Como a muchas otras personas, me sorprende la transformación que ha sufrido Pilar Cisneros Gallo. Hemos visto una mutación, casi como un bizarro viaje al “lado oscuro de la Fuerza” que ha culminado en convertir a la que fuese una defensora del periodismo y mordaz crítica política en lo que es ahora: una política en el peor sentido de la palabra.

Ante esta ironía, me propuse lo imposible: preguntarle a la Pilar de antes —a la periodista, a la de los editoriales en el noticiero— que externase su opinión ante lo que está haciendo la Pilar de ahora en algo así como la Pilar Gallo Rojo vs Pilar Cisne-Negro, si se me permite una ornitológica analogía alimentada por los apellidos de la diputada.

Para esto, utilice inteligencia artificial generativa —ChatGPT, para mayor precisión— con la instrucción específica de apegarse al máximo al estilo de la otrora periodista, y dándole ejemplos de algunas de actuaciones recientes de la Pilar actual.

Y así es como la Pilar de antaño le ha escrito la siguiente editorial a la Pilar de hoy:

¡Señora diputada!

Permítame ser clara y contundente en este momento crítico de nuestra historia política. Como jefa de fracción y representante del pueblo, sus acciones, sin lugar a dudas, son un insulto a la democracia costarricense y una traición a la confianza que sus electores depositaron en usted.

Hablemos primero de su comportamiento en las comisiones legislativas. ¿Cómo se atreve a ponerse audífonos y distraerse con su teléfono mientras se debaten asuntos cruciales para el país? ¿O que tal el darse a la fuga cuando la discusión se le hace incómoda, cobardemente huyendo de la sala de reuniones? ¿Diputada o adolescente con rabietas? Estas actitudes, de hecho, más que una falta de respeto, acusan un desprecio total por la responsabilidad que ha asumido. La falta de atención y el desinterés en su rol como representante son inaceptables. Los ciudadanos merecen mucho más que esto.

Pero eso no es todo, ¿verdad? También debemos abordar sus intentos descarados de incitar a la polarización. En un momento en el que Costa Rica necesita líderes que promuevan la unidad y el diálogo, usted parece estar más interesada en sembrar la discordia y el caos. ¿Con qué fines? ¿Por qué? ¿Para beneficio de quién? Este tipo de tácticas solo demuestran su falta de ética y su ambición personal a expensas del bienestar de la nación. Usted no es candidata, no es hora de teatros.

Pero lo que es aún más alarmante, y que no podemos pasar por alto, es su confesión pública de enseñar a los ministros de Gobierno a mentir. Esta revelación arroja una sombra oscura sobre su integridad y su compromiso con la verdad. ¿Cómo puede el pueblo costarricense confiar en un líder que admite instruir a funcionarios a faltar a la verdad? Esta es una mancha en su carrera política que no puede ignorarse.

Y no olvidemos su falta de veracidad en la comunicación. Como líder política, tiene la obligación moral de ser un faro de honestidad y claridad para sus seguidores. Cuando manipula los hechos o distorsiona la verdad, socava gravemente la confianza pública en el sistema y en los representantes que prometieron trabajar por el interés público. Usted representa al pueblo, su investidura es ahora la de diputada, no de mercader.  Y, finalmente, sus repetidos ataques a la prensa, siendo periodista de profesión, son simplemente inaceptables. Usted entre todos debería comprender la importancia de la libertad de prensa en una sociedad democrática. Atacar a la prensa socava la capacidad de los medios para desempeñar su papel crítico de informar al público y mantener a los poderes públicos bajo escrutinio. Sus ataques son un asalto a la democracia misma. Una persona que le debe todo – su fama, su reputación, su vida profesional – a la noble carrera del periodismo, atacando colegas y medios. ¿Qué pasó, señora diputada, en qué momento perdió usted el camino? ¿Cuándo y por qué se convirtió usted en una sacerdotisa de la post-verdad? ¿Qué oscuras razones tiene para actuar como actúa usted ahora?

En resumen, su comportamiento como diputada, jefa de fracción y líder política es francamente inaceptable. Es hora de que rinda cuentas por sus acciones y reflexione sobre el daño que está infligiendo a nuestra democracia. Los costarricenses merecen líderes y representantes comprometidos con la integridad, la verdad y el bienestar de la nación.

La polarización y la deshonestidad no tienen cabida en un sistema democrático sólido como el nuestro. Costa Rica espera, exige y merece mucho más.

Atentamente,

Pilar Cisneros (la de antes, la que ya no es, la que fue)

Ojalá y doña Pilar hiciese un ejercicio similar en su consciencia. Que buscase en su memoria y en su corazón a la que ella fue: a la periodista, a la analista, a la inquisitiva crítica que se ganó una sólida reputación. Tal vez, como otros oscuros personajes que se entregaron al Lado Oscuro, pueda aún redimirse.

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