Lo vivido con la pandemia del COVID-19 es un recordatorio de que, a pesar de los enormes avances médicos de los siglos XX y XXI, las enfermedades infecciosas siguen constituyendo una amenaza para la salud pública local, regional y global.

Si bien es cierto, el COVID-19 desestabilizó nuestro sistema de salud, con más de 6.9 millones de muertes a nivel global en tres años de crisis sanitaria, hay una pandemia aún mayor, de la que poco se habla y a la que no se le ha dado la atención necesaria.

Se trata de la resistencia a los antimicrobianos, la pandemia silenciosa que, según un reporte publicado el año pasado en la revista The Lancet, provocó casi 5 millones de muertes solo en el año 2019.

Para el Colegio de Microbiólogos y Químicos Clínicos, el tema es realmente complejo, por lo que el abordaje debe ser multisectorial.

Cuando hablamos de antimicrobianos, nos referimos a los antibióticos, antivirales, antifúngicos y antiparasitarios, medicamentos desarrollados para tratar las bacterias, virus, hongos y parásitos, respectivamente.

Si bien el desarrollo de los antimicrobianos es uno de los principales avances médicos del siglo XX, por su contribución para controlar numerosas enfermedades infecciosas en seres humanos, animales y plantas, el intenso uso y abuso de estos medicamentos durante más de 80 años ha generado un problema de enormes dimensiones: el surgimiento de microorganismos resistentes al efecto de estos fármacos.

Pero, además, el problema ha sido agravado por la falta de acceso a agua potable, el saneamiento e higiene tanto para humanos, animales y plantas, la mala o inadecuada prevención y control de infecciones en servicios de salud y en granjas animales, el acceso deficiente a medicamentos y vacunas de calidad, así como la ausencia de medios para realizar un diagnóstico oportuno y certero.

El problema también persiste debido a la falta de conciencia e información apropiada, tanto en el ámbito académico y el profesional, como en la población en general, como consumidores finales.

Debemos saber que el cuerpo humano posee miles de millones de bacterias, siendo la mayor parte de ellas, inocuas o beneficiosas; de hecho, se estima que, aproximadamente, 2 kilogramos de nuestro peso corporal corresponden a esas bacterias.

Cuando utilizamos antimicrobianos, el medicamento que tomamos no solo afecta al microorganismo causante de la infección, sino a toda la microbiota humana, de ahí la importancia de hacer uso de estos medicamentos, de manera prudente y racional.

A pesar de ser una de las 10 principales amenazas a las que se enfrenta la humanidad, desde las últimas décadas, los esfuerzos mundiales para combatir esta problemática han sido insuficientes y, hasta cierto punto, han estado relegados por otras prioridades en salud.

En nuestro país, existe el Plan de Acción Nacional que pretende combatir el problema, pero, no debe convertirse en letra muerta; es necesario mejorarlo continuamente y trabajar, de manera conjunta, el sector político, universidades, colegios profesionales, asociaciones de especialistas y, por supuesto, la industria farmacéutica, entre otros.

Desde el Colegio de Microbiólogos y Químicos Clínicos, hacemos un llamado para que se le dé a este problema de salud pública, la importancia que merece, porque las estimaciones de los expertos mundiales son muy claras: para el 2050 llegaremos a 10 millones de muertes por año atribuidos directamente a la resistencia a antimicrobianos.

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