Una Telaraña sobre dengue
El niño no entiende qué está ocurriendo: su padre está enfermo, en cama, hay extraños en uniforme amarillo y humo por doquier. Una mujer recita un discurso aprendido sobre el dengue al lado de un mosquito gigante. Sí, frente a su casa hay un mosquito gigante. En un precario de San José que ya no existe, el Triángulo de la solidaridad, este niño carga baldes de agua y, al final de uno de los largos pasillos de esta urbe inacabable, descubre a una rubia detrás de la máscara del mosquito.
No les cuento más sobre el corto La piel cansada que dirige el cineasta Jurgen Ureña, para evitar el espóiler. Sin embargo, les recomiendo tomar 15 minutos para adentrarse en ese mundo, tan ajeno y cercano para la mayoría de nosotros, lectores de Delfino.cr. Además, ese es el preámbulo clave del más reciente episodio de La Telaraña, conducido con maestría por el escritor Fabián Coto, en el que participaron Jurgen y la viróloga Eugenia Corrales.
La conversación fue tan fluida como el agua, que es clave para la reproducción del mosquito Aedes aegipti, vector principal del dengue. El agua que se acumula inevitablemente en un precario que, por supuesto, carece de drenajes. Nos dice Eugenia que el mosquito se reproduce incluso en el agua que se acumula en una tapita de refresco, por lo que, en este contexto, el discurso institucional de “señor, es su responsabilidad evitar la acumulación de agua para combatir el dengue” se vuelve desconsiderado e incluso irrespetuoso.
En el programa se conversó además sobre la sofisticada ingeniería del mosquito, que tiene una probóscide con seis conductos que perforan la piel, separan los pliegues, introducen un anticoagulante y succionan la sangre. Seis en uno.
Esta ingeniería convierte al mosquito en el animal más letal del planeta, que como vector de virus y parásitos acaba con la vida de 725.000 personas al año. ¿Qué hacer con ellos? ¿Fumigarlos a todos, a pesar de que se perdería su rol como polinizador y su función biológica dentro del ecosistema? Por supuesto que no. Una de las alternativas al respecto es el uso de la bacteria Wolbachia, promovida por la fundación de Amanda y Bill Gates, con resultados positivos en varias ciudades latinoamericanas y asiáticas.
También escuchamos una mágica versión del Bolero de Ravel, que Eugenia asocia con el crescendo paulatino de este virus, que se propaga a paso lento pero seguro. En Costa Rica, la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) reportaba, al 30 de marzo de este año, poco menos de 7000 casos de dengue. Y el crecimiento no ha ocurrido solo en el Trópico: hoy hay brotes en nuevas regiones de Europa y Argentina.
Finalmente, esta Telaraña llevó a los invitados a explorar los vínculos entre erotismo y mosquitos, al ritmo de salsa. Sí: todo un salto al vacío, al compás de Devórame otra vez. Para mí, la única relación entre erotismo y mosquitos es la que aparece en la película de Jurgen, cuando el niño ve a la rubia dentro del mosquito gigante. Aunque, pensándolo bien, tal vez eso no es erotismo sino algo distinto. Nos lo confirma la voz que se escucha en el cortometraje, a través de la radio: “Si encuentras una flor hermosa en medio de los charcos o una muchacha rubia dentro de un mosquito gigante, estás en el camino correcto hacia la felicidad”.
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