones de dólares), o Reventazón, que tuvo un costo de alrededor de 1,400 millones de dólares, con enormes impactos ambientales, altos riesgos, múltiples atrasos, y cuya capacidad de generación (305 MW) es variable y susceptible al tiempo y al cambio climático.

Mientras tanto, el proyecto Miravalles III costó solo 66 millones de dólares y genera 26 MW de manera constante. Ajustando el costo por la inflación desde la construcción de ambos proyectos, 1 MW en Reventazón nos costó casi 26% más que en Miravalles III.  Y lo invertido en Diquís (para no lograr nada) alcanzaría para desarrollar por completo al menos un proyecto geotérmico importante. Entonces, ¿dónde estaban los expertos que debían guiar el accionar del ICE de manera eficiente? ¿dónde estaba la Contraloría en ese entonces?

Por otro lado, tenemos nuestra energía solar en “modo eclipse”.  Yo no sé nada de administración pública, regulación de mercados, ni tengo un doctorado en economía, pero cuando uno ve a la Aresep imponiendo tarifas que afectan la generación solar para autoconsumo (elevando los recibos hasta en 400%), resulta difícil no cuestionarse cómo es posible que una entidad experta en la materia no pueda prever el impacto de sus políticas en los precios para los consumidores.

La Ley 10.086, firmada por el presidente Carlos Alvarado con la supuesta buena intención de potenciar las energías limpias, en la práctica ha tenido un efecto totalmente contrario ¿No es irónico que una legislación concebida para apoyar la energía verde acabe poniendo trabas a quienes quieren generar su propia electricidad?​ Digo, si más gente pudiera acceder a la energía solar de autoconsumo y vender sus excedentes ¿No ayudaría esto a reducir la demanda de las fuentes tradicionales, sobre todo en periodos de alta radiación solar y poca lluvia? Entonces, ¿dónde están los diputados que deberían estar adaptando nuestras leyes a esta nueva realidad?

Adicionalmente, tampoco soy físico ni ingeniero mecánico, pero he leído noticias y artículos sobre alternativas para el almacenamiento de energía solar por gravedad, donde se utiliza el exceso de energía durante el día para levantar pesos que luego, por la noche o en los periodos de mayor consumo, se hacen descender generando electricidad. De esta manera, se resuelve el principal problema de la energía solar, que es su intermitencia, sin incurrir en el alto costo de las baterías. El ICE (o incluso empresas privadas, si las dejaran) podrían instalar grandes extensiones de paneles solares, capturar la energía durante el día y liberarla cuando más se necesite. Una región como la península de Nicoya, donde abunda el sol y hay colinas por doquier, pareciera el lugar perfecto para investigar y experimentar con estas tecnologías. Entonces, ¿dónde están las universidades e instituciones que deberían estar investigando y promoviendo fuentes alternas de almacenamiento de energía?

¿Y el Chips Act? ¿Cómo pretendemos aprovechar esta oportunidad de oro para impulsar nuestra economía si estamos pasando por estas penurias?

En fin, para uno que no sabe, pareciera que existen muchas soluciones. Pero ¿dónde están los que sí saben, y además tienen el poder de decisión, debatiendo y proponiendo las soluciones adecuadas?

Definitivamente, no podemos seguir en la misma inercia que nos ha traído hasta este punto. Los expertos y las autoridades deben salir de su letargo y proponer los cambios necesarios.  Las soluciones requieren ideas nuevas, nuevos paradigmas y la voluntad política para implementarlos. Es hora de que se enciendan algunos bombillos; esperemos que no nos corten la luz.

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