La migración climática es el movimiento de una persona o grupos de personas que, predominantemente por razones de cambio súbito o progresivo del medio ambiente debido al cambio climático, se ven obligadas a abandonar su lugar de residencia habitual, o deciden hacerlo, ya sea temporal o permanentemente, dentro de un Estado o a través de una frontera internacional. – Organización Internacional para las Migraciones, 2019.
En la actualidad, las ciudades son responsables de cerca del 70% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Además, ya son el hogar de más del 70% de la población mundial y día a día, la migración climática provocará la aglomeración de más personas en estas áreas.
Las ciudades se han convertido en actores cruciales en la búsqueda de soluciones sostenibles. A medida que el cambio climático amenaza con alterar drásticamente nuestro entorno, es imperativo examinar el papel fundamental que desempeñan los centros urbanos en la construcción de un futuro resiliente. Según Axel van Trotsenburg, director de políticas de desarrollo y alianzas del Banco Mundial, “se calcula que el 70 % de todas las personas vivirán en ciudades. Esto implica que las inversiones que se realicen hoy para lograr que las ciudades sean resilientes e inclusivas determinarán la posibilidad de que la mayoría de las personas puedan acceder a servicios básicos, encontrar empleo y vivir de manera digna”.
Aunque aún existen discursos empeñados en negar las afectaciones del cambio climático sobre la vida y el desarrollo humano, la realidad es que nos encontramos en medio de la era de la migración climática y es fundamental que los tomadores de decisiones empiecen a construir soluciones concretas para el abordaje de esta crisis que se está gestando en todo el mundo.
Considerando que en estas fechas se está llevando a cabo la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, es un buen momento para resaltar que la migración climática es la consecuencia más evidente de la falta de voluntad política para la toma de decisiones y acciones por el clima. Estamos ante un fenómeno ineludible y urgente que demanda la atención de la comunidad internacional. A medida que el cambio climático avanza a pasos agigantados, las comunidades en todo el mundo se ven obligadas a abandonar sus hogares debido a condiciones climáticas extremas, falta de recursos y la creciente amenaza de eventos climáticos catastróficos.
La cuantificación de la migración por motivos ambientales es una tarea difícil, debido a los múltiples factores que la causan, a los problemas metodológicos relacionados y a la falta de normas para la recopilación de datos. Considerando estas barreras, se conoce que para el año 2022, los desastres climáticos provocaron al menos 32 millones de desplazamientos internos en todo el mundo, esto según un informe del Centro Internacional de Monitoreo del Desplazamiento. Los cinco países con mayor número de nuevos desplazados internos a causa de los desastres fueron Pakistán (8,1 millones), las Filipinas (5,4 millones), China (3,6 millones), India (2,5 millones) y Nigeria (2,5 millones) (IDMC, 2023).
La migración climática no solo conlleva desafíos ambientales, sino también profundas implicaciones sociales y económicas. A medida que las personas se ven obligadas a abandonar sus hogares, surge la cuestión de la integración en nuevas comunidades, el acceso a empleo y recursos, y la preservación de la identidad cultural. Además, cuando las ciudades se expanden rápidamente para recibir a los refugiados climáticos y de otro tipo, los nuevos asentamientos suelen ser informales y se establecen en las afueras de las ciudades, con poco acceso a los servicios, lo que aumenta la desigualdad y la exclusión, así como las tensiones sociales.
Recientemente leí las palabras del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Filippo Grandi y considero que realmente no podemos negar que la emergencia climática está castigando a las personas desplazadas de tres maneras distintas: arrancándolas de sus hogares, agravando su crisis en el exilio y destruyendo sus lugares de origen, impidiéndoles regresar.
Mientras las delegaciones de negociadores están reunidas en la COP28, es imperativo que se priorice la atención a las personas que se encuentran en condiciones más vulnerables. Se necesitan políticas que no solo mitiguen los impactos del cambio climático, sino que también protejan a las comunidades afectadas y faciliten la movilidad segura y ordenada. Los acuerdos internacionales deben fortalecerse para garantizar una cooperación global efectiva en la gestión de la migración climática y en la provisión de apoyo a los países más afectados.
La cooperación internacional es esencial para abordar este desafío de manera efectiva. Los países desarrollados tienen la responsabilidad de apoyar a aquellos que son más vulnerables y han contribuido mínimamente a la crisis climática porque, desgraciadamente, son aquellos que menos han contribuido a la degradación ambiental los que más sufren sus consecuencias.
La sociedad civil también desempeña un papel crucial en la respuesta a la migración climática. Las organizaciones no gubernamentales, los defensores de los derechos humanos y los movimientos activistas pueden presionar a los gobiernos para que tomen medidas significativas, para que actúen hoy pensando en el mañana. Además, la concientización pública sobre la migración climática es esencial para generar empatía y movilizar el apoyo necesario para implementar políticas efectivas.
La justicia climática, la cooperación internacional y el fortalecimiento de las políticas gubernamentales son elementos clave en la construcción de un futuro sostenible y equitativo. El tiempo de la pasividad ha quedado atrás, y la respuesta global es esencial. Gobiernos, sociedades civiles y ciudadanos individuales deben unirse para enfrentar este desafío con determinación. La migración climática no solo plantea preguntas sobre cómo nos adaptamos a un mundo cambiante, sino también sobre la esencia misma de nuestra humanidad.
El camino hacia la sostenibilidad y la equidad comienza con decisiones conscientes y colaboración global, asegurando que las generaciones futuras hereden un mundo donde la movilidad sea impulsada por elección, no por necesidad.
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