En los medios de comunicación occidentales es difícil encontrar noticias o artículos acerca del acontecer africano semanal y sus devastadores conflictos armados. Hay que sumergirse en diversos medios alternativos que siguen, por ejemplo, algunos conflictos armados del continente. En esta ocasión Sudán ha sido noticia. Y lastimosamente lo ha vuelto a ser debido a un levantamiento armado. Cabe recordar que en el 2019 la caída del régimen de Omar al Bashir, después de 30 años de dictadura, fue un acontecimiento histórico que surge de una amplia movilización ciudadana de carácter pacífico que exigía un gobierno civil.

Este movimiento logró en cuatro meses lo impensado: la caída del dictador. La situación era alentadora. La sociedad sudanesa había logrado en este lapso las condiciones necesarias para que al Bashir dejara el poder y posteriormente fuera detenido. Por primera vez en su historia los sudaneses tenían en sus manos la posibilidad de establecer las bases hacia una transición democrática en la cual los militares transmitieron su voluntad de efectuar dicho cambio.

Sin embargo, con el paso de los meses la transición democrática sufrió un duro golpe de parte del nuevo gobierno militar. Mientras la sociedad civil exigía un gobierno civil inmediato, los militares y antiguos aliados de al Bashir, seguían manteniendo el poder. A pesar de que las movilizaciones continuaron, las cuales fueron respondidas con represión por parte de los militares, la sociedad civil logró establecer la presencia de algunos de sus miembros en el llamado gobierno de transición. Abdallah Hamdock, representante de la coalición de partidos políticos y organizaciones sociales, formaba parte de la representación civil en el nuevo gobierno, mientras que el general Abdel Fattah al Burhan y hoy autoproclamado presidente de Sudán representaba al poder militar.

El complicado equilibrio de fuerzas asociado a las presiones de la sociedad civil por un cambio de régimen ocasionó que el poder militar tomara cartas en el asunto y reforzara su posición en el gobierno de transición. En dicho autogolpe de Estado el ejército recuperó el control total del gobierno. Al Burhan fue nombrado como presidente de la nueva junta militar, mientras que Mohamed Hamdan Dagalo, conocido como Hemedti, líder de las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) grupo paramilitar conocido por sus multiples violaciones a los derechos humanos en el conflicto de Darfur, ejercía la vicepresidencia.

Bajo este contexto Sudán ha vuelto a ser noticia. El reparto de poder entre los dos principales grupos militares del país: el ejército de Sudán y las RSF, ha despertado el recelo y las ansias por más poder en ambas partes. Los combates que iniciaron a mediados de abril han dejado cientos de muertes civiles en la capital, Jartum, lo cual ha provocado incluso la suspensión de la ayuda humanitaria que recibe el país, agravando de forma alarmante la crisis humanitaria que vive esta antigua colonia inglesa. Según la ONU hasta 50.000 personas han abandonado el país siendo Chad su principal destino, mientras que alrededor de 75.000 personas se han desplazado internamente por diversos puntos del país.

Con el paso de las semanas los enfrentamientos armados se han desplazado a otras partes del país incluyendo la castigada región oeste de Darfur. Dicha región representa el lugar de origen de las fuerzas de apoyo rápido, las cuales surgieron con el apoyo de Al Bashir para combatir a la insurgencia en la zona a principios de los 2000.

El conflicto armado en Sudán demuestra una vez más cómo los intereses personales y el control económico de un país, rico en petróleo y abundantes minas de oro, están ocasionando un conflicto armado que tarde o temprano se verá resuelto con dos firmas. Mientras tanto la sociedad sudanesa seguirá cargando más muertos a sus espaldas a pesar de la esperanza, la resistencia y la solidaridad que seguirá existiendo en el movimiento civil.

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