Tenemos una denuncia de acoso sexual, donde la denunciante, Magaly, alega que el acosador le manda mensajes pasados de tono y que cuando ella lo rechazó, él dejó de hablarle y eso le afecta laboralmente.

Pero también Magaly reconoce, por escrito, que tenía más mensajes de él, pero cómo le daban entre asco y miedo los borró todos y le pidió a él que la dejara en paz, dejándole muy claro que no tenía ningún interés.

Para presentar el caso, le volvió a escribir para que él le volviera a decir cosas y así contar con la evidencia con pantallazos. Al revisar los mensajes aportados, se confirma lo que Magaly cándidamente relató. Ella inicia la conversación con un:

-“Oiga, ¿todo bien?¿Se acuerda del otro día que usted me dijo que andaba muy “bellaca”? ¿Qué es lo que significa eso?”

-¿Segura que quiere que le diga?

-Ay sí, por fa, dígame, no sea así.

-Bellaca es como hot. Como lo que dice Bad Bunny

-Ah… y ¿qué era lo que usted me había dicho que quería hacer conmigo?

-Pero ¿por qué me pregunta eso?

- Por saber, Dígame. Es que no me acuerdo.

-Yo lo que le dije que es algún día se me iba a hacer y usted sabe lo que yo quise decir.  No se haga. Yo se lo he dicho muchas veces. Pero usted me dejó claras las cosas. ¿O ya cambió de opinión?

-Eso no suena a que usted quiera algo formal conmigo.

-Diay, no, no puedo. Usted sabe que soy casado. ¡Solo le ofrezco cuerpo y por ratos! No juegue con mis sentimientos…

Magaly además tiene un testigo al que supuestamente ella le ha contado lo que pasó, pero que nunca vio los mensajes ni ha presenciado nada extraño que le permita decir que hay acoso.

En este caso, tenemos que considerar varias cosas:

Prueba. La poca prueba que tenemos, producto de que la misma víctima reconoce haber eliminado mensajes.

La valoración de la prueba. En los casos de hostigamiento sexual, si hay duda y el relato de la víctima es creíble, se le debe creer a ella.

La pretensión de la víctima. Por el momento no tenemos claro si ellos deben hablar por temas laborales — en cuyo caso sí deberíamos intervenir— o si la víctima simplemente quisiera que la relación personal entre ellos se mantenga, a pesar de que ella misma le pidió distancia o que no le hablara.

La zancadilla. Sobre todo, debemos considerar cómo se obtuvo la evidencia que está en los pantallazos. Un elemento esencial para configurar el acoso sexual, es que no hay consentimiento de la víctima. Magaly dice que había mensajes previos, pero los borró. Solo tenemos pruebas que Magaly inicia el intercambio que se aporta en la denuncia y así lo reconoce ella.

¿Será que ese intercambio se puede entender como un consentimiento de Magaly?

¿Será que podemos rechazar evidencia —aunque sea la única prueba— que surge de una situación en la que se induce al acosador a repetir sus comentarios, precisamente porque se le hace caer en error de pensar que hay consentimiento de parte de Magaly, de hecho, una solicitud expresa?

¿Será que tendremos que escuchar a Bad Bunny para entender mejor el caso?

¿Será que nosotros —el órgano investigador— estaremos cuestionándonos estas cosas por puro prejuicio y considerando las estadísticas de acoso sexual en el país, deberíamos dejar de preguntarnos cosas y simplemente entrarle al caso?

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