Hace unos días leí una nota periodística sobre el sicariato en nuestro país. Decía, entre otras cosas, que la "vida útil" de un sicario anda más o menos por el año y seis meses. Luego de ese periodo, acaso como una paráfrasis de la celebrada economía circular, el sicario termina ejecutado por otro sicario.
Se actualiza, como sucede con la computadora y el celular.
O se renueva, como sucede con los trabajadores y los ligues de Tinder.
Es decir, el sicario se convierte en una expresión paroxística de la lógica del descarte, de ese espíritu de época tan bien ponderado en nuestros días. Y quienes le contrataron antes, entonces, buscan otro sicario.
Jules Romain alguna vez dijo que la altísima mortandad de la Primera Guerra Mundial se debió a la extrema juventud de los soldados. Algo parecido sucedió cuando los jóvenes empezaron a leer a Lenin y se dejaron crecer la barba y se metieron a las montañas con un fusil o se quedaron en las ciudades poniendo bombas y matando policías. Bien lo dijo Silvio:
Si caigo en el camino, hagan cantar mi fúsil, y ensánchenle su destino porque no debe morir”.
Sucede que las guerras y las revoluciones, como actos sacrificiales, requieren siempre de jóvenes. Porque un joven nunca le tema a la muerte. Porque alguien que no teme a su propia muerte, usualmente, no siente un gran respeto por la vida ajena.
En el más reciente episodio de La Telaraña, el cineasta y conductor radial Jurgen Ureña conversó con el fotógrafo y periodista Gervasio Sánchez y la psicóloga y escritora Etty Kaufmann acerca de la guerra y la paz y sus profundas consecuencias.
Gervasio, quien ha cubierto conflictos armados en todo el mundo desde hace más de 40 años, hablaba de un carro que avanza entre bombas y balazos en la antigua Yugoslavia. En ese carro, por cierto, sonaba una canción de Camarón de la Isla. La guerra y la violencia, según dijo, le resultan tan antiguas como la humanidad.
Etty, por su lado, señaló que existen conflictos violentísimos no tan lejos. A pocos kilómetros de la cabina de la radio, puntualizó, hay también una guerra. Etty lleva años estudiando poblaciones adolescentes en riesgo y, precisamente, escribió un libro sobre las historias de vida de vida de muchachos que asesinaron y que hoy están presos.
El episodio cerró con esa canción bellamente ingenua de Lennon y Yoko que dice “War is over if you want it” (la guerra ha terminado si lo deseas). Jurgen Ureña recordó que a fines de la primera y segunda guerras mundiales, a partir de la caída del Muro de Berlín, y en muchos otros momentos, la humanidad ha considerado que, efectivamente, las guerras terminaron. Quién sabe, se preguntó, cuántas guerras más nos falta por ver. Tal vez, antes de decepcionarnos, antes de intentar responder esa pregunta, convendría recordar al el viejo y bueno de León Tolstoi cuando decía:
Los dos guerreros más poderosos con los que se puede contar son la paciencia y el tiempo".
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