Latinoamérica como superpotencia de productos básicos.

La revista The Economist en su edición del 12 de agosto dedica uno de sus artículos líderes y su artículo de fondo sobre las Américas al potencial de América Latina, que considera se puede convertir en la “Superpotencia de Productos Básicos” de este siglo.

La afirmación se sustenta en la capacidad productiva y exportadora de alimentos y minerales que enfrentan y enfrentarán una gran demanda en las siguientes décadas.

La capacidad productiva y exportadora de minerales se origina en los yacimientos de cobre, litio, plata, grafito, estaño, níquel y en su relativamente bajo costo de extracción por la poca profundidad de sus yacimientos. Incluso actualmente tiene reservas y ventajas para el crecimiento de sus exportaciones de hidrocarburos.

La oferta de productos básicos de América Latina se origina también en su capacidad actual y de crecimiento para la producción de alimentos. Ya es una región predominante en la exportación de soya, maíz, carne de res, pollo, azúcar y se estima que gracias a la disponibilidad de tierras y relativamente baja población sus exportaciones netas de alimentos aumentarán un 17% en la próxima década.

La demanda mundial por las exportaciones de alimentos de América Latina se da por las estimaciones de crecimiento de la población mundial y por sus requerimientos nutritivos.

La demanda por los minerales se origina en buena medida en la evolución acelerada hacia el consumo de energías renovables: los autos eléctricos demandan tres o cuatro veces más cobre que los que usan derivados del petróleo, las baterías para autos y para las diversas formas de almacenar energía requieren litio y grafito, los molinos de viento generadores de electricidad requieren seis veces más minerales escasos por megawatt instalado que una planta de gas, los componentes eléctricos demandan estaño. Además, se da la ventaja de que la demanda por estos minerales se extenderá por varias décadas ya que el tránsito hacia las energías renovables tomará tiempo.

Aprovechar esa ola favorable al crecimiento y el desarrollo económico demandará que las naciones favorecidas negocien buenos contratos y hagan buen uso del incremento de recursos. Para que esta oportunidad no se malogre como otras en el pasado, es necesario buen manejo de la administración pública, no permitir corrupción ni en las negociaciones ni en las relaciones con las empresas productivas, hacer buen uso de los ingresos fiscales en inversiones en conocimiento, capital humano e infraestructura y no gastar los recursos adicionales más rápido de lo que la economía puede absorberlos para evitar la enfermedad holandesa (la apreciación de la moneda local por el influjo de recursos que hace no rentables otras áreas productivas).

La Alianza del Pacífico

La Alianza del Pacífico es “un mecanismo latinoamericano innovador, flexible y visionario, con metas concretas, claras y coherentes”. Doce años después de su establecimiento es considerado uno de los procesos de integración más exitosos de América Latina, y cuenta con 55 naciones observadoras y 4 países que negocian ​para llegar a ser Estados Asociados.

En anteriores publicaciones esgrimí cuatro razones que me hacen considerar muy beneficioso el ser miembro pleno de la Alianza del Pacífico.

La primera razón es la baja tasa de ocupación que tenemos. La tasa de desempleo ha disminuido, pero como ha bajado la tasa de participación no hemos siquiera recuperado el nivel de ocupación previo a la pandemia, y mucho menos el que deberíamos tener por el aumento de la población.  Los datos al respecto son de sobra conocidos y los he comentado muchas veces.

En segundo lugar, la Alianza del Pacífico es un mercado en el cual podríamos colocar productos similares a los que exportamos hoy al Mercado Común Centroamericano (MCCA) y a los países integrantes de la Alianza con los que ya tenemos tratados de libre comercio. Estos productos son elaborados por nuestros sectores productivos del área comercial más tradicional, no por los regímenes especiales de comercio. Es en estas fábricas adonde se pueden colocar con mayor facilidad los trabajadores que no tienen hoy ocupación.

Una tercera razón radica en los riesgos que vivimos en nuestro apreciado MCCA. Desde hace tres años Panamá nos ha cerrado el ingreso a productos lácteos, cárnicos de res y de cerdo, fresa, piña, plátano, banano y tomate. Es un conflicto que no se ha podido resolver por negociación bilateral y ya está en el sistema de solución de controversias de la Organización Mundial de Comercio. Y bien sabemos los riesgos de acceso al mercado de Nicaragua y de tránsito hacía el Triángulo Norte que representa el Gobierno de Ortega y Murillo.

En el pasado argumenté como cuarto motivo para la conveniencia de unirnos a la Alianza del Pacífico que es un área de libre comercio que busca “crear articulaciones de coproducción y acumulación de origen entre los países miembro para acceder a nuevos mercados”, lo cual representa una oportunidad para que Costa Rica se integre aún más en las cadenas regionales de valor, aprovechando las ventajas del nearshoring (mover la inversión a países cercanos) y el friendshoring (mover la inversión a países amigos).

El potencial de América Latina en bienes básicos aumenta la ventaja de integrarnos

Los principales países exportadores de minerales con enorme capacidad de crecimiento son Chile, México y Perú, miembros de la Alianza.

Un boom exportador de esas naciones aumentará su demanda por el tipo de productos industriales y propios de nuestra agricultura para el mercado doméstico y centroamericano con que podremos abastecerlos, generando puestos de trabajo que nos son muy necesarios.

Esta nueva razón hace aún más conveniente integrarnos a la Alianza del Pacífico.

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.