Lord Kelvin, un físico británico del siglo XIX, alguna vez dijo que lo que no se define no se puede medir, lo que no se mide no se puede mejorar y lo que no se mejora, en definitiva, se degrada. La medición es, así, uno de los elementos más importantes para los sistemas de gestión. No solo ocurre en las ciencias físicas o en la ingeniería, ocurre también en la economía y en la formulación de políticas públicas. Y ocurre, por supuesto, en la salud pública.

A mediados de los años noventa en nuestro país se realizó la Tercera Encuesta Nacional de Nutrición. Este fue un esfuerzo liderado por el Ministerio de Salud junto con el Instituto Costarricense de Investigación y Enseñanza en Nutrición y Salud (Inciensa). En aquella oportunidad se llevó a cabo un proceso de verificación y monitoreo de indicadores de calidad y cantidades de alimentos básicos fortificados. Asimismo, dentro de ese marco, se efectuaron mediciones de las concentraciones de folato sérico de mujeres en edad fértil.

Cabe decir que el folato sérico es fundamental para el crecimiento y la función saludables de las células y, además, es vital durante el comienzo del embarazo. La deficiencia de esta sustancia aumenta el riesgo de padecer espina bífida y otros defectos del tubo neural, la parte más antigua de nuestro sistema nervioso central. Y los niños que padecen estas patologías, cuando sobreviven, tienen muy baja calidad de vida y se ven en la necesidad de someterse a diferentes cirugías.

La evidencia ha mostrado que la fortificación de alimentos con ácido fólico previene alrededor del 70% de los defectos de túnel neural (incluido, desde luego, la espina bífida).  Así, con un extraordinario sentido de responsabilidad y visión de largo plazo, los resultados de las mediciones de 1996 llevaron a nuestro país a emitir una serie de decretos ejecutivos para fortificar diferentes alimentos con ácido fólico: primero fue la harina de trigo, luego la harina de maíz, posteriormente la leche y, por último, el arroz.

Es importante tomar en cuenta que la mayoría de los países fortifica únicamente las harinas. Costa Rica, por el contrario, cuenta con cuatro alimentos fortificados, lo cual nos convierte en el único país en el mundo en ampliar esa política de salud pública a grupos humanos más amplios y con hábitos de consumo más diversos. Pero hay algo más importante, más contundente: todas esas acciones nos han permitido reducir la prevalencia de padecimientos en el túnel neural en alrededor de un 54% y la mortalidad infantil por defectos congénitos en aproximadamente 70%.

A menudo somos particularmente rigurosos con nosotros mismos. A menudo nos cuesta reconocer que, a lo largo de estos años, como colectivo, como país hemos hecho grandes cosas. Está muy bien criticarnos y exigirnos cada vez más. Pero también es importante ponderar aquellos otros elementos que han provocado que un país diminuto de Centroamérica sea diferente y que haya alcanzado indicadores de salud semejantes a los de algunos países desarrollados. La fortificación de alimentos empezó en el mundo a mediados de los años noventa y en América los primeros países en implementarla fueron Estado Unidos, Canadá y Costa Rica. Hoy somos, en efecto, un ejemplo a nivel global en el diseño y ejecución de una política de salud pública de carácter preventivo que salva vidas y reduce la presión sobre nuestros sistemas de salud.

Este lunes 29 de mayo la Organización Mundial de la Salud (OMS) celebró su septuagésima sexta asamblea y aprobó una resolución que reconoce la necesidad de prevenir las deficiencias de micronutrientes mediante el enriquecimiento de alimentos seguro y eficaz. La resolución, además, insta a los Estados miembros a tomar acciones sobre la fortificación de alimentos con micronutrientes y/o suplementos y a considerar formas de fortalecer los mecanismos de financiamiento y monitoreo. Me complace muchísimo que la OMS emita esta resolución y me complace muchísimo saber que nuestro país lo viene haciendo desde hace más de un cuarto de siglo.  Pero me complace aún más saber que más de 300,000 mil niños y niñas podrían beneficiarse anualmente de este gran logro.

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